MARTES Ť 6 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ugo Pipitone
Cena en Downing Street
Domingo 4 de noviembre: cena en Downing Street para discutir las modalidades del compromiso europeo en las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán. Anfitrión: Tony Blair; invitados: los jefes de gobierno de Francia, Alemania, Italia, España, Holanda y Bélgica, además de Javier Solana, responsable de la política exterior de la Unión Europea. Anotemos al margen que, excluyendo a Inglaterra, Francia y Alemania, los demás países fueron invitados a última hora para no crear demasiadas irritaciones al interior de la Unión Europea. Inevitables, de cualquier manera, las polémicas sobre el hecho que algunos países europeos, en momentos de crisis, tienden a expropiar la Unión Europea de su (aún frágil) política exterior común. El hecho sustantivo es que durante la cena se habló del mensaje europeo que Tony Blair llevará al presidente Bush en su encuentro del próximo miércoles. La pregunta es inevitable: Ƒquién nombró al primer ministro inglés como representante de la política exterior europea?
Como casi siempre ocurre, uno percibe, aquí también, la distancia entre realidad y necesidad. Frente a la necesidad de que la Unión Europea asuma un perfil más decidido (de responsabilidad y de ideas) en la política internacional, está la realidad: en momentos de crisis, la política exterior europea parecería ser una prerrogativa inglesa informal. Como si en cuestiones estratégicas permaneciéramos anclados al siglo XIX. Como si medio siglo de construcción europea no pudiera pesar políticamente en los asuntos globales.
La tarea esencial del momento es el combate a un terrorismo que, desde el 11 de septiembre, se ha vuelto una amenaza global. Pero, deberían ser igualmente evidentes otras tres cosas. La primera es que Estados Unidos no puede (ni debe) seguir siendo el único policía internacional sin que este país y el mundo paguen costos (económicos y políticos) elevados. La segunda es que cualquier plan de gobernabilidad más o menos democrático para el Afganistán después de la guerra, requiere una máxima cobertura internacional en la que las Naciones Unidas necesitan jugar un papel protagónico. La tercera es que ha llegado el momento de revisar a fondo las políticas globales de combate contra la miseria en el mundo. El terrorismo no es consecuencia de la pobreza, pero sería ingenuo suponer que entre las dos dimensiones no existan relaciones de recíproca alimentación.
Frente al tamaño de estos retos, las cenas en Downing Street no son suficientes. Sin considerar que la política exterior europea no puede ser negocio alemán, francés e inglés sin que la propia empresa europea se debilite con un retorno de flama de antiguos nacionalismos más o menos adormecidos. Europa no puede aislarse de la tarea del combate al terrorismo asumida actualmente por Estados Unidos, pero necesita definir su voz colectiva construyendo sus propios espacios de autonomía.
Las operaciones militares pueden ser necesarias, pero es más que obvio que no son suficientes a crear condiciones de estabilidad política de largo plazo. Ha llegado el momento de comenzar un debate a fondo sobre el actual orden internacional y la indisponibilidad de Estados Unidos acerca del tribunal penal internacional o de los acuerdos de Kioto, revelan resistencias que necesitan ser vencidas para abrir espacios a una geometría internacional más flexible y menos contaminada por intereses hegemónicos.
Inútil esconder la anomalía de la situación actual: enfrentamos nuevos retos globales con instrumentos políticos heredados de un orden internacional que expresa equilibrios pretéritos cargados de rigideces e inercias. En Europa ha comenzado a hablarse de un mini Plan Marshall para el Afganistán de después. Y éste es uno de los temas sobre los cuales es necesario avanzar a través de nuevos compromisos globales. En un artículo reciente, George Soros dice algo importante. En Bretton Woods en 1944, todavía en plena guerra mundial, Estados Unidos y Europa supieron construir una nueva arquitectura global para la prosperidad que vino después. Hoy la tarea es la misma. Y Europa se demora en asumir el papel que le corresponde.