viernes Ť 30 Ť noviembre Ť 2001
Silvia Gómez Tagle
Impunidad, lastre en la renovación del PRI
En la orfandad que los dejó la pérdida de la Presidencia de la República, 11 mil 500 priístas reunidos en su 18 asamblea nacional deliberaron sobre las nuevas propuestas programáticas y reglas para su partido. Trabajaron simultáneamente durante el largo puente del 20 de noviembre pasado en San Luis Potosí, estado de México, Veracruz, Hidalgo y Guerrero en cinco mesas temáticas: principios y valores, proyecto de nación, proyecto de partido, estrategias políticas y visión de futuro. Cabe señalar que nunca se llegó a una plenaria que reuniera a todos los delegados, pero sea como fuere se tomaron acuerdos importantes que apuntan a la búsqueda de una identidad partidaria, antes subordinada a la dirección, que de hecho recaía en el primer mandatario de la nación en turno, y que desde el 2 de julio de 2000 ha estado vacante.
Después de cuatro días de intensos debates, al final se disiparon los temores de rupturas y violencia, y la asamblea mostró una militancia disciplinada en la que predominó la racionalidad política de los dirigentes. Tanto los dinos como los tecnos parecen haber entendido que la condición para conservar el valioso capital político y material (900 millones aproximadamente para 2002) de que dispone el PRI es mantenerse unidos y contar con un nuevo liderazgo fuerte que permita sustituir en cierta forma la pérdida de la Presidencia de la República.
La intención renovadora se expresó en las políticas de equidad en las que fueron derrotados los dinos, en lo relativo a política económica y en la relación con el gobierno federal, donde se trató de romper con el pasado condenando lo que en otras épocas este mismo partido impulsó.
Pero las definiciones más importantes para el futuro inmediato del PRI, y las que más interesaron a los delegados, fueron las que tenían ver con la renovación de la dirección del partido y la elección de candidatos, las que se discutieron en la mesa de "proyecto de partido".
Desde el registro de candidatos, Roberto Madrazo y sus numerosos operadores lograron controlar esa discusión para desde ahí definir las reglas y los tiempos que más los favorecieran. Para elegir al presidente y al secretario general se decidió el método de elección por votación directa, secreta y abierta a militantes y simpatizantes, eliminando así la atribución del Consejo Político Nacional, donde tiene visibles enemigos; asimismo se mantendrán los candados en las candidaturas de presidencia y gubernaturas; y se definió un calendario muy apretado para efectuar las elecciones, que culminarán con la toma de posesión de la nueva dirigencia el 4 de marzo de 2002.
Estas condiciones dan ventaja a Madrazo, quien ha logrado construir una imagen de "esperanza de resurrección" para su partido gracias a un trabajo de muchos años y a los enormes recursos invertidos, y porque está apoyado en el triunfo indirecto de las últimas elecciones de Tabasco (en una encuesta recibió la opinión favorable de la mitad de los delegados a la asamblea). En cambio, los otros dos candidatos a la vista, Beatriz Paredes y Rodolfo Echeverría, se encuentran en desventaja y sin oportunidad de realizar una campaña a su favor que tenga impacto en la opinión pública ni podrán contar con el apoyo de la Presidencia de la República, como ocurrió en ocasiones anteriores. En este sentido se avanzó poco en la democratización del PRI porque será una elección con resultados previsibles y en cierta forma predeterminados.
Además, con un dirigente autoritario y pragmático como Madrazo, que es una manera elegante de decir que no se detiene en consideraciones de ética política como ha demostrado en su gobierno de Tabasco, y capaz de movilizar enormes recursos materiales, sin importar su origen, la renovación democrática del PRI ciertamente resulta poco esperanzadora.
Y lo más preocupante está en el impacto que esa dirección pueda tener en la transición a la democracia mexicana. Dado que Vicente Fox no cuenta con una clara mayoría en el Congreso, ni siquiera con un apoyo firme del PAN, el tricolor sigue siendo pieza clave para la gobernabilidad del país. Esta situación puede permitirle a una dirección priísta fuerte convertir a su partido en un interlocutor confiable, capaz de negociar importantes concesiones con el gobierno. Con Madrazo a la cabeza del PRI esto puede significar el fortalecimiento tanto de la derecha a nivel nacional ("laica", pero al fin derecha), como del autoritarismo, tendencias ya de por sí presentes en el actual gobierno. Y también cancela la posibilidad del ajuste de cuentas con el pasado y del combate real a la corrupción en el actual gobierno, asuntos que fueron promesas de campaña de Fox y que son de gran importancia para la consolidación de las instituciones democráticas en este momento de transición mexicana.
sgomez@colmex.mx