La ronda de los debates

* Adolfo Sánchez Rebolledo *

La ronda de los debates electorales ha comenzado. Acudiendo a la invitación expresa de los grandes capitanes de industria, como antes se decía, tres de los seis aspirantes al gobierno del Distrito Federal se enfrascaron en una discusión muy comentada de la que dejaron literalmente fuera a Alejandro Ordorica del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), a Marcelo Ebrard del Partido de Centro Democrático (PCD), y a Tere Vale, representante de Democracia Social.

Se dijo, como para justificar la exclusión, que la invitación de los industriales y el acto mismo eran "privados", de tal modo que sólo iban los que ellos querían. Están en su derecho, quién lo duda, pero difícilmente podrán decir que ése fue un acto equitativo y democrático.

Lo grave sería que la fórmula tripartidista y excluyente quisiera repetirse con cualquier pretexto en el debate entre los candidatos presidenciales. Pero el riesgo existe. Con argumentos propios de un promotor de espectáculos, algunos diseñan programas, alternantes y horarios sin consideración alguna hacia el contenido mismo de las discusiones ni al pluralismo real de la sociedad mexicana.

Con demasiada frecuencia se olvida que los debates, si algún sentido tienen es ofrecer a la ciudadanía un punto de comparación entre las respuestas de los candidatos a los temas de interés general y no un concurso de popularidad semejante a los que ofrecen los medios de entretenimiento todos los días. Sin embargo, los preparativos continúan, al igual que las campañas, conforme a la mercadotecnia que así entiende la democracia: que si primero Fox con todos y luego de tres en tres. ƑQué les pasa?

No se trata de eso, desde luego. La mera expresión de las habilidades verbales de los candidatos no es suficiente para decidir qué le conviene o no al país. Hay que hacer un esfuerzo por que la competencia electoral sirva para que se discutan a fondo las cuestiones que hoy preocupan a la nación y, sobre todo, las propuestas de gobierno. Si los encuentros no sirven para que las ideas se presenten y se conozcan mejor los programas, Ƒquién quiere otra ración extra del mismo circo?

Se ha pedido que el Instituto Federal Electoral sea quien se encargue de estos debates, pero esta propuesta tiene un mal planteamiento de origen. La ley señala que el órgano federal electoral solamente organizará tales encuentros a petición de los candidatos que se pongan de acuerdo para ello, de tal modo que la responsabilidad para que se lleven a cabo debates representativos de la pluralidad corresponde a los mismos candidatos y sus partidos. Es a los candidatos y a nadie más a quien toca no excluir a nadie.

Se repite con insistencia digna de mejor causa que una discusión entre seis candidatos sería engorrosa y poco atractiva, pero ésta es una suposición que no se sostiene conociendo a los protagonistas. Al contrario, el debate tendría que remontar el bajísimo nivel que ya se está haciendo costumbre para dar entrada a un examen completo de las opciones de cada quien.

El tema, pues, no es el número de los participantes; el tiempo para las exposiciones y las réplicas puede ajustarse, pero lo fundamental es asegurar la calidad de la discusión. Ya es hora de que los debates políticos comiencen a distinguirse por los asuntos que se ponen en el tapete atendiendo a las exigencias de una ciudadanía que busca salir del cretinismo mercadotécnico en el que algunos se sienten extraordinariamente cómodos.

Ojalá en los próximos meses prevalezca la sensatez y el buen sentido común en la organización de los debates. *