Emilio Pradilla Cobos
Anclarnos en la izquierda
Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD a la Jefatura de Gobierno del DF, en la toma de protesta a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial de la Alianza por México, hizo un llamado importante a su partido y sus aliados: "Debemos anclarnos en la izquierda. Posicionarnos bien en lo que somos diferentes. No hacerlo sería desdibujarnos, perder fuerza e identidad. No es tiempo para el zigzagueo político. Las circunstancias exigen definición". Dar contenido a esta frase, con múltiples implicaciones, significa precisar qué debería ser la izquierda mexicana hoy.
El PRD ha minimizado el debate programático sobre la sociedad que quiere construir, que es mucho más que la respuesta coyuntural a las coyunturas políticas. La sociedad mexicana y mundial ha sufrido grandes cambios en las últimas décadas, que impactan la estructura económica y social, la vida cotidiana, las aspiraciones y la conciencia política de la gente, lo que quiere para hoy y mañana; la izquierda tiene que responder políticamente a ellos, proponiendo opciones nuevas para resolver sus complejas contradicciones. Ello supone dar alternativas para todos los actores, estructuras, procesos e instituciones económicas, sociales, políticas, culturales, ambientales y territoriales, que sustenten la viabilidad de lo propuesto para los sectores populares que son su sujeto histórico.
Puesto que el neoliberalismo ha concentrado hasta límites insospechados el poder, la riqueza y la información, y agraviado a casi todos, el programa de la izquierda tiene que incluir a la gran mayoría de los sectores sociales; ser universal. Democracia participativa, equidad distributiva, justicia social e inclusión, hechos proyectos concretos, son derechos de todos que deben respetar todos, no sólo la porción más agredida por el actual régimen político y su política económica. Sólo así sería viable garantizar las políticas prioritarias que exige el mejoramiento sustancial de la situación de los condenados y excluidos por el modelo económico y social vigente.
Para la metrópoli del Valle de México habría que proponer un proyecto que integre a todos sus componentes, incluidos los territorios, actividades y sujetos del poder, que imponen su hegemonía a los demás, para construir la regulación social que los haga servir al interés colectivo de toda la ciudad y sus habitantes. Las acciones focales prioritarias de equidad e inclusión, serán viables sólo con el aporte de toda la estructura urbana y sus actores. No basta una política gubernamental voluntarista para el futuro; se requiere una política pública democrática para la acción colectiva, con énfasis en los sectores excluidos que la izquierda quiere privilegiar.
La modernidad actual, excluyente e injusta, ha cambiado las necesidades y deseos de la gente, aún de la más pobre; todos quieren vivir distinto y mejor y es su derecho. Habría que diseñar un futuro mejor para todos, donde el mejoramiento global, pero redistributivo, permita avanzar más rápido a los sectores más atrasados. Han cambiado también los instrumentos para el desarrollo socioeconómico, de difusión de la cultura y el mensaje político; la izquierda tiene que utilizarlos eficazmente y definir políticas para su democratización. Una nueva izquierda debe dejar atrás el pasado; conservar sus principios, pero responder al presente y anticipar el futuro, que exige proyectos y no acepta frases gastadas y sin contenido real. Tiene que innovar y ser sujeto de un cambio trascendente.
Si se lucha contra el régimen político de partido de Estado y su neoliberalismo salvaje, hay que erradicar --también internamente-- los métodos y prácticas que lo caracterizan: autoritarismo, corporativismo, clientelismo, patrimonialismo, corrupción, sectarismo, lucha de grupos de interés. Construir en el debate democrático un proyecto de sociedad moderna, un partido unido en torno a él y ordenadamente organizado que pueda representar seriamente a la mayoría de la población, sobre todo a los explotados y oprimidos, y abanderar su esperanza. Sus candidatos tienen que estar a la altura del proyecto y responder a sus requerimientos y los de la sociedad compleja de hoy; no basta el apoyo de bases clientelares o grupos de presión internos, pues para ganar necesitan el voto de amplios sectores sociales. Las elecciones del 2000 exigen el cambio en la izquierda y son su ocasión; pero de no darse, podrían ser el escenario de un fracaso histórico.