Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México. 10 de noviembre de 2003
Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Les habla el sup Marcos. Sean bienvenidos y bienvenidas todos y todas.
Estamos aquí para iniciar la celebración de una historia y para presentar un libro que cuenta buena parte de esta historia. Aunque pudiera pensarse lo contrario, la historia a celebrar y a contar no es sobre los 20 y 10 años del EZLN. Quiero decir, no sólo. Muchas personas se sentirán partícipes de esos 20 y esos 10. Y no me refiero sólo a los miles de pueblos indígenas rebeldes, también a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos de México y del mundo. La historia que empezamos a celebrar hoy es también la historia de todos ellos y ellas.
Las palabras que ahora escribo y digo van dirigidas a todas esas personas que, sin formar filas en el EZLN, comparten, viven y luchan con nosotros una idea: la construcción de un mundo en el que quepan todos los mundos. Esto pudiera también enunciarse diciendo que queremos un cumpleaños en el que quepan todos los cumpleaños.
Así que empecemos la fiesta como de por sí se empezaban las fiestas de cumpleaños en las montañas del sureste mexicano hace 20 años, es decir, contando una historia.
Según nuestro calendario, la historia del EZLN previa al inicio de la guerra tuvo 7 etapas.
La primera de ellas es cuando se seleccionó a quienes formarían parte del EZLN. Esto fue alrededor de 1982. Se organizaban prácticas de uno o dos meses en la selva, y en ellas se evaluaba el desempeño de los asistentes para ver quién podía "dar el ancho". La segunda etapa es la que llamamos de "implantación", es decir, la fundación propiamente dicha del EZLN.
Hoy es 10 de noviembre de 2003.
Pido que se nos permita imaginar que un día como hoy, pero hace 20 años, en 1983, un grupo de personas preparaba en alguna casa de seguridad los implementos que habría de llevar a las montañas del sureste mexicano. Tal vez, hace 20 años, el día transcurría checando la impedimenta, recabando informes sobre los caminos, las rutas alternativas, los tiempos; detallando itinerarios, órdenes, dispositivos. Hace 20 años, tal vez a esta hora, estarían abordando un vehículo e iniciarían el viaje hacia Chiapas. Si pudiéramos estar ahí, tal vez les preguntaríamos a esas personas qué es lo que iban a hacer. Y seguro nos hubieran respondido: "fundar el Ejército Zapatista de Liberación Nacional". Habían esperado 15 años para decir esas palabras.
Supongamos entonces que inician su viaje el 10 de noviembre de 1983. Unos días después llegan al final de un camino de terracería, bajan sus cosas, despiden al chofer con un "hasta luego" y, después de acomodar sus mochilas, inician el ascenso de una las sierras que atraviesan, inclinadas al occidente, la selva Lacandona. Muchas horas después de caminar, con unos 25 kilos de peso en su espalda, montan su primer campamento, ya sierra dentro. Sí, es posible que ese día hiciera frío y hasta lloviera.
Hoy, hace 20 años, la noche se ha adelantado debajo de los grandes árboles y, ayudados por lámparas de mano, estos hombres y mujeres ponen un techo de plástico con un cordón como travesaño, amarran sus hamacas, buscan leña seca y, prendiéndole fuego a una bolsita de plástico, encienden la hoguera. A su luz, el mando escribe en su diario de campaña algo así como: "17 de noviembre de 1983. Tantos metros sobre el nivel del mar. Lluvioso. Montamos campamento. Sin novedad". En la parte superior izquierda de la hoja en la que se escribe, aparece el nombre que le han puesto a esa primera estación de un viaje que todos saben muy largo. No ha habido ninguna ceremonia especial, pero ese día y a esa hora se ha fundado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Seguramente alguien propuso entonces un nombre para ese campamento, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ese grupo estaba formado por 6 personas. Los primeros 6 insurgentes, cinco hombres y una mujer. De esos 6, tres eran mestizos y tres indígenas. La proporción de 50 por ciento mestizos y 50 por ciento indígenas no ha vuelto a repetirse en los 20 años del EZLN, tampoco la proporción de mujeres (menos de 20 por ciento en esos primeros días). Actualmente, 20 años después de aquel 17 de noviembre, el porcentaje debe andar por un 98.9 por ciento de indígenas y 1 por ciento de mestizos. La proporción de mujeres anda ya cerca de 45 por ciento.
