JUEVES Ť 22 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Consenso del Foro Cultura y Economía: apoyar las artes alienta el progreso

Breve paisaje de Suiza, país de bodas óptimas entre la iniciativa privada y la cultura pública

Ť La identidad nacional es una realidad en la que democracia es sinónimo de esplendor

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Berna, Suiza. Escenas de un matrimonio: Al igual que otros hoteles, además de algunos restaurantes, cafés, lugares de tradición y de prosapia en Suiza, el inmueble, bello de vista, de nombre y de paisaje, se llama Bellevue. Bellavista. En la Salle du Casino de este monumento nacional se realiza una sesión de trabajo que es al mismo tiempo ágape, comida, recepción. Entre vinos y viandas exquisitos, se suceden en el uso de la palabra funcionarios federales, cantonales, municipales, internacionales e inclusive policías de lujo, como el señor Valentin Roschacher, célebre en México por el caso del hermano incómodo.

''He preparado para ustedes y he importunado los lugares junto a sus platillos ?anuncia Peter Betts, el de la voz en turno? con sendos ejemplares de una edición que publicamos y cuyo contenido es el proyecto cultural que anima a Berna. Verán en la portada ?advierte el BERNA 2orador? que hemos sobrepuesto el mapa de Berna sobre el de Suiza. Esa es nuestra visión de la cultura: la identidad.''

Sirven viandas, vierten vinos, se animan las conversaciones. Ahora toca el turno del señor Valentin Roschacher, quien es en la actualidad procurador del Ministerio Público de Suiza y extiende sus conceptos y delinea generalidades acerca de su trabajo, que consiste en combatir el mal. ''Crime'', es la palabra que pronuncia. Hace un apartado gentil en su oratoria, para comentar el proyecto que acaba de exponer su antecesor en el uso de la palabra. Suelta, directo: ''Ese proyecto estaría muy bien para otro país, porque por lo menos yo no estoy de acuerdo con eso de sobreponer el mapa de Berna sobre el de Suiza''.

Cuatro idiomas oficiales

A mi derecha, Peter Betts, autor del proyecto cultural así cuestionado, responde:

?En este salón hay funcionarios que exponen, algunos, sus proyectos en francés, otros en inglés, otros en alemán, pero todos tienen injerencia en la cultura suiza ¿Cómo llegan a estos acuerdos tan sedosos entre funcionarios locales, cantonales y nacionales, siendo todos al mismo tiempo iguales y distintos?

?La verdad, debo confesar que hay un momento que todo es confusión.

Estas escenas describen de alguna manera la complejidad detrás del esplendor de la cultura suiza, que constituye un matrimonio feliz de culturas. Cuatro idiomas oficiales (francés, alemán, romanche, italiano) más otras lenguas autóctonas también reconocidas oficialmente, además la multiplicidad étnica por inmigraciones continuadas forman situaciones tales como escuchar en un colegio ginebrino 35 idiomas sonando al mismo tiempo, producto de 60 nacionalidades.

Desde el mirador del Hotel Bellevue, en la capital suiza, la perspectiva es muy completa. El grupo de periodistas mexicanos invitados por la Fundación Presence Suisse para conocer por dentro la cultura de este país inmenso dentro de un territorio breve, tiene acceso directo durante una semana a escenas, situaciones, paisajes, museos, ensayos, instituciones de vario linaje.

El contraste es abierto: por igual Roschacher hablando de lavado de dinero que un ensayo con la legendaria Orquesta de la Swisse Romande, Michel Plasson al frente, que una larga visita a las instalaciones de la industria Serono, epígono de la supremacía suiza en el negocio farmacéutico y la investigación en biogenética, que un paseo por los paisajes de Vevey, campiña paradisiaca donde yace un pueblo entrañable: Simplon, tierra natal apócrifa de todos aquellos arquitectos de nuestros propios chascarrillos simples, o bien chistes malos, como se prefiera. Ciudadanos de Simplon del mundo, uníos.

A los lugares comunes acerca de Suiza (bancos, vacas, relojes, et al) se van sumando, a lo largo de trayectos incesantes, cambios de escenografía tan repentinos como deslumbrantes, la realidad de una identidad cultural donde democracia es igual a esplendor y, como definió el filósofo suizo Jean Starobinski, el dinero bien gastado.

Paraíso del consenso

Como pocos ámbitos en el orbe, la discusión sobre los dineros públicos se termina en un principio que en otros países suele regatearse: el Estado no esgrime pretextos para desatender su deber de financiar la cultura. Los dineros que sí se regatean, pero siempre se dan sin hipocresías ni remilgos, son los de la iniciativa privada. La reflexión continua acerca de la participación de los detentadores del poder económico en los ámbitos donde se genera aún mayor riqueza cultural, es una realidad contundente en Suiza. Los logotipos en los programas de mano de los conciertos, los créditos en los boletos para la ópera, la presencia del dinero en la cultura es inversamente proporcional a lo que en los países de gobiernos globalifílicos, como México, es usura, mezquindad, nada a cambio de todo, favores a políticos, exención de impuestos, etcétera. El Foro Cultura y Economía, realizado en días recientes en Montreux, definió el tema: los empresarios tienen interés por financiar la cultura en aras de su imagen pública y para contribuir a ''una apertura favorable al crecimiento de la economía del país''.

Los conflictos culturales son evidentes en un recorrido por cinco ciudades importantes (Ginebra, Lausanne, Berna, Lucerna, Zurich). Tal dialéctica tiene evidencias contundentes. La Fundación Pro Helvetia, por ejemplo, ejemplifica a la perfección el maridaje capital estatal-privado. Esta fundación suiza para la cultura destina 30 millones de francos suizos anuales bajo el consejo de 30 miembros que deciden la política cultural de Pro Helvetia y que, entre otros resultados, mantiene a 30 orquestas profesionales, cuartetos de cuerda, una actividad teatral sin reposo, producción fílmica exuberante y una producción en artes visuales que ata, el conjunto entero, las generaciones. Igual se menciona a Giacometti y al alumno que acaba de ingresar a la Escuela de Artes de Lausanne.

Todo en Suiza asemeja la concordia del paisaje, el repujamiento decorativo y la magia invisible de su arquitectura, el sentido humanístico propicio a la creación. Es el paraíso del consenso y matrimonio feliz de las culturas que por diferentes se vuelven igualitas y conviven.