TEXCOCO, IMPUGNADO
El
anuncio realizado ayer por el gobierno federal en el sentido de que será
en Texcoco, estado de México, donde se inicie la construcción
de la nueva terminal aérea para el valle de México, suscitó
de inmediato reacciones encontradas en diversos sectores económicos,
políticos y sociales. El beneplácito más significativo
provino de la Cámara Nacional del Aerotransporte (Canaero), en tanto
que los rechazos de mayor peso proceden del gobierno de la ciudad de México
y de las autoridades y habitantes del municipio de Texcoco y del aledaño
San Salvador Atenco, aunque las impugnaciones a la determinación
incluyen, además, a legisladores capitalinos de varios partidos,
a diversas organizaciones sociales y ambientalistas y, como era previsible,
al gobierno de Hidalgo, entidad en la cual se proyectaba una propuesta
alternativa de localización del nuevo aeropuerto.
Ciertamente, una determinación de estas magnitudes,
en la cual están en juego miles de millones de dólares de
inversión, miles de hectáreas afectadas, el futuro económico
y ambiental de regiones enteras y las perspectivas de desarrollo urbano
de municipios completos, no podría dejar satisfechos a todos.
Sin embargo, los disensos ante la decisión final
habrían sido mucho más tenues si el proceso correspondiente
hubiera sido conducido con mayor transparencia, sentido democrático
y participativo. Como se señaló recientemente en este espacio,
tales fallas viciaron la solidez y la credibilidad del proyecto y ahora,
a la luz de los disensos ante el anuncio formulado ayer por el secretario
de Comunicaciones y Transportes, Pedro Cerisola, en el sentido de que la
terminal aérea se construirá en Texcoco, dificultan la viabilidad
política de una obra de gran importancia, cuyas virtudes y fallas
seguirán proyectándose mucho después de que termine
el actual sexenio.
Con todo, la edificación del aeropuerto, para ser
exitosa, debe contar con el respaldo mayoritario de las autoridades y de
las poblaciones involucradas, y más allá de la pertinencia
de las razones técnicas esgrimidas ayer por Cerisola, el gobierno
federal tendrá que empeñarse en comunicarlas de manera convincente
a los detractores del fallo, es decir, tendrá que darle a éste
el sustento político del que carece. De otra manera, la obra enfrentará
tropiezos institucionales --como las controversias de constitucionalidad
anunciadas ayer mismo por varios legisladores-- que podrían entorpecer,
prolongar y hasta cancelar su realización. Sería el mencionado
un escenario a todas luces indeseable, porque al margen de divergencias
urbanísticas, ecológicas, económicas y aeronáuticas,
en lo que todo mundo está de acuerdo es en la urgencia de contar
con una nueva terminal aérea para el valle de México.
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