JUEVES Ť 27 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť El Kremlin podría tener un pretexto para endurecer su política en el Cáucaso del Norte
La guerra en Chechenia, convertida en "elemento de puja" entre la coalición antiterrorista
Ť Sólo un combatiente rebelde ha respondido al ultimátum de Putin de entregar las armas
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 26 de septiembre. La guerra en Chechenia, desde el momento mismo en que Rusia hizo oficial su participación condicionada en la operación estadunidense ahora rebautizada como Libertad Duradera, deja de tener un significado particular, dramático de suyo, y se convierte en elemento de puja entre los miembros de la coalición antiterrorista.
De ahí la importancia que se concede, más fuera de Rusia que dentro, al ultimátum que lanzó el presidente Vladimir Putin a los rebeldes chechenos para deponer las armas en un plazo de 72 horas, pues lo único que va a cambiar, a menos que suceda un milagro, es que el Kremlin tendrá un pretexto adicional para endurecer su política en el Cáucaso del Norte.
A un día de que venza el plazo, cada una de las partes involucradas hace su juego y evidencia que no hay arreglo posible cuando las declaraciones sólo sirven para demostrar que rusos y chechenos, sin escatimar saliva, están hablando de cosas diferentes.
Para las autoridades rusas, lo dicho por Putin tiene una sola lectura posible y esta es la rendición incondicional de los combatientes chechenos. Ya los emisarios del presidente ruso en Chechenia se encargaron de precisar que el ultimátum ni siquiera incluye una amnistía general y quien tenga manchadas las manos de sangre tendrá que responder ante la justicia.
El presidente checheno, Aslan Masjadov, a su vez, hizo oídos sordos al ultimátum y quiso escuchar en las palabras de Putin una invitación a negociar la paz, a partir de una condición irrenunciable: el retiro completo de las tropas rusas.
Junto con estos desencuentros deliberados entre el Kremlin y la dirigencia rebelde, encasilladas las figuras más prominentes de ésta en la lista de "terroristas internacionales", la desconfianza es un factor que más allá de las declaraciones revela con toda claridad cómo percibe la población de Chechenia el ultimátum. No es la primera vez que se hace un planteamiento similar y se tiene muy presente que muchos de los que aceptaron deponer las armas desaparecieron poco después sin dejar rastro.
Pero, en este caso, más que la tradicional desconfianza, está siendo determinante la falta de información. Sin electricidad, televisión ni radio, muy pocos chechenos se ha enterado siquiera de la exigencia de Putin y, apenas hoy, el ejército ruso empezó a distribuir, en helicópteros, volantes que nadie cree.
El resultado, hasta el momento, es que la cifra de rebeldes que decidieron deponer las armas asciende a un solo combatiente, un joven que se entregó esta mañana, y la situación difícilmente cambiará en las próximas horas.
Mientras tanto, el presidente Putin continúa muy activo en su visita a Alemania en un aparente doble frente, que en realidad es uno solo: ofrece apoyos a la coalición antiterrorista y trata de conseguir que el principal socio europeo de Rusia modere sus críticas y aumente los márgenes de comprensión hacia la política del Kremlin en Chechenia.
El ministro de Defensa, Serguei Ivanov, titular del "grupo especial" instituido por Putin para coordinar los detalles de la colaboración de Rusia en el golpe contra el régimen de los talibán, hizo hoy lo propio, al reunirse con sus colegas occidentales en Bruselas, en la sede misma de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN).
Ivanov llegó al extremo de decir que no descarta que Rusia ingrese a la OTAN, pero lo dijo sin comprometer una respuesta clara: "Yo nunca excluyo nada, la verdad en este momento no se ha hablado de eso; el mundo cambia ahora mucho más rápido que hace 10 o 15 años", comentó el ministro ruso de Defensa.
Tanto Putin como Ivanov insistieron en que Rusia no enviará tropas a Afganistán. El mandatario ruso, en un desayuno con directores de medios alemanes, manejó esta razón: "No lo haremos porque para nosotros sería lo mismo que Estados Unidos volviera a combatir en Vietnam".
Al mismo tiempo, 25 mil soldados rusos están preparados para defender la frontera de Tadjikistán, en caso de que la ofensiva de la Alianza del Norte, opositora al régimen de los talibán, fracase.
Por lo pronto, este miércoles se reunieron en Moscú los jefes de los estados mayores de los ejércitos de Rusia y las otras ex repúblicas soviéticas, signatarias del Tratado de Seguridad Colectiva, para discutir eventuales acciones conjuntas en el contexto de la operación Libertad Duradera en Afganistán.
Una de estas acciones podría ser la decisión de crear una "fuerza de despliegue rápido" en Asia central, a emplear en caso de que los combates se extiendan al territorio de Tadjikistán.
De las repúblicas de la antigua Unión Soviética, Turkmenistán y Uzbekistán también tienen frontera con Afganistán, pero sus gobiernos parecen alinearse más con Washington que con Moscú y, quizás por ello, no participaron en la reunión de jefes militares celebrada en esta capital.