Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Miércoles 23 de enero de 2002

Economía

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Alejandro Nadal

El campo minado no estaba en Afganistán

La presidencia de George W. Bush regresó a casa. Después de un autoproclamado triunfo en Afganistán, el presidente debe ahora enfrentar el escándalo Enron, la quiebra fraudulenta más grande en la historia de Estados Unidos.

La información básica de la quiebra de Enron es conocida. Hoy sus acciones no valen un centavo y miles de empleados que ingresaron en el plan de retiro de Enron perdieron los ahorros de su vida. El plan de retiro estuvo basado en la compra de acciones de Enron, que cuadruplicaron su valor entre 1997 y 2001 por la valoración fraudulenta de sus ganancias. Pero había un problema: los empleados no podían vender esas acciones.

Menos conocido es el hecho de que el gigante Enron debe sus orígenes a la gestión de Bush como gobernador de Texas. Nacida de la fusión de dos compañías del negocio de gasoductos, Enron pronto se especializó en la intermediación entre productores y vendedores de energía al amparo del frenesí desregulador. Su base en Houston le permitió diversificarse hacia los sectores de papel, metales, seguros y venta de kilovatios por Internet. El gigante fue ejemplo de la nueva economía, en la que la falta de propiedad de activos sólidos era compensada por sus conexiones y capacidad de intermediación en el mercado.

En 1992, el gobierno texano abrió un espacio para Enron a través de la desregulación del mercado energético y la empresa obligó a otras compañías del ramo a comprarle energía. La Commodity Futures Trading Commission, encargada de supervisar estas transacciones, y dirigida por Wendy Gramm (esposa del senador texano Phil Gramm, amigo de Bush), exentó a Enron de la normatividad administrativa en la materia. Esa desregulación amañada permitió la sobrevaloración de sus activos financieros. En recompensa, Wendy Gramm fue invitada a unirse al consejo directivo de Enron.

Las conexiones fueron el mayor activo de la empresa. Entre sus accionistas figuraban el secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld; su asistente William Winkenwerder; el representante de comercio Robert Zoellick; el secretario del Ejército, Thomas White (con acciones por 100 millones de dólares); los asesores Larry Lindsay y Karl Rove; el subsecretario del Tesoro, Mark Weinberger; la subsecretaria de Economía, Kathleen Cooper; el subsecretario de Educación, Eugene Hickock; los embajadores en Rusia, Irlanda y los Emiratos Unidos; y el principal asesor financiero del departamento de Energía, Bruce Carnes.

Desde 1993 los ejecutivos de Enron, y en especial Kenneth Lay, su director ejecutivo, contribuyeron con más de 2 millones de dólares a las campañas de su amigo Bush. Por eso el sector más lucrativo para Enron fue el tráfico de influencias. Lay manipuló nombramientos, usó la posición de Cheney e influyó en el diseño del plan energético de la administración. El mismo procurador general Ashcroft tuvo que excluirse de la investigación que iniciará el Departamento de Justicia sobre actos fraudulentos de Enron por haber recibido donativos de Lay.

Entre los amigos de Enron está Robert Rubin, secretario del Tesoro de Clinton, y actual presidente del comité ejecutivo de Citigroup. Rubin intercedió ante Paul O'Neill para ayudar a la compañía en noviembre del año pasado. Su ayuda no fue desinteresada: Citigroup es uno de los más importantes acreedores de Enron y tendrá preferencia por encima de las 4 mil 500 personas que invirtieron sus ahorros en el plan de retiro de Enron.

La prioridad de Fox es privatizar el sector energético. Su estrategia pasa por generalizar los esquemas de intermediación que hicieron crecer a Enron, para transferir el poder de mercado de la Compañía Federal de Electricidad al sector privado.

El mercado mexicano estuvo en la mira de Enron. Sus actividades en nuestro país ya incluían proyectos con Bufete Industrial, Apasco, Vitro e Industrias Monterrey. Desde 1999, Enron anunció planes para invertir mil millones de dólares en México en la generación de energía eléctrica, y la distribución de gas natural. Por eso es probable que los consejos de Enron llegaron a Fox. Eso también explicaría su preferencia por la idea del mercado energético de América del Norte.

La biografía de Enron enseña que desregular es peligroso. La contabilidad creativa y la complicidad de su empresa contable Arthur Andersen fraguaron el engaño más grande: desde hace más de dos años, Enron estaba al borde de la bancarrota.

Dentro de una semana Bush dirigirá su primer informe de gobierno al Congreso. Probablemente sacará a relucir la retórica patriotera que marcó su discurso desde el 11 de septiembre. Pero después de sortear la guerra en Asia central, la presidencia de Bush deberá esquivar un enorme campo minado en su patio trasero.