DOMINGO Ť 25 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

negro_ojeda_2Ť El festival Nuestras revoluciones inició con canto y terminó en baile

Tarde de regresiones musicales, ayer, en el Zócalo

JAIME WHALEY

Las cuentas pendientes, si acaso se tuvieron, quedaron en parte saldadas con las regresiones ocurridas buena parte del día y la noche de ayer sábado en la enorme plancha del Zócalo capitalino, durante el festival Nuestras revoluciones -organizado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México-, ante un amplio espectro de figuras de vigencia actual pero que hace algunos ayeres, de esos ayeres que suman ya casi tres décadas, estuvieron en auge, cuando el mundo era menos globalizado y se le cantaba a la revolución y se hacían compromisos para derrotar a la desigualdad y a la injusticia.

Una baraja plagada de ases en esto del canto, en sus distintas manifestaciones, puso a evocar a muchos e hizo pensar a otros más en que aquello a lo que se cantó ayer es hoy todavía materia de canto, y, desde luego, de lucha, pues en incremento han ido tanto la desigualdad como la injusticia ante la manifiesta incapacidad del neoliberalismo -y gobernantes que lo practican- de acabar con ambos azotes.

Y así, Daniel Viglietti, el cantor uruguayo, abrió la larga jornada que culminó muchas horas después en bailecito. Viglietti se aventó las de batalla y remató con una dedicada a Chiapas, pues dijo que hace poco anduvo por La Realidad, el poblado chiapaneco, desde luego, y aseguró que ahí se hizo más consciente. Luego, ya en descanso, atrapó a Antonio Gómez Delgado, y le exprimió, de seguro, historias y vivencias, al fin nada más ha vivido 101 años. Dicen que es el último sobreviviente de las tropas de mi general Villa.

viglietti_dorado_oscar 1El turno fue para Salvador Ojeda, El Negro, que comenzó con temas jarochos, pues él es de allá, del solar veracruzano, pero luego advirtió a los ahí presentes -que fueron sumándose conforme transcurrió el acto- que en sus inicios fue rumbero y como el acto implicaba remembranzas, se fue para atrás y puso al auditorio a moverse al son de La negra Tomasa y otras más.

Le siguió Sara González, la ancha cubana, que interpretó temas de Silvio y de Pablo entre sus interrupciones breves para reponerse por estar a los 2 mil 240 metros, ''tenía 10 años de no venir'', y las palmas fueron más sonoras.

Mantas de los tiempos de la bola, del Archivo Casasola seguramente, adornan la máxima plaza de esta capital por estos días para dentro de una semana, si acaso, ceder el espacio a la ornamenta de fin de año; pero mientras son de admirarse las históricas instantáneas de Frida y Diego, las soldaderas, el genial Chaplin que, si no revolucionario de metralla, sí causó también revuelo con sus actuaciones. Villa y Zapata, en monumental fotografía mero sobre la desembocadura de 20 de Noviembre, y por allá frente a Catedral, Mohandas y Luther King, un par, separadamente, que tambien hicieron su revolución.

Y por acá en el escenario Tania Libertad y Oscar Chávez se echan a dúo Nunca, nunca, nunca, pensé que me amaras, cómo iba a pensarlo, tan pobre que soy..., en tanto el programa se fue achicando y la noche alargando con Regina Orozco y los Tigres de Sumatra, Salario Mínimo y Salón Victoria, grupos éstos que fueron los del huateque bailador.