La Jornada miércoles 29 de marzo de 2000

Emilio Pradilla Cobos
Tres candidatos, dos políticas

De los cinco candidatos que compiten por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal sólo tres tienen posibilidades reales de ganar la elección: Jesús Silva Herzog, del PRI; Santiago Creel Miranda, del PAN-PVEM, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD-Alianza por la ciudad de México.

Con el fin de entender la política que cada uno de ellos propone para la capital, y que hará realmente quien llegue al poder, es necesario establecer la relación que guarda con los candidatos a la Presidencia por las respectivas alianzas o partidos, qué proponen y cuál es la postura, aunque traten de tomar aparente distancia con ambos.

Ello es más claro si tenemos en cuenta las múltiples relaciones aún existentes entre el Gobierno del Distrito Federal y el Poder Ejecutivo federal, que los llevarán a aplicar una política igual si son del mismo partido, o una relativamente opuesta si son de distinto signo político. Así vistos, en realidad los tres candidatos expresan sólo dos políticas distintas.

Silva Herzog, de la mano del PRI y Labastida Ochoa, propone la continuidad de las políticas que han aplicado los tres últimos gobiernos federales: una versión salvaje del neoliberalismo, adecuada a los problemas locales, que privilegia la acción de los grandes capitales nacionales y trasnacionales, sobre todo al financiero especulativo e inmobiliario, también propugna la privatización creciente de los espacios y los servicios públicos, recorta el gasto público social y deja de lado la atención de los sectores sociales más golpeados por su propia política económica.

En caso de ganar el PRI la Presidencia de la República se anudarían nuevamente las relaciones de subordinación al autoritarismo presidencialista, discrecionalismo, corporativismo y corrupción, que marcaron la historia de las regencias antes de la toma de posesión del gobierno democrático capitalino, en diciembre de 1997.

Es imposible olvidar que la crisis en la que aún se encuentra sumida la capital fue el legado que dejaron varias décadas de hegemonía priísta, y que no es posible que en un poco más de dos años, y frente a las presiones del poder federal, resolver los agudos problemas que dejaron décadas de políticas priístas.

Creel Miranda, independientemente de su aparente autonomía y de su muy reciente panismo, va de la mano de Fox y el PAN. Aplicará, sin ninguna duda, esa versión populista de derecha del neoliberalismo salvaje que Acción Nacional y Fox han compartido, apoyado y votado junto con el PRI durante los últimos tres gobiernos. A ella sólo le añadirán el toque reaccionario, clerical, represivo de las libertades individuales, la otredad y el pluralismo cultural, que han aplicado hasta el cansancio los gobernadores y alcaldes panistas hasta ahora.

Una muestra clara de la naturaleza del panismo y su candidato presidencial, a la que no podrá escapar Creel Miranda aunque sí lo quisiera, es el espectáculo deplorable de su campaña, salpicada de actos histriónicos de mal gusto, palabrería chocante de marketing de empresa refresquera trasnacional, y lo que es más peligroso aún, de continuas contradicciones de fondo en su discurso, que se adapta demagógicamente, como camaleón, a los auditorios, haciendo que el votante firme un cheque en blanco al sufragar por la Alianza por el Cambio, entregando a un personaje que dista mucho de cumplir los requisitos mínimos de un hombre de Estado en el México moderno, acercándose más a la figura de un caudillo.

Creel Miranda no podrá aplicar una política distinta a la de Fox si ambos ganaran los puestos a los que postulan, o si él conquistará la jefatura de gobierno y Labastida la Presidencia.

López Obrador, por su parte, expresa una política de continuidad y profundización del cambio iniciado por el gobierno de Cárdenas y Robles en el Distrito Federal.

Junto con Cárdenas proponen un nuevo rumbo para México, cuyos ejes son: el rescate de la soberanía nacional; una inserción equitativa en la mundialización; el cambio de régimen político para abrir las puertas a la transición democrática en el país y la capital; la modificación sustancial de la política económica, para que los beneficios del crecimiento lleguen a toda la gente; la recuperación de la responsabilidad social del Estado, para revertir el acelerado empobrecimiento de la mayoría de la población, y el otorgamiento de la soberanía local al Distrito Federal, al convertirlo en un Estado más de la federación. Es la única política distinta a la del PRI-PAN, de cambio en beneficio de todos los capitalinos y mexicanos.

Por todo lo anterior, los llamados al "voto útil" que hacen el PAN y Fox son un engaño, y pecan de ingenuos quienes lo asumen. Lo que está en juego en el país y la capital no es sacar al PRI del poder o el cambio de estilos y personas, sino la liquidación de un régimen político caduco, el cambio de la antisocial política económica y social neoliberal, y la construcción de un México y un Distrito Federal para todos sus habitantes.

Sólo la Alianza por México, Cárdenas y López Obrador tienen la política, la historia y la voluntad para echarlos a andar con la mayoría de los mexicanos. Los capitalinos no pueden cometer el error de volver al pasado que con justa razón derrotaron aplastantemente hace menos de tres años eligiendo de nueva cuenta a un priísta.

Menos aún pueden pasar de la vanguardia del cambio político, social y cultural en que han convertido a la capital, haciendo una regresión hacia la derecha autoritaria, clerical, que no es igual a católica, intolerante, gatopardesca, que encabezan Fox y el PAN.

El único voto útil y democrático es el que corresponde con los intereses objetivos y las opciones ideológicas y políticas de cada votante y su sector social, aun si se pierde, y el resultado sólo será conocido el 3 de julio, pues las encuestas que hoy conocemos no reemplazan ni pueden predecir el resultado de la elección.