Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 15 de mayo de 2002
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Política

Arnoldo Kraus

Autonomía y enfermedad: Ƒquién decide?

Hace unas semanas Diane Pretty perdió su batalla contra el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pretty, ciudadana británica de 43 años, padecía esclerosis lateral amiotrófica y había solicitado, primero en su país y después ante el tribunal, permiso para que su marido le ayudase a morir. Ambas instancias denegaron la petición, pues sostenían que de aceptarla se correría el riesgo de que se abusara de la eutanasia activa.

La paciente, quien falleció el domingo pasado, se encontraba paralizada desde el cuello hasta los pies, por lo que su dependencia física era total. El parte médico consideraba que en unas semanas los pulmones dejarían de funcionar. En algunos de estos casos la muerte puede sobrevenir por asfixia a menos que se implementen maniobras heroicas, impensables y absurdas, como intubar al paciente o colocarlo en una sala de terapia intensiva -el término "encarnizamiento terapéutico" describe ad hoc estas situaciones.

Diane, madre de dos hijos, y que intelectualmente se encontraba íntegra, consciente de su situación y sabedora de su pronóstico fatal, aseveró que deseaba "servirse de su derecho a morir con dignidad". Ese derecho, su inexorable y brutal destino, así como la certeza de que la muerte podría ser digna, fueron sus motivaciones para luchar por que su vida acabara por medio de una "muerte humana". Probablemente consideró también que adelantar el final evitaría mayores sufrimientos a su esposo y a sus vástagos.

La petición de Pretty rebasa el ámbito de la eutanasia activa y pone de manifiesto la crítica situación de quienes, por ser absolutamente dependientes y a pesar de contar con el apoyo de sus familiares, no pueden suicidarse. Esta diatriba es crítica, pues conforme avanza la ciencia el número de personas "vivas intelectualmente", pero "muertas físicamente", y en quienes la vida se convierte tan sólo en dolor y sufrimiento, aumentará paulatinamente. La idea de Pretty -morir "lo antes posible"- se basaba en sus conceptos de vida y dignidad. Seguramente "no pocas" personas en situaciones similares comparten esa idea. Huelga decir que para muchos de estos enfermos la dependencia, la pérdida absoluta de la dignidad e incluso el sufrimiento de los seres queridos son factores fundamentales para optar por el derecho a morir.

Acorde con el Tribunal Europeo, los jueces, cuya resolución fue unánime, aceptaron que estaba "condenada a afrontar una muerte difícil, si no se le proporciona la manera de poner fin a sus días", pero argumentaron que "incluir en una ley una excepción para personas consideradas incapaces de suicidarse resquebrajaría seriamente la protección de la vida, consagrada por la ley, y aumentaría de forma significativa el riesgo de abuso".

Las contradicciones planteadas por los jueces sorprenden por el impasse implícito: se deslindan de la muerte difícil, pero protegen la vida. Sin duda tal decisión refleja su oficio, mas evade y rechaza el concepto y el valor que cada individuo tiene acerca de su humanidad y de lo que significa "vida humana" y, a la vez, desprecia la opinión médica. El divorcio entre el tribunal con "los Pretty" y algunas corrientes médicas plantea múltiples problemas, como el caso de Ramón Sampedro en España, quien tras cinco años de solicitar que se le permitiese morir optó por un "suicidio asistido clandestino". Plantea, asimismo, algunas preguntas, por ejemplo: Ƒla muerte por asfixia es más humana que la que en casa pudiera inducir el esposo? En la escala de lo humano Ƒson diferentes las personas incapaces de quienes pueden decidir por sí mismas? ƑEs ético mantener una vida que, de acuerdo con la persona, no sólo es inútil sino inhumana? ƑCómo entrelazar los avances de la ciencia con los conceptos de vida y dignidad de las personas? Ante la inminencia de la muerte, del fallecimiento por asfixia, Ƒcuál es el concepto de autonomía? ƑY cuál el de benevolencia? Las cuestiones previas reflejan parte de las querellas de Pretty y desembocan, inevitablemente, en la necesidad de replantear cuáles son los límites de la ciencia y las responsabilidades de los médicos y de los mismos enfermos en cuanto a su destino se refiere.

Años atrás, un médico estadunidense comentaba que la esencia de la medicina se alteraría irremediablemente el día que los jueces se apoderasen de decisiones críticas. El caso Pretty conjunta facetas humanas y médicas que deberían pesar más que cualquier tribunal. Es indudable que Diane, su familia y quienes la apoyaban sucumbieron ante el poder del razonamiento jurídico, cuya visión agrupa a los humanos en un todo, sin entender la mirada íntima de la afectada. Tal dislate vindica la sabiduría de Francis Peabody, galeno humanista del siglo pasado: "El tratamiento de la enfermedad debe ser totalmente impersonal; el tratamiento de la persona deber ser totalmente personal".

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