¿Cómo se llamó ese primer campamento del EZLN? Al respecto no se ponen de acuerdo aquellos primeros 6 insurgentes. Según aprendí después, los nombres de los campamentos se elegían sin ninguna lógica, y, de manera natural y sin afectaciones, se evitaban los nombres apocalípticos o proféticos. Ninguno de ellos se llamó, por ejemplo, Primero de Enero de 1994.
Según cuentan aquellos primeros 6, un día mandaron a un insurgente a explorar un sitio para ver si tenía condiciones para acampar. El insurgente regresó diciendo que el lugar "era un sueño". Los compañeros marcharon hacia ese rumbo y al llegar se encontraron con un pantano. Le dijeron entonces al compañero: "esto no es un sueño, es una pesadilla". Ergo, el campamento se llamó entonces La Pesadilla. Debe haber sido en los primeros meses de 1984. El nombre de ese insurgente era Pedro. Después sería subteniente, teniente, capitán segundo, capitán primero y subcomandante. Con ese grado y siendo jefe del estado mayor zapatista, 10 años después, cayó en combate el primero de enero de 1994, en la toma de Las Margaritas, Chiapas, México.
La tercera etapa, siempre previa al alzamiento, es cuando nos dedicamos a las tareas de supervivencia, es decir, a cazar, a pescar y a recolectar frutos y plantas silvestres. En este tiempo nos aplicamos al conocimiento del terreno, es decir, orientación, caminata, topografía. Y en esta época estudiamos estrategia y táctica militar en los manuales del ejército estadunidense y del federal mexicano, y el uso y cuidado de diversas armas de fuego, además de las llamadas "artes marciales". También estudiábamos historia de México y, por cierto, llevábamos una vida cultural muy intensa.
Yo llego a la selva Lacandona en esta tercera etapa, en 1984. Por ahí de agosto-septiembre de ese año, unos 9 meses después de que llegara el primer grupo. Mi llegada fue con dos compañeros más: una compañera indígena chol y un compañero indígena tzotzil. Si mal no recuerdo, a mi llegada el EZLN tenía 7 elementos de base y dos más que "subían" y "bajaban" a la ciudad con correos y por abastecimiento. El cruce por los pueblos se hacía de noche o disfrazados de ingenieros.
Los campamentos de aquella época eran relativamente sencillos: tenían un área de intendencia o la cocina, los dormitorios, el área de ejercicio, la posta, el área de 25 y 50, y los campos de fuego para la defensa. Tal vez alguno de los que me escuchan se pregunte qué rayos es el "área de 25 y 50". Bueno, resulta que para hacer las necesidades que llaman "primarias", había que alejarse a una cierta distancia del campamento. Para ir a orinar había que retirarse 25 metros; y para defecar eran 50 metros, además de hacer un hoyo con el machete y luego tapar el "producto". Claro que esas disposiciones eran cuando nosotros éramos, como quien dice, un puñado de hombres y mujeres, es decir, no pasábamos de 10. Tiempo después, construíamos letrinas en zonas más alejadas, pero los términos "25" y "50" se quedaron.
Había un campamento que se llamaba El Fogón, porque ahí fue la primera vez que construimos uno. Antes de eso, el fuego se hacía a ras del suelo y las ollas (dos: una para el frijol y otra para el animal que cazáramos o pescáramos) colgaban de un travesaño amarrado con bejucos. Pero luego ya éramos más y entonces entramos a "la era del fogón". En ese entonces la plantilla del EZLN era de 12 combatientes.
Tiempo después, en un campamento llamado Reclutas (porque ahí es donde se entrenaban los nuevos combatientes), entramos a "la era de la rueda". Y es que labramos con machete una rueda de madera e hicimos una carretilla para cargar piedra para las trincheras. Deben haber sido los tiempos, porque la rueda era bastante cuadrada y terminamos cargando la piedra en el lomo.
