MARTES Ť 6 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Concluyó la conmemoración internacional por los cien años de su nacimiento

La poesía y la música de Agustín Lara dieron sentido a la fiesta entera en Bellas Artes

Ť El esplendor de María Victoria consiguió tener una sala llena a sus pies Ť Exquisitez con la voz de Ramón Vargas al interpretar un danzón con arreglo de Arturo Márquez

PABLO ESPINOSA

Con el esplendor de María Victoria, la voz de Ramón Vargas, la maestría en el beat del danzón de Arturo Márquez y una danzonera jarochísima, culminó en el máximo recinto cultural del país el homenaje internacional que durante intensas jornadas en Cuba, España y Veracruz rindió la memoria del planeta a don Agustín Lara Aguirre y Pino (1901-1970), en su cumpleaños cien.

pecadoDurante dos horas, el fasto rindió momentos de brillantez por igual que lagunas de festival de fin de cursos. Empero, la poesía y la música del homenajeado, ojo meneado, coronó en todo momento y dotó de sentido a la fiesta entera.

El genio del flaquérrimo de orégano se escanció en la sala principal de Bellas Artes con un montaje cuya sucesión de claroscuros lucía la alternancia de figuras en paralelo al agua tibiecita que fluía en todo momento con los versos del tremendo flaco áureo. Un texto declamado por Susana Zabaleta, quien cumplió tareas de maestra de ceremonias y cantante, ofrecía un esbozo de historia o guión entre lugares comunes y algunos aciertos mientras tomaban el micrófono María Victoria, Ramón Vargas, Ela Calvo, Luz Casal y Tania Libertad.

El teatro se vino abajo

A la lista interminable de lugares comunes repetidos hasta el cansancio respecto de Agustín Lara en abono de una leyenda que como toda aquella que se precie de tal es inaprensible, se añadieron más epítetos la noche del domingo en Bellas Artes: ''Los pecados de Lara",''maestro del arte de la seducción", ''amante del lino y de lo blanco", ''impecable pero no sin pecado", ''su manjar predilecto eran los labios de la amada, aunque nunca fuera la misma", ''la música de Lara despierta la lujuria". Pasu.

La segunda canción en el programa fue uno de los momentos mejores de la noche: ''Lo que somos", una rareza si se toma en cuenta el horizonte sesgado que a pesar de la apariencia se tiene de un autor que es mucho más que los temas recurrentes. Una de las mejores voces en la escena operística del mundo entero, la de Ramón Vargas, eslabonó esos versos inaugurales de una noche finamente bella. ''Somos un camino/ somos tan iguales / soñamos lo mismo/ pensamos lo mismo/ decimos lo mismo". Más adelante, el tenor cantó Granada, durante el segmento dedicado a lo que es conocido ya como "la suite española" del flacorro, Oración Caribe, también de la inspiración del flacuncio dórico y un dúo de ensueño con María Victoria: ''yo nací con la luna de plata, rumbero y jarocho, trovador de veras y me fui lejos de Veracruz". Pero el momento de mayor exquisitez musical fue un danzón cantado por este tenor de antología con arreglo orquestal de Arturo Márquez.

vistoria_operaEl homenaje a Lara el flaquillo sin fleco en Bellas Artes devino homenaje a otra de las figuras verdaderas de la cultura mexicana en cuanto la señora María Victoria simplemente se plantó en escena y borró todo en su entorno. Emitió la primera estrofa, hizo una leve guturación felina, un gemido sensual en su fraseo característico y, como dirían los clásicos en una de sus metáforas dilectas, el teatro se vino abajo.

La ovación, el homenaje, la sala llena a sus pies. María Victoria en su esplendor de siempre, en donde no transcurre el tiempo, es decir en el lugar de los artistas verdaderos. "Tengo gaaaaaaanas de un beso", desliza María Victoria las vocales y el pujidito genial, el dejo cachondérrimo de su respiración vocal, el estilo inimitable, su traje de sirena, su envidiada cintura de avispa y su sinuosa idiosincrasia hicieron de la fiesta a Lara una fiesta formidable a su estatura de monumento. Tan dueña de la escena entera y tan soberana que completó, aunque pocos se dieran cuenta, de una manera inmejorable la variedad que quiso dotarse a este homenaje internacional documentando las distintas etapas y estadías de Agustín Lara, porque en el momento en que María Victoria cantó ''y nací con alma de pirata/ rumbero y jarocho/ trovador de veras" lo hizo en medio recitativo con el cantadito característico chilango y sonaba tan coherente todo que la universalidad del flaquérrimo de orégano se alzó aún más allá del bien y del mal, de la miel y del mar, de la piel y del bar y hasta del hastío del pavorreal.

Reaparición de Zeferino Nandayapa

Hubo otros momentos de brillantez, como las intervenciones deslumbrantes de Tania Libertad, la reaparición del mejor marimbista de la historia de México, don Zefer Nandayapa y una danzonera de excelencia que desde un par de balcones laterales encima del proscenio completaron la magia de la música y, como dicen los clásicos pueblerinos, en un de repente estábamos ya no en Bellas Artes sino en la plaza central del puerto de Veracruz escuchando danzones que suenan, como en la infancia, desde el amplio balcón de la plaza de armas junto al malecón y al señor que toca el güiro le rezumba el mango. Brisa de mar, calidez de gente, ubicación exacta en el mismo paraíso. Magnífico homenaje a Agustín Lara.

Como parte del montaje, el flacuncio de hartos kilates y pocos kilitos aparecía proyectado en algunas escenas de sus películas. Como sucedió a lo largo de todo este Festival Internacional Agustín Lara, fue nuevamente evidente la ausencia de su antigua esposa María Félix. También como parte del montaje, se proyectaron breves entrevistas a algunos personajes, entre ellos Plácido Domingo (''Agustín estaba enamorado del amor"), Ninón Sevilla (''era todo una dama"), Chavela Vargas (''era feo pero fino, era suave, no macho, por eso las encantaba a todas) y Cristina Pacheco (''hay hombres que difícilmente son para una sola mujer, Lara era uno de esa clase de hombres").

Hubo también baile flamenco y un entreveramiento de coreografías tan mal logradas que hacían añorar las obras completas de Roberto y Mitsuko (je) o bien las breves epifanías del viejo Blanquita. Apareció, por ejemplo, una Malgré Tout sobre un piano de cola, danzarinas danzoneras como turistas en las olas de Mocambo, parejas de tango semejantes a modelos de catálogo de Sears, escenas de cartonpiedra a pesar del derroche en producción. Pero hubo, en contraste, música y poesía de Agustín Lara, hubo la voz de Ramón Vargas, hubo el esplendor de María Victoria y hubo el embrujo, el hechizo de la liviandad, todo el palpitar de una canción, la divina magia de un atardecer y la maravilla de la inspiración.

Había una vez un Flaco que era de Oro y que cumplió cien años y nunca se murió.