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México D.F. Martes 23 de diciembre de 2003

Los libros, opción para quienes la cinta El señor de los anillos no colmó el apetito

Las bóvedas de la literatura, pletóricas de historias épicas

CHRISTINA HARDYMENT THE INDEPENDENT

Las historias épicas son la última moda. Mientras El señor de los anillos triunfa tanto en los cines como en el programa de la BBC Big Read, nunca habíamos estado más hambrientos de historias de héroes que abandonan sus hogares para salvar al mundo, entre más largas, mejor. Pero ahora que Frodo y Sam han tirado el anillo de poder dentro de los cráteres de Mordor, Lyra y Will han resuelto el misterio del Polvo y regresado a sus tristes mundos separados uno del otro, y Harry se encuentra en camino de derrotar a Voldemort, ¿dónde podremos satisfacer nuestro aparentemente insaciable apetito por esas historias?

Las bóvedas de la literatura están llenas de best sellers que realmente merecen resucitar, y otros que no.

El poema épico del siglo XIV Sir Gawaine y el Caballero Verde es una interesante curiosidad literaria, pero no una buena lectura. Y, por ejemplo, en La reina de las hadas, de Edmund Spenser, ¿ha habido alguna vez algún héroe más flojo que el Caballero de la Cruz Roja?

La traducción más reciente de Seamus Heaney ha hecho maravillas con la popularidad de Beowulf, pero es la poesía, no la historia, lo que atrae.

Conforme avanza el argumento estoy de acuerdo con mi vieja decimoprimera edición de la Enciclopedia Británica que, después de alabar la imaginativa y vívida historia épica, dice: "la impresión general es la de un caos desconcertante". Esta es una obra maestra que merece un gran tratamiento musical, no un cuento en el cual podemos encontrar un héroe con quien identificarnos.

Un héroe de atracción universal es esencial para una historia memorable. Los dragones son indispensables y, sí, debe haber algún interés amoroso. Mabinogion, colección de historias celtas escritas alrededor del año 1300, en galés, ofrece todo esto y más. Los niños de Llyr y los hijos de Dun son tolkienescos, y hay muchos personajes femeninos espléndidos: la arrogante Rhiannon, la traidora y adúltera Blodeudd y la noble y agraviada Branwen.

Mabinogion fue rescatado de la oscuridad por lady Charlotte Guest en la década de 1830. Lo tradujo a la prosa inglesa. En 1903 W. B. Yeats predijo que podría ser una "nueva intoxicación para la imaginación en el mundo". Escritores de fantasía como Kenneth Morris, Alan Garner y Susan Cooper han sido influidos por esas narraciones.

Echando una ojeada a la traducción de 1948 realizada por Gwyn Jones y Owen Jones, Mabinogion ofrece gigantes y dragones en abundancia y un marcado sentimiento de lo fantástico: el viejo salón negro de Heilyn Goch, las nueve brujas atravesadas por Cei, caballos "blancos como los lirios acuáticos" y negros como la noche, Llywch Windyhand y Bedwyr Four Teeth. Esta versión mantiene lo mejor de la traducción de Guest, pero corrige sus errores, restaura omisiones y hace la historia más fácil de leer.

Las leyendas asociadas con Arturo son las más famosas de la literatura épica. Arturo aparece en algunas de las historias del Mabinogion y en mayor medida en los romances franceses medievales. Pero se ha ganado la inmortalidad gracias a sir Thomas Malory, quien decidió "reducir al inglés" las "maravillosas aventuras, la búsqueda del Santo Grial, y al final la muerte dolorosa y la partida de este mundo" del legendario rey del siglo VI y sus Caballeros de la Mesa Redonda.

El estilo lacónico de Malory muestra en los hechos que se sentía más cronista que bardo, pero lo que creo que lo ayudó a convertir a Lancelot en héroe inolvidable fue su identificación con él.

Su libro de 300 mil palabras, impreso por William Caxton en 1485 con el título, en francés mal escrito, de Le morte d'Arthur, fue muy popular durante todo el siglo XVI, pero en el XVII los puritanos y en el XVIII los racionalistas desaprobaron el código de caballería y el romance. Los románticos lo redescubrieron en el siglo XIX, y una nueva edición realizada por Robert Southey inspiró Ivanhoe, de sir Walter Scott; El idilio del rey, de Tennyson, y La hermandad prerrafaelita, de William Morris.

Gracias a la elegante preparación del texto que hizo A. W. Pollard en 1900, Malory conservó su atractivo durante el siglo pasado. T. E Lawrence cargó Le morte d'Arthure en su alforja durante la revuelta árabe, y cuando Siegfred Sasoon estaba en su lecho de muerte le preguntó si podía ponerlo en sus manos.

T. H White hizo un homenaje a la historia épica de Malory al escribir en 1939 la narración de la niñez de Arturo La espada en la piedra. En la década de 1940 fue más allá con la saga de cuatro partes llamada El único y futuro rey. Difícil mezcla de farsa y tragedia, fue la primera que llegó a los escenarios y a la pantalla en el musical Camelot, en los años 60.

Desde entonces ha habido decenas de escritos, puestas en escena y filmes arturescos, pero ninguno, a mi parecer, tiene la mitad del poder y la pasión de Malory.

Así que hay que ir a lo verdadero, de preferencia a la reciente edición de Cassell, que utiliza la versión de Pollard, editada y actualizada por John Matthews, mientras las ilustraciones de Anna-Marie Ferguson son tan mágicas como las que hizo Alan Lee para El señor de los anillos.

Hay que aproximarse a Le morte d'Arthur con respeto. Es un libro para leerse con calma, no para engullirlo de golpe. De preferencia debe leerse en voz alta, tal como fue concebido por su autor.

Otro texto que debe ser redescubierto es Orlando furioso, del poeta italiano Ludovico Ariosto (1474-1533). Contemporáneo de Maquiavelo, Ariosto hizo por la popularidad de Carlomagno lo que Malory por Arturo. La relación entre Carlomagno y Roland (u Orlando) es tan amarga y compleja como la de Arturo y Lancelot.

El Terry Jones de su época, Ariosto, escribió con deliberada ironía y, aunque abandonó las pretensiones del género de caballería, respetó la parte medular: el viaje del héroe (y de la heroína).

Ariosto admiraba a la mujer tanto como Malory y dio la misma profundidad sicológica a sus heroínas: Angélica, princesa de Cathay, y Bradamante, tal como Malory lo hizo con Guinevere y Elaine.

Hoy, Orlando furioso es mejor conocido por la ópera de Vivaldi, pero merece algo mejor. La historia épica ofrece en abundancia más sátira hilarante, hipogrifos y hordas de tártaros amenazando a París.

Por ello, quienes deseen leer algo no tan popular como El señor de los anillos deben acercarse a esos títulos.

©The Independent

Traducción: Ericka Montaño

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