Otro campamento se llamó Baby Doc, en honor de quien azoló, con el beneplácito y apoyo de Estados Unidos, las tierras haitianas. Resulta que, con una columna de reclutas, nos estábamos moviendo para acampar cerca de un pueblo. En el camino topamos una piara de jabalíes, o sea un chingo de puercos salvajes. La columna guerrillera se desplegó con disciplina y habilidad, es decir, que el que iba de vanguardia gritó "¡puercos!" y, con el pánico como motor y combustible, se subió a un árbol con una habilidad que no le volvimos a ver. Otros corrieron con valentía... pero hacia el lado contrario de donde estaba el enemigo, o sea los jabalíes. Algunos tomaron puntería y dieron cuenta de dos cerdos salvajes. En la retirada enemiga, o sea, cuando los puercos se fueron, quedó abandonado un cerdito, de apenas el tamaño de un gato casero. Lo adoptamos y le pusimos por nombre Baby Doc, porque en esas fechas Papá Doc Duvalier moría y le heredaba la carnicería a su vástago. Acampamos ahí para aliñar las piezas y comer. El puerquito se encariñó con nosotros, creo que por el olor.
Otro campamento de aquellos años se llamó De la juventud, porque ahí se formó el primer grupo de jóvenes insurgentes, que se llamó Jóvenes rebeldes del sur. Una vez por semana los jóvenes insurgentes se reunían para cantar, bailar, leer, hacer deportes y concursos.
El 17 de noviembre de 1984, hace 19 años, fue la primera vez que celebramos el aniversario del EZLN. Eramos 9. Creo que fue en un campamento que se llamó Margaret Thatcher, porque habíamos agarrado una changuita que, se los juro, era el clon de la Dama de Hierro.
Un año después, en 1985, lo celebramos en un campamento llamado Watapil, porque así se llama una planta con cuyas hojas hicimos un cobertizo para los alimentos.
Yo era capitán segundo, estábamos en la llamada "Sierra del Almendro" y la columna madre había quedado en otra serranía. Tenía bajo mi mando 3 insurgentes. Si las matemáticas no me fallan, éramos 4 en ese campamento. Celebramos con tostadas, café, pinole con azúcar y una cójola que matamos en la mañana. Hubo canciones y poesías. Uno cantaba o declamaba y los otros tres aplaudían con un aburrimiento digno de mejor causa. En mi turno, con un discurso solemne les dije, sin más argumentos que los mosquitos y la soledad que nos envolvía, que un día seríamos miles y que nuestra palabra le daría la vuelta al mundo. Los otros tres estuvieron de acuerdo con que probablemente la tostada estaba hongueada, que seguramente me había hecho daño y que por eso deliraba. Recuerdo que llovió esa noche.
En la que llamamos la cuarta etapa, se hicieron los primeros contactos con los pueblos de la zona. Primero se hablaba con uno y ése uno hablaba con su familia. De la familia se pasaba al poblado. Del poblado a la región. Así, poco a poco, nuestra presencia se convirtió en un secreto a voces y en una conspiración masiva. En esta etapa, que corre paralela en tiempo a la tercera, el EZLN ya no era lo que habíamos pensado cuando llegamos. Para entonces ya habíamos sido derrotados por las comunidades indígenas, y producto de esa derrota, el EZLN empezó a crecer geométricamente y hacerse "muy otro", o sea que la rueda siguió abollándose hasta que, al fin, fue redonda y pudo hacer lo que debe hacer una rueda, es decir, rodar.
La quinta es la del crecimiento explosivo del EZLN. Debido a las condiciones políticas y sociales, crecimos más allá de la selva Lacandona y llegamos a Los Altos y al norte de Chiapas. La sexta etapa es la de la votación de la guerra y los preparativos, incluida la llamada "Batalla de la Corralchén", en mayo de 1993, cuando tuvimos los primeros combates con el ejército federal.
Hace dos años, en la Marcha por la Dignidad Indígena, en alguno de los lugares que cruzamos, vi una especie de botella gorda, como una olla de boca angosta. Era de barro, creo, y estaba forrada con pedacitos de espejo. Al reflejar la luz, cada espejito de la olla-botella devolvía una imagen particular. Todo a su alrededor tenía en ella su reflejo singular y, al mismo tiempo, el conjunto semejaba un arco iris de imágenes. Era como si muchas pequeñas historias se unieran para, sin perder su ser distintas, formar una historia más grande. Pensé que, a lo mejor, la historia del EZLN podría ser contada, mirada y analizada como esa botella-olla.
