VIERNES Ť 26 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Los habitantes de Termez, cerca de Afganistán, procuran llevar una vida normal
Insiste Uzbekistán en que la ofensiva militar de Estados Unidos no parta de su territorio
Ť Por el Puente de la Amistad podrían ingresar caravanas con alimentos, estima la ONU
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Termez, 25 de octubre. Esta ciudad, ubicada a 708 kilómetros hacia el sur de la capital, Tashkent, es el punto de Uzbekistán más próximo a la frontera con Afganistán, y además reúne las mejores condiciones para convertirse en puerta de entrada de la ayuda humanitaria que requieren millones de afganos.
Ambos países de hecho están separados tan sólo por los cien metros de ancho del río Amudaria. En 1982, para facilitar el despliegue de las tropas y los equipos militares soviéticos en Afganistán, se construyó el llamado Puente de la Amistad, actualmente cerrado, por donde podrían ingresar caravanas con alimentos, mantas, medicamentos y otros artículos de primera necesidad.
El grueso de la milicia talibán, que estaba dislocada del otro lado del río, tuvo que ser reubicada en el frente de Mazer-e-Sharif, a tan sólo 60 kilómetros de aquí, que intenta tomar las tropas de la Alianza del Norte, en este sector al mando del general Rashid Dostum, de origen uzbeko.
No se tienen datos precisos de cuántos milicianos resguardan la ciudad de Jairatón, a escasos kilómetros de Termez, pero se cree que no rebasarán los 500.
En este contexto, y ante la dramática situación de la población civil afgana, en la antesala ya de un crudo invierno, el secretario general adjunto de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el japonés Kenzo Oshima, vino a Uzbekistán con una misión muy concreta: solicitar al presidente Islam Karimov la apertura del puente.
La posición del gobierno uzbeko al respecto, expuesta hace unos días en Tashkent a La Jornada por un alto funcionario de su Ministerio de Relaciones Exteriores, es que el puente permanecerá cerrado hasta que las tropas de Dostum controlen toda la zona contigua de la frontera. Cuando ello acontezca, en opinión de la fuente, será posible desplegar los campamentos para refugiados del otro lado del río Amudaria.
Se dice que es para evitar que, en medio del torrente de desplazados, ingresen a su territorio combatientes de los proscritos grupos de radicales islámicos uzbekos, pero en no menor grado se percibe que preocupa a Uzbekistán la perspectiva de acoger a cientos de miles de refugiados afganos, da-do que su propia población en esta parte del país vive en condiciones lamentables.
Asimismo, Uzbekistán se resiste a que Estados Unidos lance la operación terrestre desde aquí e insiste en que se haga desde suelo afgano. Pide, por tanto, que los estadunidenses redoblen su apoyo a las tropas de Dostum y, una vez que sea tomada Mazar-e-Sharif, estima que ahí podrían instalarse para empezar su ofensiva.
Con estos antecedentes era difícil un cambio drástico de actitud del gobierno uzbeko. La respuesta de Karimov a la petición de abrir el puente, en palabras del propio Oshima, fue "por ahora no".
A cambio, Uzbekistán ofreció concentrar la ayuda humanitaria en Termez y autorizó el uso de su aeropuerto para que, desde aquí, los cargamentos sean distribuidos por la vía fluvial en barcazas que remontarían el río Amudaria hacia las provincias del norte de Afganistán, y por aire con helicópteros que podrían alcanzar fácilmente la parte sur del vecino país.
Lo anterior fue confirmado por el alto funcionario del organismo internacional, quien efectuó esta tarde una breve visita a Termez para inspeccionar el aeropuerto, el puerto fluvial y las bodegas habilitadas por la ONU, en las afueras de esta pequeña ciudad uzbeka.
Oshima, en la sede de la representación que Naciones Unidas tiene aquí, adelantó a un grupo de periodistas extranjeros que en los próximos días llegarán los primeros dos aviones con 80 toneladas de carga humanitaria, la mitad de la cual será adquirida en Uzbekistán.
El funcionario también comentó que de acuerdo con estimaciones de la ONU cerca de 3 millones de afganos viven junto a las fronteras de su país con Uzbekistán, Turkmenistán y Tadjikistán -tres ex repúblicas soviéticas-, y de ellos por lo menos millón y medio son refugiados que requieren asistencia inmediata.
El secretario general adjunto de la ONU reveló que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) cuenta ya con tres depósitos en Termez, en espera de poder comenzar a mandar los artículos de primera necesidad "lo antes posible".
Por su parte, Ramiro Lopes da Silva, miembro de la comitiva de Oshima y representante del Programa Alimentario Mundial, informó que su organización tiene la intención de enviar a Afganistán 16 mil toneladas mensuales de comestibles a través de Termez.
Kenzo Oshima partió con destino a Dushanbé, la capital de Tadjikistán, para entrevistarse con el presidente de ese país, Emomalí Rajmonov.
Del otro lado del río
En Termez la guerra en el vecino país no se ve, se escucha. Sobre todo por la noche.
Apenas oscurece -y este jueves sucedió por espacio de casi cuatro horas-, el inconfundible ruido de los aviones militares antecede al estruendo de algunas de las bombas que caen en el frente de Mazar-e-Sharif.
De día los 110 mil habitantes de esta ciudad procuran, dentro de lo que cabe, hacer una vida normal y quizá ya se acostumbraron a las restricciones que impone el refuerzo de las medidas de seguridad en la franja fronteriza, ostensibles desde que comenzaron los bombardeos de Estados Unidos contra Afganistán.
Desde el destartalado avión para 18 pasajeros, cuando empieza el descenso para aterrizar en el aeropuerto de Termez, el paisaje monótono, escaso de árboles, permite apreciar mejor los tanques, piezas de artillería, unidades móviles de misiles Scud, helicópteros y aviones de combate del ejército uzbeko.
Es el primer cinturón de seguridad, de un total de tres diseñados para repeler una hipotética incursión de la milicia talibán.
En algunas partes de la ciudad incluso es posible acercarse hasta el alambre de púas heredado de la infraestructura soviética, detrás del cual sólo hay una franja minada, torres de vigilancia y soldados en estado de máxima alerta.
Cualquiera que intente tomar una fotografía es visto como potencial espía, y en cuestión de minutos aparece de este lado del alambrado un oficial, al frente de un grupo de soldados, que exige la entrega del rollo.
Con suerte se puede evitar un tedioso interrogatorio de varias horas de duración y hasta una paliza, comentó un uzbeko que trabaja de reportero gráfico para una agencia internacional.
Una veintena de periodistas extranjeros, incluido este enviado de La Jornada, se concentran en el único hotel que hay en Termez, y ocupan por turnos una mesita habilitada junto a la recepción, donde se tiene acceso a una sola línea telefónica disponible en todo el edificio, semivacío y descuidado, con agua dos horas al día.