MARTES Ť 27 Ť MARZO Ť 2001
Ugo Pipitone
Cavallo, el economista
Argentina está otra vez en el centro de la curiosidad internacional. En esta ocasión las razones son dos: el cuarto de siglo transcurrido desde el golpe militar del 76 y el retorno al gobierno de Domingo Cavallo. Sobre el golpe, es asombroso registrar lo cerca que estamos siempre, colectivamente, de la barbarie que habíamos, supuestamente, removido. Tan asombroso como el hecho que la barbarie asuma a menudo las vestiduras de una encendida moralidad religiosa: hace 25 años en Argentina, ahora en Afganistán. Pero dejemos a un lado estos temas que obligan a una mirada doliente sobre la fe y sobre los ejércitos.
El tema de hoy es Cavallo, el artífice de la exitosa lucha contra la hiperinflación a comienzos de los noventa. Alrededor del economista argentino se ha construido un aura de sabiduría y de infalibilidad que hace pensar a veces en una versión moderna del brujo medieval. Y si a eso añadimos que el propio Cavallo parece entregado con singular entusiasmo a la promoción de la propia imagen, se tiene la impresión de asistir a un rito arcaico. Una sociedad que no puede construir convergencias políticas reformadoras, está condenada a entregarse a personalidades que encarnan una eficacia de tintes casi mágicos.
ƑNo será que el economista encarna hoy un conocimiento esotérico cuya complejidad es sinónimo --en la conciencia y en la confusión colectivas-- de verdad? El economista como científico-brujo que arreglando tasas marginales de impuestos, retocando aranceles, modificando reservas legales o tipos de descuento, reconduce a la vida cuerpos económicos que parecían agonizantes. Ahora, con su Ley de Competitividad, Domingo Cavallo promete el milagro: recuperar por el lado de la reducción de los costos la imposibilidad (política) de romper la paridad sagrada dólar/peso argentino.
Incluso en tiempos de cambios fijos (antes de 1973), el Fondo Monetario Internacional aceptaba la modificación del tipo de cambio de una moneda si su economía sufría desequilibrios fundamentales. ƑEs posible imaginar una economía con más desequilibrios fundamentales que la argentina? Hagamos un listado reductivo: precios internos anormalmente elevados, alto déficit fiscal, desempleo crónico, baja recaudación tributaria. El único desequilibrio ausente aquí es el de las cuentas externas. Y eso, en lugar de ser una bendición, es una desgracia. Expliquémonos.
Un país en vía de desarrollo es casi por definición un país en déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, en parte por sus todavía escasas capacidades competitivas y, en parte, por la necesidad de importar bienes de capital que aún no puede elaborar por su cuenta. Y que requiere importar por su modernización productiva. Bien, desde 1997 las exportaciones argentinas están virtualmente congeladas en alrededor de 26 mil millones de dólares. Y en una situación de este tipo es evidente que la recesión es la mejor fórmula para evitar graves desequilibrios externos. Así que el tipo de cambio fijo (uno a uno) entre dólar y peso argentino parecería requerir la recesión para evitar desequilibrios comerciales excesivos vía incremento de las importaciones.
El otro grave problema es la reducida recaudación tributaria. Y aquí Cavallo acaba de introducir, como fórmula compensatoria, un impuesto de 0.6 por ciento sobre cuentas corrientes bancarias. Además de vislumbrar la posibilidad de encargar a empresas privadas la recaudación fiscal. El adelgazamiento de la administración pública será, finalmente, la fórmula para reducir el gasto público y enfrentar problemas endémicos de ineficacia, burocratismo y corrupción en las instituciones públicas. Para realizar estas reformas, Cavallo exige una delegación de facultades del Congreso al Ejecutivo, o sea, en materia económica, a él mismo.
Pero lo verdaderamente grave es que la incapacidad del presidente De la Rúa para emprender las reformas fiscales, cambiarias y monetarias que el país requiere, significa ahora entregar el poder real a un individuo que, para aceptarlo, requiere además poderes absolutos. Moraleja: Argentina sigue siendo el país en que la izquierda no entiende las necesidades de los equilibrios macroeconómicos y la derecha no entiende que una economía es, antes que nada, una red de relaciones, o sea, una sociedad. Mientras los dos sigan así, habrá espacios para redentores al estilo de Cavallo.