Hoy, 10 de noviembre de 2003, 20 años después de aquel viaje que iniciaron los fundadores de nuestra organización, arranca una campaña, a iniciativa de la revista Rebeldía, para celebrar el vigésimo cumpleaños del EZLN y el décimo aniversario del inicio de la guerra contra el olvido, y se presenta este libro llamado EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra, de Gloria Muñoz Ramírez. Si pudiera sintetizar este libro en una imagen, nada me vendría mejor que la de la olla-botella forrada de pedacitos de espejo.
En una de las partes del libro, Gloria recoge los testimonios de algunos compañeros bases de apoyo, responsables, comités e insurgentes que hablan de su pedacito de espejo en las 5 últimas etapas previas al alzamiento, o sea las etapas 3, 4, 5, 6 y 7. Es la primera vez que compañeros que llevan más de 19 años en la lucha zapatista abren su corazón y su memoria sobre aquellos años de silencio. Así, Gloria consigue convertir esos pedacitos de espejo en pedacitos de cristal que permiten asomarse un poco a los primeros 10 años del EZLN.
Se puede adivinar así otra historia, una muy diferente a la que construyeron los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, con mentiras, con informes policiacos alterados a conveniencia, y con la complicidad anexa de intelectuales que disfrazaron, bajo la cubierta de supuestas investigaciones "serias", el cheque y la caricia que recibieron del poder para solventar su "objetividad científica".
Con los pedacitos de espejo y cristal que Gloria ha conseguido, el lector se dará cuenta de que se está asomando apenas a unas cuantas partes de un rompecabezas gigantesco. Un rompecabezas cuya pieza clave está en el primer día del año de 1994, cuando México ingresaba, vía el Tratado de Libre Comercio, al primer mundo.
Antes de ese primero de enero, la víspera, fue la séptima etapa del EZLN.
Recuerdo que la noche del 30 de diciembre de 1993 me encontró en la carretera Ocosingo-San Cristóbal de las Casas. Ese día había estado en las posiciones que manteníamos en los alrededores de Ocosingo. Por radio había checado la situación de nuestras tropas que se estaban concentrando en varios puntos a borde de carretera, a lo largo de las cañadas de Patiwitz, de Monte Líbano y de Las Tazas. Estas tropas correspondían al tercer regimiento de infantería. Eran unos mil 500 combatientes. La misión del tercer regimiento era la toma de Ocosingo. Pero antes de eso debían, "al paso", tomar las fincas de la zona y hacerse del armamento de las guardias blancas de los finqueros. Según me reportaron, sobre el poblado de San Miguel había estado rondando un helicóptero del Ejército federal, seguramente alertado por la multitud de vehículos que se estaban concentrando en esa población. Desde la madrugada del día 29, todo vehículo que entraba a las cañadas no salía, todos fueron "prestados" para movilizar a las tropas del tercer regimiento. En su totalidad, el tercer regimiento estaba formado por indígenas tzeltales.
Al paso, había yo checado las posiciones del batallón número ocho (que formaba parte del quinto regimiento), que se encargaría de tomar la cabecera municipal de Altamirano en un primer movimiento. Después, sobre la marcha, tomaría Chanal, Oxchuc y Huixtán, para luego participar en el ataque al cuartel de Rancho Nuevo, en las afueras de San Cristóbal. El octavo era un batallón reforzado. Para lo toma de Altamirano contaría con unos 600 combatientes, de los que una parte quedaría en la plaza tomada. En su avance incorporaría a más compañeros, para llegar a Rancho Nuevo con unos 500 de tropa. El octavo batallón estaba formado en su gran mayoría por tzeltales.
Todavía en la carretera hice un alto en una de las zonas más elevadas y tomé contacto radial con el batallón 24 (también parte del quinto regimiento), cuya misión era la toma de la cabecera municipal de San Cristóbal de Las Casas y el ataque conjunto (en concordancia con el batallón ocho) al cuartel militar de Rancho Nuevo. El vigésimo cuarto era también un batallón reforzado. En números, su tropa llegaba a casi mil combatientes, todos de la zona de Los Altos e indígenas tzotziles.
Al llegar a San Cristóbal, bordeé la ciudad y me dirigí a la posición en la que estaría el cuartel general de la comandancia del EZLN. De ahí me comuniqué por radio con el mando del primer regimiento, subcomandante insurgente Pedro, jefe del estado mayor zapatista y segundo al mando del EZLN. Su misión era la toma de la cabecera de Las Margaritas y el avance para atacar el cuartel militar en Comitán. Fuerte en mil 200 combatientes, el primer regimiento estaba conformado en su mayoría por tojolabales.
