VIERNES Ť 30 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Evitar el contacto con sustancias tóxicas, el objetivo

La mariguana, esa misteriosa y polémica planta, objeto de disputas y litigios, adorada y temida, medicina de unos y enfermedad de otros, reconquista paulatinamente un terreno legal que le había sido arrebatado hace un siglo, cuando fue prohibida. Holanda ha sido el país precursor en medidas despenalizadoras y continúa representando el Estado más pragmático y transformador en cuanto a legislación de drogas.

En la mayoría de países, a la hora de legislar y castigar el consumo, tenencia, producción, venta o tráfico de estupefacientes, no se diferencia entre drogas duras y blandas, sancionando de igual manera al traficante de mariguana que al de heroína. En los Países Bajos, las leyes distinguen entre las drogas que afectan más la salud del usuario (duras) y las que perjudican menos (blandas). En el primer grupo se encuentran la heroína, cocaína, LSD y éxtasis principalmente, mientras al segundo pertenecen las drogas cannabinoides, es decir, las derivadas de la planta de cáñamo, como la mariguana y el hachís. El consumo en Holanda tanto de drogas duras como blandas no es punible. Es el primer país europeo que despenaliza el consumo de drogas (1976), ya que su política se inclina por no estigmatizar ni perseguir a un toxicómano como si fuera un delincuente. Busca combatir la drogadicción, pero no desde un punto de vista criminal y penal, sino médico y educativo. Esa política está orientada a la prevención y reducción de riesgos individuales y generales del consumo de drogas. En este marco, Holanda cuenta con la más adelantada red del mundo de ayuda gratuita para la desintoxicación de adictos, así como para la mejora de la situación física, síquica y social de ese tipo de pacientes.

La despenalización del consumo de drogas iniciada por Holanda ha sido imitada por otros gobiernos. Actualmente, de los 15 países de la Unión Europea, siete no castigan el consumo personal de ningún tipo de droga, mientras la permisividad es casi total con la mariguana. Sólo Suecia, Francia, Finlandia y Grecia condenan el consumo de cannabinoides.

No obstante, así como las leyes holandesas promovieron la despenalización del consumo de drogas en Europa, continúan castigando la tenencia, aunque también aquí se adopta una política de tolerancia con respecto del resto de los países europeos: la posesión de menos de 0.5 gramos de drogas duras y menos de 30 gramos de drogas blandas es punible, pero no se persigue. Esas cantidades son las toleradas para el consumo personal, dificultando con esta disposición el posible tráfico, actividad penalizada hasta con 12 años de cárcel.

Es en la producción donde la ley se ha endurecido en los últimos años. El cultivo de cannabis está prohibido y la pena máxima para castigarla se duplicó en 1999 de dos a cuatro años. Esta nueva ley tiene como objetivo combatir la producción industrial y evitar la exportación de la mariguana autóctona.

De la legislación holandesa de drogas, el punto que más inquieta a los diputados europeos, el menos secundado por leyes internacionales y el más atractivo para los turistas es la legalización de la venta de drogas blandas. El suministro de drogas tanto duras como blandas es punible pero en el caso de estas últimas existe una política de tolerancia dependiendo de la cantidad. Con el objetivo de evitar que los adictos a drogas blandas entren en contacto con sustancias tóxicas más peligrosas, las leyes holandesas despenalizaron su venta siempre y cuando se cumplan los siguientes requisitos: 1. Sólo se permite vender en los coffeshops (establecimientos que se asemejan a cafeterías convencionales donde se tolera la venta de hachís y mariguana). 2. No se permite vender cantidades mayores a los 5 gramos a la vez por persona. 3. No se permite hacer publicidad de las drogas. 4. No se permite causar molestias al vecindario. 5. No se permite vender drogas a menores de edad, y 6. No se permite una existencia comercial superior a los 500 gramos.

Esta medida ha levantado críticas de varios sectores sociales, políticos y judiciales, los cuales argumentan que la libre venta de drogas blandas favorece el aumento de su consumo. Estudios y estadísticas holandesas no han podido comprobar tal hipótesis, ya que desde que se liberalizó la venta de hachís y mariguana, el número de usuarios se mantiene estable. De hecho Holanda es el país europeo que menos población adicta tiene (13 de cada mil habitantes, frente a un promedio europeo de 26) y menos muertos por sobredosis (en 1991 en se dieron 42 casos, mientras en España cerca de 900).

Toda esta innovadora legislación de drogas holandesa no tendría el sentido funcional que posee sin la presencia de un componente básico: la libre información sobre drogas. En países supuestamente avanzados, como Francia o Estados Unidos, se censuran libros con información sobre drogas y manuales de toxicología bajo el argumento de que esa información incita al consumo.

Contrariamente a esa posición paternalista, en Holanda, a partir de 1993, se han abierto centros de información juvenil (JIP), lugares donde los jóvenes encuentran todo tipo de información respecto de vivienda, subsidios de desempleo, sexo, policía, educación, trabajo y drogas. Ahí la información es un derecho, no una posibilidad. Por otro lado, el NIAD (Instituto Holandés para Alcohol y Drogas) realiza permanentemente campañas de información dirigidas a jóvenes. Otras instituciones son los Safer House, que son centros donde se analiza gratuitamente cualquier droga callejera y se proporciona información al respecto. Los medios masivos de comunicación, las bibliotecas y escuelas desempeñan también un papel de suma importancia en ese sentido.

La desinformación sobre drogas no sólo es inexcusable, sino peligrosa. Dada la experiencia holandesa, las campañas y políticas antidrogas cobran un sentido más efectivo si parten de la información y no de un proteccionismo ingenuo, un encubrimiento estéril y de un anacrónico fatalismo.

(F. LEON Y M. NORANDI)