DOMINGO Ť 25 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Maldita Vecindad, Panteón Rococó y El Gran Silencio, de lo mejor en el Foro Sol

Vive Latino 2001, sin la fuerza energética de años anteriores

Ť El escenario electrónico tuvo poca aceptación; sólo Nortec avivó un poco el ánimo Ť Falló el sónido en la primera mitad del día; performanceros, graffiteros y bailarines de break, olvidados

PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL

Con mucho ska pero con menos fibra y cohesión energética que en sus dos emisiones pasadas, el festival Vive Latino 2001 dio cabida ayer sábado a unos 45 mil chamacones deambulantes, aunque fiesteros; nada que ver con la vibra que el año pasado generaron Fishbone y los Fabulosos Cadillacs. Claro que hacia la noche la fiesta agarró color con los regios de El Gran Silencio, una vez calentado el tinglado por los chilangos de Maldita Vecindad y Panteón Rococó (combo adorado por los eskatos eslameros, población asistente de más alto porcentaje). Y aunque fue buena la intención, el escenario electrónico fue el menos socorrido: a pesar de que se avivó un poco con el colectivo Nortec, en general le fue difícil competir con el tipa-tupa-tupa del ska aplastante.

vivelatino_jlkeMala onda fue también el que las bandas de la primera mitad del evento, organizado por Ocesa, en el escenario grande (había tres), tuvieran una sonorización deplorable (una pena que grupos chidos como Bersuit y Resorte sonaran tan mal) hasta que llegó Desorden Público, quienes dieron cátedra venezolana de cómo sonar amarrado y afinado, ayudados también por la mejoría en el sonido. Luego vendrían los gabachos de Save Ferris, únicos gringos de este año, que ni muy muy ni tan tan, pues aunque provocaron gran expectativa y audiencia, y tocaron correctamente, estuvieron faltos de ese saborcito latinoamericano; nada espectacular.

La Maldita, Lucybell y Moderatto, de fábula

Momento emotivo de excepción frente a la tibieza general fue cuando la Maldita provocó que el público encendiera antorchas, y sorpresa fue que a José Fors, ex líder de La Cuca, quien debía actuar en el escenario secundario, fuera llevado al escenario central, aunque no logró prender tanto como los intérpretes de Pachuco.

El escenario "B" sonó muy bien siempre, lo cual ayudó a apreciar a propuestas que requieren de un poco más de atención (salvo los horrorosos de Genitállica y Liquits), tales como Joselo Rangel, Lucybell (chilenos aplicados a quienes les fue de fábula), los regios finos de Zurdok o los españoles de Revólver. Moderatto arrancó gritos y sonrisas con sus covers y parodias a la fresesez, clichés y absurdos del rock. La Lupita fue recibida con el cariño y experiencia que dan el derecho de piso y los años, aunque ya suenan un poco estancados.

Y aunque todo empezó al mediodía, a eso de las dos de la tarde las hordas de carnalitos de pelos verdes, dreadlocks, pantalones guangos, piercings por doquier, tenis de rigor, blusitas coquetas, chonguitos y diademas de tela deslavada, seguían llegando al Foro Sol. Sin duda es esta banda de jóvenes la que con su actitud provocadora, acaso crítica, da la verdadera fuerza a estos festivales, pues lleva consigo una actitud neta, en contraste con varios rocanroleros a veces inflados, roqueros veteranos que siguen por pura inercia o seudoroqueros de pose, fresas y cuasiprefabricados. No fallaron las guerritas de envases de plástico, los hornazos de mariguana, un enrejado derribado, los trepadores sobre estructuras, las chavas enseña-tetas y el Encuerado de la Mixhuca, quien revoloteó al viento su noble miembro bajo la silbatina divertida, más entretenida con los desmanes que con los zanqueros y demás performanceros, a quienes muy pocos pelan.

Tal vez los organizadores deberían replantear la cantidad de manifestaciones presentadas, ya que la mayoría de los asistentes vienen casi sólo a oír a los grupos, y hacen muy poco caso a los B-Boys, los bailarines de breakdance, los graffiteros, los artistas de performance, puestos, exposiciones y demás expresiones alternas, muchas de ellas de calidad y por ello desperdiciadas.

Al cierre de esta nota, los escenarios aún aguardaban personajes de gran expectativa, dos expresiones diferentes: reggae con Los Pericos, de Argentina, y el housero DJ Martín Parra.

Un sabor de boca ambiguo, ni amargo ni dulce, queda de la emisión de este año, quizá evidenciando que la industria del rock en español anda medio cucha, falta de propuestas que de veras cimbren, musicalmente hablando; que este año fue bajo en producciones, o que el electrónico y el ska son muy poco compatibles.