UNAM XXI

 

* Luis Linares Zapata *

Armados con los resultados de su consulta y plebiscito, cada uno de los actores en el conflicto universitario se disponen a confrontar sus visiones y posturas para una salida a la insoportable huelga que aqueja a la máxima casa de estudios del país. El rector dio un paso aventurado al llevar sus intenciones hasta la explanada de CU. Un gesto ejemplar que trató de darle forma, aunque sea con este inicial gesto voluntarioso, al mandato que emana del plebiscito y también de la consulta: finiquitar la huelga. Los activistas del CGH, plantados detrás de las barricadas, lo esperaban. Diálogo fue la palabra una y otra vez repetida pero ausente, porque no se expusieron las nuevas condiciones para llevarlo a cabo. De parte de la rectoría se exige levantar la huelga y abrir la universidad al trabajo cotidiano y normal. Los paristas repitieron lo de siempre: la discusión basada en el pliego petitorio y sus seis puntos indeclinables.

Se dibujan entonces los escenarios factibles que pueden formularse hacia adelante. El primero, y que se cobija detrás de la pregunta incontables veces formulada aquí y acullá: Ƒy ahora qué sigue? Interrogante que remite, casi por imperio, a un supuesto y una consecuencia. El supuesto es la probada e irredenta intransigencia de los ultras y la derivada es la acción de fuerza (policiaca y judicial). Muchos son los que ven a esta pareja como una secuencia inseparable y otros más hasta la plantean como deseable. Pero esta ruta tiene opositores formidables. El PRD y sus aliados son algunos, le siguen influyentes núcleos de la comunidad universitaria, el presidente Zedillo, el rector De La Fuente y amplios segmentos de la sociedad. Las consecuencias de seguir tal atajo son tan nebulosas como ciertas las premoniciones de un problema posterior de mayor envergadura.

El segundo escenario, una vez descrito el anterior, conduce a reincidir en el ya agotado método de confrontar la propuesta del rector con el pliego de los paristas. A ello se añaden ahora las actuales condicionantes, entregar instalaciones, abrir la UNAM a su vida activa y el renovado apoyo de la consulta a los seis puntos famosos. El tercero y adicional escenario se visualiza con mayor viabilidad. Su conformación parte de celebrar asambleas simultáneas y en cada una de las escuelas, tal y como lo han planteado los huelguistas llamados moderados, cercanos y apoyados por el PRD.

Las asambleas emplearían mecanismos internos connaturales al conflicto, los mismos que se usaron para darle legitimidad y, por lo tanto, de idéntica validez. Para asegurar su cabal éxito se cuenta con varios argumentos de contundencia. El básico se refiere a lo ya logrado: los cambios sustantivos respecto de las posturas iniciales que desataron el conflicto. El asunto de la educación pública y gratuita es el punto central conseguido. Esa disputa ya se ha cerrado y la ganaron los del CGH y su intransigencia. La burocracia universitaria será la perdedora y, con ella, la hegemonía oficial sobre los cerrados órganos de gobierno. Una práctica democratizadora más intensa y extendida ha sentado reales. También el Congreso resolutivo se ha aceptado. Y éste es el punto neurálgico a futuro. Precisar algunos contornos del mismo es prudente para introducir los equilibrios que se exigen y no repetir anteriores prácticas viciadas. De la Fuente sabe muy bien y por experiencia directa, que tratar de controlar mañosamente un congreso, tal y como se hizo en el pasado, es incubar un nuevo y destructivo conflicto. Similares consecuencias tendría el no respetar las conclusiones que se han de plantear en su seno.

La celebración de asambleas simultá-neas y en cada una de las escuelas es la secuencia natural que puede desencadenar posteriores acciones efectivas para reanudar labores. El mandato plebiscitario es sólo el punto de partida. Hace falta concitar a la acción consecuente y movilizadora que desate nudos. Es preciso doblegar las tonterías irresponsables de aquellos activistas obcecados, de uno y otro bando, que tratan de nulificar la voluntad de la mayoría expresada en ambos ejercicios de auscultación. Una mayor participación tanto en la consulta como en el plebiscito hubiera sido deseable tratándose de una comunidad que se supone informada, consciente y preocupada por un conflicto que le afecta a profundidad su curso normal de vida. Pero lo sucedido ha sido suficiente como para dejarse oír. No es posible ignorar lo conseguido por cada una de las partes del diferendo, la emergencia de la comunidad universitaria y la incuestionable trascendencia de la UNAM. El pliego petitorio tiene justificadas bases para existir y la respuesta de rectoría puede aún refinar sus puntos gruesos. De la energía, capacidad y determinación para montar tales asambleas depende que se neutralicen las fuerzas extremas que llevarían por falsas puertas y pesares adicionales. *