Además, en la llamada "segunda reserva estratégica" quedaba un batallón, formado por indígenas choles, y en las profundidades de nuestras bases de despegue, con 3 batallones dispuestos en las zonas tzeltal, tojolabal, tzotzil y chol, se encontraba la llamada "primera reserva estratégica".
Sí, el EZLN sale a la luz pública con más de 4 mil 500 combatientes en la primera línea de fuego, la así llamada vigésima primera división de infantería zapatista, y unos 2 mil combatientes permanecían en la reserva.
La madrugada del 31 de diciembre de 1993 confirmé la orden de ataque, la fecha y la hora. En resumen: el EZLN atacaría simultáneamente 4 cabeceras municipales y otras 3 más "al paso", reduciría a las tropas policiacas y militares en esas plazas y marcharía después de atacar dos grandes cuarteles del Ejército federal. La fecha: 31 de diciembre de 1993. La hora: las 2400.
La mañana del día 31 de diciembre de 1993 se pasó en el desalojo de las posiciones urbanas que se mantenían en algunos lugares. Alrededor de las 1400 los diferentes regimientos confirmaron por radio a la comandancia general que estaban listos. A las 1700 se inició la cuenta regresiva: "menos 7" se nombró esa hora. A partir de ahí, se cortó toda comunicación con los regimientos. El siguiente contacto radial estaba programado para los "más 7", las 0700 del día primero de enero de 1994... con los que quedaran vivos.
Lo que siguió después, si no lo saben, lo pueden encontrar en este libro, y si ya lo saben, lo pueden recordar. En él, la olla-botella se convierte en un gigantesco tapiz, y por fortuna dibujado ya en sus líneas generales por Gloria, y lleno de esos pedacitos de espejo y cristal de los que están compuestos los distintos momentos del EZLN en los 10 últimos años, es decir, del periodo que va del primero de enero de 1994 al 10 de agosto de 2002. Estoy seguro de que muchos encontrarán el espejo y el cristal que les corresponde. Precisamente, pensando en eso, he escrito en la introducción lo siguiente:
"(...) una mujer de profesión periodista acabó, no sin dificultades, por brincar el complicado y espeso muro del escepticismo zapatista y se quedó a vivir en las comunidades indígenas rebeldes. Desde entonces compartió con los compañeros el sueño y el desvelo, las alegrías y las tristezas, los alimentos y sus ausencias, las percusiones y los reposos, las muertes y las vidas. Poco a poco los compañeros y compañeras la fueron aceptando y haciéndola parte de su cotidianeidad. No voy a contar su historia. Entre otras cosas, porque ella prefirió contar la historia de un movimiento, el zapatista, y no la propia.
En el prólogo del libro he escrito lo que sigue:
"Hace 10 años, la madrugada del primero de enero de 1994, nos alzamos en armas por democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos. En una acción simultánea, tomamos 7 cabeceras municipales del suroriental estado mexicano de Chiapas y le declaramos la guerra al gobierno federal, a su Ejército y policías. Desde entonces el mundo nos conoce por "Ejército Zapatista de Liberación Nacional".
Pero nosotros ya nos llamábamos así desde antes. El 17 de noviembre del año 1983, hace 20 años, se fundó el EZLN, y como EZLN empezamos a caminar las montañas del sureste mexicano, cargando una pequeña bandera de fondo negro con una estrella roja de cinco puntas y las letras "EZLN", también en rojo, al pie de la estrella. Aún cargo esa bandera. Está llena de remiendos y maltratada, pero todavía ondea airosa en la comandancia general del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
También nosotros llevamos remiendos en el alma, heridas que suponemos cicatrizadas, pero que se abren cuando menos lo esperamos.
Durante 10 años nos preparamos para esos primeros minutos del año 1994. Allá se mira enero de 2004. Pronto serán 10 años de guerra, 10 años de preparación y 10 años de guerra, 20 años.
