La Jornada lunes 27 de diciembre de 1999

CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Veláquez

Ť La fiesta en La Maraka
Ť Un aviso para aspirantes

En esta fechas, dicen los que han vivido, las pasiones se exacerban y los odios y los amores rompen sus límites para manifestarse con toda su fuerza.

Esto, que por sabido no debería pasar inadvertido en alguien versado en conocer las vivencias y las pasiones políticas, se le fue de las manos al delegado en Venustiano Carranza, Iván García Solís; un viejo comunista a quien le ganó el poder; es decir, es de esos que se trepan al papel celofán y se marean, no obstante los principios.

Así cuando menos se lo hicieron sentir sus trabajadores, los empleados de esa delegación.

Mala suerte la de aquella demarcación a la que le llovió sobre mojado. Es tanta la desgracia, que se le ha comparado con la situación en Tabasco, porque después de Ramón Sosamontes, un funcionario de doble fracaso, el primero en la Venustiano Carranza y ahora en Iztapalapa, le tocó por esos azares de la política Iván García. Total, después de la tormenta, la inundación.

Y esto que podría ser mera especulación se prueba con hechos irrefutables, sacados de la experiencia de un par de delegados incapaces y sin futuro... político, desde luego.

Resulta entonces que para celebrar la Nochebuena y la entrada al 2000, la subdelegación jurídica y de gobierno decidió contratar el salón La Maraka, y allí, entre copas y sonrisas, se pensó, los trabajadores, para quienes estaba hecha la fiesta, serían felices y olvidarían los dos años y fracción de humillaciones e injusticias creadas por el binomio de la incapacidad: Sosamontes-García Solís.

Y todo parecía ir sobre algodones. El salón se llenó de empleados de todas las instancias delegacionales, y de verdad corrió el vino, las sonrisas y los abrazos, y la alegría se metía entre la memoria cansada de los trabajadores.

Pero ya empezada la fiesta, Guadalupe Chavira de la Rosa, la subdelegada, hizo su aparición.

La gente llenó de silbidos de admiración a la funcionaria, en su primeros pasos, luego, conforme fue avanzando, los sonidos se convirtieron en una silbatina insultante y la gente tornaba en euforia sus ataques.

No fue bastante, la funcionaria, que no escuchó las maledicencias, pretendió hacer un discurso, y otra vez los chiflidos le hicieron abandonar sus intenciones. Entendió la imposibilidad de cambiar el ambiente, muy desfavorable para esos momentos.

Los insultos, las agresiones no llegaban hasta la mesa del delegado o, tal vez la prepotencia, heredada de Sosamontes, hacía sordo a Iván, quien de pronto se puso de pie y se dirigió hasta el lugar de los discursos para lanzar su perorata a los empleados de la Venustiano Carranza.

Y así lo hizo, sin culpas, sin vergüenza, sin temor. Habló de cualquier cosa, de esas prescindibles para los empleados mal pagados y subutilizados, y también para los otros, esos imposibilitados para ver a su delegado, que como el otro, se encerraron en su despacho y desde el ostracismo pretendieron gobernar.

En fin, García Solís se lanzó al ruedo y empezó un discurso interrumpido a cada palabra por los silbidos majaderos, pero como el delegado insistió, la música de viento se convirtió en proyectiles.

El delegado fue abucheado, pero además los trabajadores y sus familias empezaron a lanzarle cubos de hielo sin mucha puntería, pero con mala intención.

Nadie sabe si García Solís terminó de hablar o cortó el discurso, porque nadie lo escuchaba.

Había unanimidad, los trabajadores dieron, sin necesidad de encuestas, la calificación al delegado.

Habrá quien diga eso sin duda, que los empleados de la delegación son priístas, y que el hecho debe incluirse al rechazo partidista y nada más.

No obstante, hay muchos trabajadores perredistas que asistieron a ese baile. Unos y otros manifestaron su repudio a una forma de gobierno inaceptable por torpe.

Se acercan, a paso apurado, las elecciones delegacionales, y el PRD deberá buscar entre los ya probados y los fracasados, quienes deben repetir.

No son muchos. Se habla, por ejemplo, de Laura Itzel Castillo, en Coyoacán; de Legorreta, en Cuauhtémoc, a quien se le ven tamaños para más y de otros dos, cuando mucho.

Pero hay quienes suponen que, por ejemplo, Sosamontes debe seguir en el gobierno, y para ellos, para esos que se tratan de engañar, la fiesta navideña del 17 de diciembre en La Maraka deberá enseñarles algo.