Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 29 de septiembre de 2002
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Cultura

ENTREVISTA /AGNES VARDA, CINEASTA

''Mis mayores huellas, las películas que dejo''

EN EL CINE NO IMPORTA EL FORMATO SINO EL TRABAJO, DICE

Con motivo del estreno del documental Los cosechadores y yo, en el sexto Tour de Cine Francés en México, la realizadora charla con La Jornada

CARLOS BONFIL

vardaFigura emblemática de la Nueva Ola francesa, Agnès Varda abandona muy joven su natal Bruselas para instalarse en París y estudiar en la Sorbona la carrera de conservadora de museos. Su primera pasión es la fotografía, y su ingreso al cine lo sella con un largometraje que es manifiesto de la nueva sensibilidad fílmica, La pointe courte, de 1954, en el que combina la observación sicológica de una pareja de amantes con el registro de la vida cotidiana de un pueblo de pescadores. Desde entonces y con casi medio siglo de faena fílmica, el procedimiento apenas ha variado. En su nuevo documental, Los cosechadores y yo, Varda invita al espectador a un recorrido por la Francia rural. El tema: las múltiples maneras de recoger, cosechar, recolectar, coleccionar y pepenar un poco de todo en todas partes. Varda es la recolectora de imágenes.

-"En siete u ocho años el cine será digital. El celuloide ha muerto, pero el cine vivirá". ƑEn qué medida su documental Los cosechadores y yo desmiente o confirma esta predicción reciente del realizador Francis Ford Coppola?

-Los cambios tecnológicos son extraordinarios. Muy pronto el fichero informático, las informaciones que han permitido la digitalización, se proyectará en una sala e irá directamente a la pantalla. Eso a mí, en realidad, me preocupa muy poco, pues lo que hay en las películas será lo único importante. Que eso se dé en una copia en 35, o en un fichero informático, o en un master digital, Ƒqué importa finalmente? Importa que la gente se siente en una butaca, reciba algo interesante a cambio de su dinero -aventura, emociones, drama, o películas un tanto híbridas, como la mía, en la que se mezclan el documental social, el amor por la pintura (que deseo compartir), un poco el diario personal, no necesariamente íntimo, que habla sobre nuestra relación con el tiempo. Y como el cine es el medio que mejor habla del tiempo, tiempo de proyección, tiempo del relato, poco importa entonces que lo proyectes en 35, en video, en fichero informático, todo viene a ser lo mismo. Lo que me interesa es la proyección de anoche (en la Cineteca), con una sala que vibra, vive, ríe, y sabe callarse. Un público de sueño, sensible e inteligente. Anoche se reía mucho en esa sala. Eso es lo único que me interesa. Coppola tiene tal vez razón, pero él también sabe que al final esto que acabo de señalar es lo que cuenta.

-En sus películas abundan las anotaciones íntimas

-Tomemos Jacquot de Nantes. Creo que es una película profunda, conmovedora, interesante, porque se nutre de la sensación de un hombre que quiere contar su infancia cuando se encuentra en un estado muy frágil de salud. Jacques (Demy) muere poco después, pero uno siente cuando está sentado en la arena, haciendo correr la arena entre sus manos, que hay una pérdida de velocidad. Hay tres películas: el relato de una infancia, un estudio discreto, pero real, de dónde pudo el cineasta encontrar la clave, la escena clave, para todas sus películas.ƑDónde está esa clave, dónde la imagen matriz? Lo vemos a él ahí, todavía vivo, hablando, y de él quiero captar algo que todavía siento presente. Y eso no es íntimo, es personal. No es íntimo porque no cuento nada de nuestra vida, ni de lo que siento. Quiero llevar al cineasta a lo que es su cine, de manera discreta, un poco como el artista, como esos pintores antiguos que tanto me gustan, como Velásquez frente al espejo, o ciertos primitivos en medio de sus caballeros, como Piero della Francesca, o como el propio Hockney, en sus fotos, mostrando la punta de sus zapatos. Me gusta la idea de que haya algo del autor en su propia película. En mi caso, no es en absoluto una cuestión de narcisismo. Yo elijo, por ejemplo, ser siempre la voz. En Son techo ni ley no hay muchas voces, y por eso digo apenas algunas frases. Quiero tan sólo dejar algo de mi propia carne en la película, pero eso también es personal, no íntimo.

