martes Ť 25 Ť septiembre Ť 2001

 Alberto Aziz Nassif

La guerra y la incertidumbre

Si la televisión mostró la inmediatez de una destrucción que llenó de horror al mundo, la prensa, el análisis y la investigación nos muestran, de forma experimental, las razones y las explicaciones de lo que sucede con la actual crisis mundial. Se necesita un esfuerzo para superar el simplismo ideológico, que necesariamente reduce el mundo a buenos y malos, y a polarizaciones mecánicas de corto plazo, así como para comprender un fenómeno complejo y de largo aliento.

La historia lejana. Los atentados terroristas del 11 de septiembre no surgen de la nada, tienen una larga historia. Se pueden fijar dos antecedentes históricos que no explican de forma mecánica lo que pasó con las Torres Gemelas y el Pentágono, pero sin ellos tampoco es posible entenderlos: uno es, ciertamente, el arreglo que después de la Segunda Guerra Mundial creó el Estado de Israel en Palestina, el cual, como dice José María Ridao, estuvo "articulado en torno a la idea de que existe una nación milenaria definida fundamentalmente por un credo (lo cual) marchaba en la dirección exactamente opuesta a la que emprendieron los aliados en suelo europeo como medio para garantizar la paz" (El País, 22/9/01). Desde ese entonces prácticamente no ha habido paz en esa región y ha sido fuente permanente de conflicto que envenena las relaciones entre el mundo árabe y Estados Unidos. El otro se refiere a la política estadunidense de alianzas e intereses que se ha mantenido desde 1945 con el mundo árabe: cuando el presidente Roosevelt pactó con el fundador del régimen saudita moderno, el rey Saud, protección a cambio de acceso al petróleo, se fraguó, según Michael Klare, una alianza mediante la cual Estados Unidos cuida un "régimen autocrático y totalitario que no permite ninguna expresión pública de disidencia. No hay Constitución ni una declaración sobre derechos civiles, no hay partidos políticos ni libertad para la prensa o para reunión, no hay Parlamento" (La Jornada, 22/9/01).

La historia cercana. En estos días de incertidumbre se ha contado muchas veces la historia de Osama Bin Laden y la manera en que combatió, con el apoyo estadunidense, a la entonces Unión Soviética por la invasión de Afganistán hace 20 años, y cómo con la Guerra del Golfo, en 1991, en contra de Irak, empezó el giro de enemistad hacia Estados Unidos. Durante la década de los noventa hubo una escalada de ataques hacia intereses estadunidenses, perpetrada por grupos islámicos radicalizados (World Trade Center, en 1993; y posteriormente a las embajadas en Tanzania y Kenia, y al navío USS Cole), casi de forma simétrica a los bombardeos que Estados Unidos hacía en Irak y al apoyo a la política bélica de Israel. ¿Explica esta situación los atentados del 11 de septiembre? ¿Se trata de las piezas del mismo rompecabezas?

La crisis actual. La paradoja no deja de sorprendernos. En un mundo globalizado que superó la fase bipolar de la guerra fría, en el que la tecnología de la información ha transformado los intercambios de información, mercancías y personas, y el horizonte posmoderno parecía ofrecer un mundo que dejaría atrás las guerras, de pronto descubrimos que estamos montados en un escenario bélico indeterminado, donde la confrontación no es entre Estados ni por territorios, sino frente a redes y sectas radicalizadas que han declarado "una guerra santa". El más mínimo acercamiento a la zona de conflicto, protagonizada centralmente por Afganistán, muestra un país medieval que vive y respira por una cultura religiosa y guerrera que tiene a miles y miles de combatientes dispuestos a dar la vida en contra de Estados Unidos. No se trata de que el régimen talibán proteja a terroristas como Bin Laden, sino que el país está organizado con la misma lógica de esas redes radicales de islamismo. ¿Cómo entender una guerra si no hay Estado ni territorio, y sobre todo, como dice Umberto Eco, "nos enfrentamos a individuos que se matan ellos mismos" (La Jornada, 23/9/01).

¿Qué viene? El mapa de la zona de conflicto en Medio Oriente está cruzado por varios flecos de un tapiz que se empieza a deshacer: Estados Unidos necesita curarse las heridas del 11 de septiembre, pero simultáneamente tiene enfrente un enemigo complejo, que se mueve en redes secretas y se asienta en decenas de países. Es claro que la lucha contra el terrorismo será de largo plazo y, sobre todo, más que una guerra convencional será un trabajo de inteligencia; con esta crisis resulta indispensable pensar estratégicamente en el mediano y largo plazos del conflicto, es decir, en las fuentes de un extremismo islámico creciente, lo cual apunta a generar una nueva política de Estados Unidos y sus aliados en el Medio Oriente, empezando por el conflicto árabe-israelí. Ť