* Dolores Padierna *

El papel especulativo del BdeM

Mucho más que la Secretaría de Hacienda, el Banco de México es el que ha alimentado de tecnócratas al sistema político mexicano. Así lo confirman los nombres de Miguel Mancera Aguayo, Carlos Ruiz Sacristán, Guillermo Ortiz Martínez, José Sidaui, Eduardo Fernández, Javier Arrigunaga, Francisco Gil Díaz, entre otros; se trata de personas altamente compenetradas, al grado del fanatismo, con la ortodoxia monetaria inventada por Milton Friedman.

Sin embargo, a diferencia del ideólogo del neoliberalismo, que nunca dudó en aplicar mano de hierro en las leyes antitrust y antimonopolio, sus discípulos mexicanos en aras de alcanzar puestos relevantes en el aparato de Estado, se han convertido en siervos dóciles para salvar al sistema de los desastres propiciados por la vasta red de complicidades características de la elite empresarial mexicana, bajo el amparo de la más absoluta impunidad. El Fobaproa es el ejemplo máximo, sin olvidar Ficorca y ahora el IPAB.

Durante la crisis financiera mundial de 1998 propiciada por el derrumbe de las economías asiáticas y del colapso ruso, el Banco de México salió impúdicamente, una vez más, al auxilio de los bancos que sin aprender las lecciones del rescate bancario, siguieron especulando con una supuesta caída de las tasas de interés; los banqueros estimaban que las tasas se detendrían hasta alcanzar un nivel ligeramente por debajo de 15 por ciento, pero equivocaron enormemente los cálculos: las tasas rebasaron 40 por ciento ese año, con consecuencia catastróficas para el sistema financiero.

Con la complacencia de las autoridades y la perspectiva de tasas bajas, los bancos mexicanos y extranjeros, a través de sus tesorerías y sus mesas de dinero, se pusieron a especular comprando papeles de alto riesgo financiero, adquirieron grandes cantidades de valores gubernamentales y bancarios de mediano y largo plazo.

En julio de 1998, cuando las compras de papeles con fines especulativos estaban en su apogeo, estalló la crisis mundial y las tasas de interés repuntaron salvajemente y no pararon hasta alcanzar niveles arriba de 40 por ciento; esta alza de tasas significó que los precios de los papeles se colapsaron; Banorte, por ejemplo, perdió más de 12 millones de pesos.

Otro caso muy grave fue el de la Casa de Bolsa Bankers Trust que perdió más de 140 millones de pesos, y dadas las dificultades de su matriz derivadas de sus posiciones en bonos rusos y sus préstamos corporativos en Asia decretó el cierre de la Casa de Bolsa y se vendió a Deutsche Bank.

En diciembre de 1998, mientras la Casa de Bolsa perdía enormes cantidades de dinero, su director general, Adalberto Palma, reunía en su casa a la elite financiera y a los altos funcionarios de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) con el fin de anunciarles que contaba con la aprobación del PRI y del PAN en el Senado para que lo nombraran vocal del Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB). Ya no había nada que temer, este partidario de la economía casino, el destructor de la Casa de Bolsa Bankers Tgrust, sería uno de los cuatro vocales del IPAB. Adalberto Palma cuenta con los afectos del presidente Zedillo por sus vínculos en el Banco de México, y está enterado de todo el operativo Fobaproa porque participó de él, de tal manera que sería una garantía para los intereses del grupo reunido esa noche peculiar. Se permitió así la especulación.

Lo inadmisible también fue que las autoridades permitieron que bancos intervenidos participaran en el juego de la especulación, notoriamente Inverlat, un banco intervenido con una historia de corrupción impresionante que ha costado al país cientos de millones de dólares; este nuevo quebranto de Inverlat no afectaba al Banco Nueva Escocia, ya que Eduardo Fernández, presidente de la CNBV, les había garantizado la constancia del valor de sus capitales invertidos ante riesgos de mercado, por esa razón especuló alegremente y en forma irracional con la mesa de dinero y la tesorería, finalmente los costos serían pagados por el IPAB, recién aprobado por los grupos parlamentarios del PRI y del PAN.

El nuevo quebranto bancario implicaba un costo de 52 mil 465 millones de pesos, y ante la emergencia, el Banco de México salió presto a apoyar a los bancos en dificultades ofreciéndoles el mecanismo de swaps de tasas, es decir, el banco aceptaría hacer fijas sus tasas a cambio de recibir flujos a tasa variable. Este salvavidas es un mecanismo que sirve para limitar pérdidas a la banca derivadas de la fluctuación de tasas.

Sin embargo, se trató de un acto sumamente discrecional y exclusivo para la banca, a nadie más se le auxilió ante los efectos perniciosos de los incrementos en las tasas de interés.

Los rescates de la banca violan flagrantemente los postulados de la doctrina de Milton Friedman, no va con las enseñanzas de libre mercado; el maestro del neoliberalismo se hubiera avergonzado de sus alumnos ante el defectuosísimo manejo del Banco de México, que no se orienta por teoría alguna sólo por intereses del sector que representa Guillermo Ortiz Martínez al frente de él.