DOMINGO Ť 25 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Angeles González Gamio
Los placeres de los mercados
Ya hemos comentado que uno de los placeres más sensuales es hacer un recorrido por un mercado mexicano, tradición que data de la época prehispánica. Su presencia continúa viva, a pesar del embate de los supermercados, con su triste oferta de vegetales; allí se compra una sola calidad de calabaza, cebolla, manzanas, chiles, jitomates y demás productos de la tierra. Si están "feos" se amoló, pues es lo único que hay, pero se lo compensan con la oferta de 20 diferentes tipos de desodorante y, si tiene suerte, hasta algunas marcas gringas, que son iguales a las de aquí pero cuestan el doble; eso sí, están en inglés.
En los mercados hay esa variedad, pero de los productos vivos; en el tradicional de La Merced se brinda el privilegio de poder escoger entre seis diferentes montones de ajos, que van de los pequeñitos amarillos a unos enormes, jugosos, de piel violácea, cuyos dientes semejan, por el tamaño, gajos de mandarina. Esto sucede con todos los artículos; los precios varían de acuerdo con la calidad y frescura.
Ese fascinante lugar data de 1890, año en que el gobierno emprendió un ambicioso programa de construcción de mercados, muchos de los cuales ya existían a la intemperie; surgieron los de San Cosme, Martínez de la Torre, San Lucas, Loreto y el aún célebre de San Juan.
Estos vinieron a sumarse al añejo de El Volador, el de la Plaza de Santa Catarina, el de Loreto, Tepito, Aguilitas, Candelaria de los Patos y varios otros con raíces desde el siglo XVI. El inicio de la pasada centuria vio la modernización de varios de los mercados ya existentes y la edificación de otros nuevos, como el de La Lagunilla, que continúa dando servicio; también se hicieron mejoras en los de San Cosme, Tepito y La Merced. Este, para esas fechas ya se había convertido en el principal abastecedor de víveres de la capital.
Esta vocación le vino a La Merced prácticamente desde la época prehispánica, pues a su vera desembocaba una de las principales acequias, que llevaba a la ciudad las canoas con los productos agrícolas procedentes de Xochimilco, Mixquic y Chalco.
La impresionante edificación, que tuvo mejoras en 1904 y ha sido sujeta de arreglos a lo largo de sus más de 100 años de existencia, cuenta con una nave mayor que mide la impresionante longitud de 400 metros, cubierta de las más suculentas frutas y legumbres, que se expenden en 3 mil 205 puestos. En la nave menor se venden carnes y aves y tiene un anexo de comidas. La rodean el pabellón destinado a juguetería popular y artículos típicos, el de ropa, el de flores y el de dulces; en sus cercanías se encuentran el mercado de Sonora, con sus yerberos, alfarería y animales. Este, al igual que el de Jamaica, se consideran parte de La Merced. Esto era el núcleo de un inmenso mundo de tiendas, bodegas y ambulantes, que ocupaban 26 manzanas del añejo barrio.
Al construirse la Central de Abasto, ese abigarrado universo comercial se descongestionó, al trasladarse los grandes mayoristas al inmenso centro de comercio. No obstante, el viejo mercado y sus satélites continúan prestando un importante servicio, pues su calidad y precios son de los mejores de la ciudad.
Hablando sobre este apasionante tema de los alimentos, el afamado médico Donato Alarcón Segovia, miembro del ilustre Colegio Nacional, organiza unas conferencias tituladas La alimentación de los mexicanos, en la hermosa sede de la institución, ubicada en el antiguo convento de La Enseñanza, en la calle de Donceles 104, en el corazón del Centro Histórico, el próximo miércoles 28, a partir de las 9 de la mañana.
El cartel es impresionante: Miguel León Portilla y Patrick Johansson hablarán sobre la alimentación de los antiguos mexicanos; acerca de la alimentación de los criollos y mestizos en el México colonial disertará Luis Alberto Vargas; Guillermo Soberón nos va a platicar de la alimentación de los actuales yucatecos; Janet Long va a hablar sobre la riqueza culinaria del altiplano mexicano; del valor nutricional platicará Héctor Bourges. Yolanda Trápaga tocará un tema de actualidad: la influencia de la apertura comercial en el patrón alimentario del mexicano actual, al igual que Francisco Bolívar Zapata, con verdades y falacias sobre los alimentos transgénicos.
Siempre es agradable e importante complementar el alimento del espíritu con el del cuerpo, pero al finalizar este evento, es imperativo. Un buen lugar es el restaurante Cicero-Centenario, situado a un par de cuadras, en la calle de Cuba 72, donde ocupa una hermosa casona afrancesada, muy bien decorada. Estuvo cerrado un tiempo y ahora reabre sus puertas, con su tradicional comida mexicana de muy buena hechura.
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