Las señoritas cumplieron 25 años, su documental sobre Las señoritas de Rochefort, de su esposo Jacques Demy, es cine documental o un ejercicio de nostalgia?

-No es un homenaje. Es un documental, al mismo tiempo alegre y nostálgico; siempre existe esa contradicción, que es también la clave misma de todas las películas que hago. En esa película hay un documental sobre una fiesta en Rochefort, y como por azar, Catherine Deneuve siente una gran nostalgia por su hermana, y yo por Jacques, naturalmente. Hay la fiesta, muy extrovertida, muy simpática, de toda esa gente de Rochefort, con los bailes, el pastel, y la proyección de la película, todo eso es formidable; al mismo tiempo, tenemos el corazón encogido. Hay ahí, sin embargo, un verdadero documental, pues he tratado de encontrarme en Rochefort con la gente que participó en la película, gente con recuerdos, las gemelas mismas. Fue divertido tratar de encontrar esas hermanas gemelas en Rochefort. Consigo colocar en esta cinta imágenes que había rodado yo en 1966, y que nunca había vuelto a ver. Y al ver de nuevo a Jacques, bello, y a las dos hermanas, formidables, me surgió el deseo de hacer la película. Una vez más, el tiempo era el gran tema del cine. Concluyo aquella cinta diciendo: El recuerdo de la felicidad es tal vez todavía felicidad. Por esta cuestión contradictoria hago siempre montajes interminables, porque es justamente en la edición donde uno encuentra la clave de la fluidez, de la transición de épocas, esa manera de regresar al origen de la dicha. Y todo en un documental honesto que filma una ciudad en fiesta. Es casi el mismo procedimiento que el de Los cosechadores y yo, sólo que en esta última cinta el tema son las personas que viven de nuestros desperdicios. ƑQuiénes son, cómo viven? Cómo pueden soportarlo, y cómo puedo yo, frente a ellos, en tanto cineasta, volverlos sensibles e inteligentes para el espectador que se plantea entonces mil preguntas.

-ƑQué alimenta la pasión del recolector, del coleccionista?

-Existen las fuentes para nuestro conocimiento, las fuentes para comprender el cine. No me importa la historia del cine. Yo hago un cine que tiene una fuente, y esta fuente es, entre muchas otras, demás de la locura de Melies, por ejemplo, Marey y sus experimentos; Marey tomando un fusil para seguir el movimiento de los pájaros. Eso me fascina. Hay una carta suya, dirigida a su madre, en la que dice: "Tengo un fusil, le disparo a los pájaros, pero no para matarlos, sino para captar su movimiento". Mi curiosidad alimenta mi deseo de compartir las cosas, filmar, descubrir. No siento nostalgia por la época de Marey; me habrían colocado entonces un corsé o me habrían casado a la fuerza. No tengo la nostalgia del pasado, ni siquiera de esa mujer que habla de sus faenas de cosechadora y sus noches apacibles y los mosquitos y la fuente donde lava todos los días. Eso apenas existe hoy. La evolución de nuestra sociedad nos conduce cada día más hacia la soledad.

''He querido hablar de coleccionistas amateurs. Recuerdo una mujer que quiso traer arena de todos los países que había visitado. Es coleccionar para alimentar la idea de que el mundo es diverso, variado, que si coleccionas sombreros encontraras todo tipo de sombreros en todos los países. No hablo de los coleccionistas de pinturas muy caras que depositan sus cuadros en los bancos, eso no me interesa. Me gusta el pequeño coleccionista. Conservo miles de tarjetas postales, de ciudades en las que viví con Jacques. Nantes, Setes, el barrio catorce en París, Rochefort. Son huellas, pero no se trata de nostalgia. No tengo ganas de seguir siendo joven. Las huellas mayores son las películas que uno deja. Es una huella de mi vida, la película.''

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