Pero no voy a hablar ni de los primeros 10 años, ni de los de después, ni de los 20 sumados. Es más, no voy a hablar de años, de fechas, de calendarios. Voy a hablar de un hombre, un soldado insurgente, un zapatista. No voy a hablar mucho. No puedo. No todavía. Se llamaba Pedro y murió combatiendo. Tenía el grado de subcomandante y era, en el momento de su caída, jefe del estado mayor del EZLN y mi segundo al mando. No voy a decir que no ha muerto. Está muerto de por sí y yo no quisiera que estuviera muerto. Pero, como todos nuestros muertos, Pedro camina por acá y cada tanto se aparece y habla y bromea y se pone serio y pide más café y enciende el enésimo cigarrillo. Ahora está aquí. Es 26 de octubre y es su cumpleaños. Le digo "salud al cumpleañero". El levanta su pocillo de café y dice "salud sub". Yo no sé por qué me puse Marcos si nadie me dice así, todos me dicen sub o sus equivalentes. Pero me dice sub. Platicamos con Pedro. Le cuento y me cuenta. Recordamos. Reímos. Nos ponemos serios. A veces lo regaño. Lo regaño por indisciplinado, porque yo no le ordené que se muriera y él se murió. No obedeció. Lo regaño pues. El sólo abre más los ojos y me dice "ni modos". Si, ni modos. Entonces le enseño un mapa. De por sí le gusta ver los mapas. Le señalo lo que hemos crecido. Sonríe.
Josué se acerca, saluda y felicita, "felicidades compañero subcomandante insurgente Pedro". Pedro se ríe y dice "uta madre, cuando acabas de decir todo eso yo ya cumplí años de nuevo". Pedro lo mira a Josué y me mira. Yo asiento en silencio.
De pronto ya no estamos celebrando al cumpleañero. Estamos los tres subiendo una loma. En un descanso Josué dice: "ya va a salir 10 años del inicio de la guerra". Pedro no dice nada, sólo enciende el cigarro. Josué agrega "y 20 años de que nació el EZLN. Hay que hacer un gran baile".
"20 y 10" repito despacio, y agrego "y los que nos faltan..."
Para esto ya llegamos a la punta de la loma. Josué baja su mochila. Yo enciendo la pipa y con la mano señalo allá a los lejos. Pedro mira a donde señalo, se levanta y dice, se dice, nos dice: "sí, ya se mira el horizonte..."
Se va Pedro. Josué levanta de nuevo su mochila y me dice que tenemos que seguir.
Y sí, de por sí así es: tenemos que seguir...
¿Qué les estaba diciendo? ¡Ah, sí! Nosotros nacimos hace 20 años y hace 10 años nos alzamos en armas por democracia, libertad y justicia. Nos conocen con el nombre de "Ejército Zapatista de Liberación Nacional" y nuestra alma, aunque con remiendos y cicatrices, sigue ondeando como esa vieja bandera que se ve allá arriba, esa con la estrella roja de cinco puntas sobre fondo negro y las letras "EZLN".
Nosotros somos los zapatistas, los más pequeños, los que se cubren el rostro para ser mirados, los muertos que mueren para vivir. Y todo esto es porque hace 10 años, un primero de enero, y hace 20 años, un 17 de noviembre, en las montañas del sureste mexicano..."
Ahí termina el prólogo y empieza el escrito de Gloria Muñoz Ramírez, así como hoy terminan mis palabras y empieza la campaña EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra, con la presentación de un libro que a veces es olla-botella cubierta de espejos y cristales, que a veces es un tapiz, y que siempre es una historia que no hay que olvidar, porque olvidándola, nos olvidamos a nosotros mismos.
Ahora sí, es oficial: felicitamos a todos y a todas los que, en estos 20 y 10, han puesto el fuego y la palabra.
Es toda mi palabra. Si se aburrieron, vayan mañana, 11 de noviembre, a la exposición de arte gráfico que se (la) rifa en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, y al baile del día 14 en el Salón Los Angeles.
Si como quiera siguen aburridos, es que tienen madera para diputados, para senadores, o para precandidatos a la presidencia de México.
Bueno, ya me voy porque ya se escuchan los primeros acordes de Cartas marcadas y, seguro, me van a madrugar con el pastel y las bolsitas de dulces.
Vale. Salud y que todos nos encuentren y se encuentren.
Desde las montañas del sureste mexicano e inflando vejigas nomás pa'que no digan que ya no soplo.
México, noviembre de 2003. 20 y 10.
Versión ligeramente editada del original. Fueron suprimidos unos párrafos que citan la presentación del libro 20 y 10. El fuego y la palabra publicados en la edición de La Jornada del 9 de noviembre de este año.