Ť Padre e hijo abordan en un libro la vida de Tagliacozzi, el primer cirujano plástico
La belleza es, ante todo, un imperativo moral para los Ortiz Monasterio: Poniatowska
Ť El médico boloñés se abrió paso entre tinieblas y supersticiones, dice Hugo Hiriart
MONICA MATEOS-VEGA
La belleza es ante todo un imperativo moral, tanto para el cirujano plástico Fernando Ortiz Monasterio, como para su hijo Pablo, dedicado a la fotografía, consideró la escritora Elena Poniatowska la noche del martes durante la presentación del libro Dolor y belleza, que devela la personalidad del primer gran cirujano reconstructivo, Gaspare Tagliacozzi.
Puente entre dos épocas
Acerca del médico boloñés que en
el Renacimiento profesionalizó un oficio hasta entonces ejercido
en la clandestinidad por los barberos, los Ortiz Monasterio
realizaron un libro que recupera no sólo la historia
de una ciudad, Bolonia, Italia, sino que crea un puente entre dos épocas.
Realizado por Landucci Editores, el volumen fue dado a
conocer en el Palacio de Bellas Artes. Asistieron los autores, Hugo Hiriart
y Poniatowska
quien habló del Tagliacozzi que es descrito en el texto, un hombre
cuyo ''canon era la belleza, y ataviado con sus mejores galas iba por la
vida buscándola en el rostro de los demás, en los cuerpos
ajenos y en las líneas de la
arquitectura de Bolonia. Si veía a un hombre con
un hoyo en la cara, inmediatamente le ofrecía pegarle una nariz.
Se dedicó a investigar cómo reponer narices mutiladas, orejas
cercenadas, labios echados a perder".
Puntualizó que el médico renacentista, alejado
de la superficialidad con la que a veces suele ligarse el tema de la cirugía
plástica, ''se abocó de manera profunda y estricta a una
ciencia, una investigación,
una cirugía de altísima calidad que rompió
esquemas, abrió nuevos espacios y fundó una escuela de cirugía
reconstructiva".
Espera de 20 años
Poniatowska recordó que el libro, con un texto de Fernando Ortiz Monasterio y 60 fotografías de Pablo, tuvo que esperar 20 años para concretarse. Acerca de las imágenes consideró que se trata de ''naturalezas muertas. (Pablo) agrandó pequeñas tallas, imprimió a plana entera caras muy chicas para darles mayor dramatismo. Procuró retratar el dolor que hoy desconocemos gracias a los analgésicos. El lenguaje de las imágenes va construyendo una atmósfera que culmina en el grito frente al bisturí.
''También hay fotos de la Bolonia actual, de parejas amorosas de los años noventa, que caminan entre los mismos arcos por donde pasó Tagliacozzi entre una operación y otra. La fotos de Pablo Ortiz Monasterio están muy elaboradas, a sus reproducciones les pone brillos y texturas, enfatiza una columna, el músculo y la anatomía de un cuerpo, el canto de un libro, y conduce a sus contemporáneos hacia el detalle que quiere destacar.
''Recupera los rasgos monstruosos del dolor, cada uno
de los primitivos instrumentos quirúrgicos y trabaja sus fotografías
artesanalmente para envolver en un
halo de misterio rostros grises y columnas apagadas.
En cierta manera actúa, también, como un cirujano plástico.
Las fotos de Pablo son una prueba de que lo
que rencarna no es el alma sino la voluntad y el talento
de los individuos."
Hugo Hiriart, a su vez, añadió que las fotografías ''le dan al texto robusta e inusitada vitalidad. ¡Qué época!: un médico ejemplar como Tagliacozzi, abriéndose paso entre tinieblas y supersticiones, y sin embargo es emocionante apreciar que su orientación era tan correcta y bien encaminada y su vida tan ejemplar, da gusto que haya habido gente así, ¡qué época!".