Claudia Sheinbaum Pardo
Política energética alternativa
El cambio repentino de la dirección de Petróleos Mexicanos (Pemex) refleja la manera en que el gobierno concibe a la política energética, y con ello al petróleo y a Pemex.
Desde hace más de dos décadas, la política energética ha estado orientada por una visión de corto plazo de las prioridades gubernamentales, así como por lineamientos de liberalización gradual y progresiva de los mercados energéticos hacia una integración creciente a Estados Unidos. En consecuencia, los programas y políticas del sector energía han carecido de una visión integral de largo plazo que busque cubrir las necesidades de la demanda bajo una lógica de desarrollo soberano y sustentable.
Algunas de las consecuencias de esta visión han sido: la reafirmación de la explotación de los yacimientos petroleros orientados a cubrir las necesidades de divisas sin una política racional de largo plazo; la conformación de México como exportador petrolero por excelencia de la región, y principal y seguro surtidor del mercado estadunidense; la circunstancia mediante la cual México se convierte en exportador de crudo y en un creciente importador de derivados del petróleo; el abandono del desarrollo de la industria petroquímica; el impulso a las tecnologías basadas en gas natural sin la garantía del suministro nacional de este hidrocarburo; o el impulso de una propuesta de reestructuración del sector eléctrico sin sustento técnico ni visión de largo plazo.
Esta visión ha demostrado sus enormes limitaciones. En el caso de Pemex, a poco más de seis décadas de la expropiación, las funciones estratégicas que le fueron asignadas están en riesgo de no cumplirse. El balance de los tres más recientes lustros presenta una empresa descapitalizada, en donde los ingresos petroleros se destinan a atenuar las presiones que asfixian las finanzas públicas (léase Fobaproa-IPAB), obviando la discusión de lo que deberían ser las prioridades nacionales y los destinos de la renta petrolera.
Esta visión inmediatista de los recursos energéticos ha demostrado sus limitaciones y sus riesgos. No es posible que se siga concibiendo la riqueza de la nación con una visión tan limitada. Se requiere de una percepción distinta que busque rearticular el eje central de lo que debiera ser la política energética nacional: seguridad en el suministro de largo plazo de los recursos energéticos necesarios para el desarrollo sustentable del país, bajo la condición de fortalecer la soberanía sobre los recursos naturales y construir una verdadera vocación industrial, integral, moderna y competitiva en las empresas energéticas mexicanas, como complemento necesario a su naturaleza pública, función que debe ser conservada y reforzada.
Sólo desde una perspectiva integral de largo plazo, que brinde autonomía y control social de las empresas energéticas, el destino de Pemex dejará de estar en el capricho y en la visión individual de un gobernante.