JUEVES Ť 27 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Paco Ignacio Taibo II
La batalla por la historia/ II
ƑY ahora por qué retorna el fantasma de Iturbide?
De verdad, Ƒpor qué los autores del libro de historia para sexto grado que mandamos a la basura, los diputados panistas y el articulista de Nexos estiman a Agustín Cosme Damián de Iturbide?
Iturbide fue un militar realista que durante la primera fase de la guerra de Independencia combatió a los insurgentes. Luego se volvió el adalid del Plan de Iguala y abrió el camino a una independencia negociada que le daría el trono de México a una figura de realeza española.
La derrota de la insurrección de la plebe de Hidalgo, la derrota de Morelos, la derrota de Mina y Pedro Moreno, diez años de terrible guerra civil, le abrieron la puerta a esta salida descafeínada del proceso independiente.
Porque no se trataba de un militar realista español que por azares de su lugar en la sociedad se haya visto envuelto en decisiones que descendían por la cadena de mando. Iturbide era un criollo y cuando se sumó a las fuerzas realistas para combatir los intentos independentistas de Hidalgo y Morelos, lo hizo como voluntario, como parte de las tropas territoriales.
Hizo a los insurgentes guerra de exterminio, arrasando pueblos, fusilando patriotas, encarcelando mujeres por el hecho de ser parientas de insurrectos.
Tan sólo en su época como coronel a cargo de las guarniciones del Bajío y jefe del ejército del norte, si se leen cuidadosamente los tres tomos que en su día publicó el Archivo General de la Nación, que contienen su correspondencia y diario de guerra, pueden encontrarse reseñados centenares de fusilamientos de guerrilleros insurgentes sin juicio alguno.
El 29 de octubre de 1814 Iturbide pasaría a la amplia historia de la ignominia realista al promulgar un bando según el cual daba 72 horas para que las esposas e hijas de insurgentes se unieran a sus maridos, donde quiera que éstos se hallaren, amenazando con la detención a las que no lo hicieran.
Como resultado de este bando más de un centenar de mujeres de Pénjamo, del rancho de Barajas y de otros puntos de Guanajuato fueron encarceladas durante cuatro años, varias murieron de enfermedades en las prisiones, otras fueron violadas por los soldados, algunas perdieron a sus hijos; fueron tratadas como rehenes y bajo amenaza de ser diezmadas si sus parientes seguían combatiendo.
Y quedaría corto el balance de las actividades de Iturbide si nos limitamos a seguir los acontecimientos militares de 1814 a 1816, si no se menciona el escándalo financiero en que se vio envuelto.
En la medida en que como jefe militar de la zona controlaba la vigilancia armada de los convoyes, sistemáticamente acosados por las partidas insurgentes, Iturbide se convirtió en comerciante con ventaja. Transportando el azogue que se necesitaba para el beneficio de la plata, hacía llegar a sus mulas antes que las de la competencia y lograba así mejores precios. Se volvió monopolizador del algodón y del grano, comprando a través de intermediarios cosechas que como jefe militar obligaba a vender so pretexto de que podrían caer en las manos de los insurgentes; detenía convoyes o los distraía para subir los precios de algún producto o provocar escaseces. Y así, en paralelo a su correspondencia militar con el virrey, un río de cartas y notas firmadas por Iturbide y destinadas a sus agentes recorrió el Bajío, sugiriendo que se permitiera sembrar a los pueblos rebeldes para luego expropiarles la cosecha, pidiendo cuentas a un arriero, moviendo a sus emisarios para que el azogue llegara a Guanajuato antes que el de otros, vendiendo arrobas de chile a precio de inflación que él mismo provocaba, comerciando en algodón comprado a precio obligado para que los insurgentes no se "lo llevaran", organizando providencias para evacuar maíz...
Estas actividades provocaron la protesta de algunas de las casas comerciales más conservadoras de la región, entre ellas las del conde de Rull y las de Alamán, lo que provocó que el virrey llamara a Iturbide a juicio en abril del 16, y aunque luego lo exonerara con el argumento de que como no era militar regular podía comerciar, lo dejó sin mando de tropa hasta años más tarde.
En resumen, este militar sanguinario, reaccionario y transa, que en sus memorias decía de Hidalgo y los primeros insurgentes que "desolaron al país; destruyeron las fortunas, radicaron el odio entre europeos y americanos, sacrificaron millares de víctimas, obstruyeron las fuentes de la riqueza...", será para algunos el hombre que logró la independencia de México.
Este es el Iturbide que en 1821 proclamó el "Plan de Iguala proponiendo que la Nueva España se liberara del dominio español", un plan que daba fin a la cruenta guerra civil, pero que proponía una independencia monárquica en la que el trono de México se ofrecería a un borbón español, y en la que los contenidos sociales del ideario de Morelos estaban ausentes: una independencia que sugería el olvido de once años de guerra civil y sus razones.
Un Plan de Iguala que al tornarse gobierno independiente, constituyó un poder con militares realistas, miembros de la alta jerarquía católica y gachupines ricos.
Este es el Iturbide que algunos quieren rescatar: el secuestrador de la independencia, el gran consumador de la independencia light, el gatopardo nacional, que incluso había elegido la independencia como un mal menor ante la nueva promulgación de la Constitución liberal española.
Construida sobre la derrota militar de los primeros insurgentes, esta independencia de cartón pronto habría de dar lugar al Imperio. Imperio con Congreso primero, sin Congreso al fin, en cuanto Iturbide pudo librarse de él y disolverlo encarcelando a varios de los diputados. Una independencia que colaboró a la desintegración posible de la América española y violentó la separación de México y América central.
Entiendo que al foxismo le interese el personaje, le interese y mucho el gran artífice de una transición en la que todo cambiaría para que todo quedara igual.
Entiendo también a los historiadores reformistas que están construyendo una historia nacional entendida no como un nudo de pasiones y conflictos violentos, en los que la revolución, la revuelta popular, no necesita justificaciones, porque se justifica en sí misma y en las condiciones materiales que la producen; que quieren una historia nacional vista como una vieja obra de teatro donde los comportamientos de cada cual son sujetos de explicación mediocre, donde todos tienen razón y razones, donde no hay causas ni partidos, culpables o inocentes. Una historia donde todo es material para la concordia y la componenda, donde no hay que buscar la identificación del presente en el pasado, la continuidad de las voluntades o la herencia.
Uno los entiende, pero no está dispuesto a comerse el chocolate envenenado que andan vendiendo.