La Jornada domingo 26 de diciembre de 1999

Néstor de Buen
ƑSesenta años de exilio?

Efectivamente el exilio español comienza en 1939. El 1o. de abril de ese año Franco publica el último parte de la guerra: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Los soldados de la República y muchos que no eran soldados, venían cruzando la difícil frontera de los Pirineos con destino, la mayoría, a los vergonzosos campos de concentración de Francia. Algunos, unos cuantos lograrían embarcarse en Alicante y salvar su vida de la represión absoluta que ejerció Franco sobre los vencidos. En México, la llegada a Veracruz del "Sinaia", me parece que el 13 de junio de 1939, con mil 681 pasajeros, iniciaría el exilio masivo que de otra manera, y bajo condiciones distintas, comenzó en 1937 con la llegada a Morelia de casi 500 chiquillos, los desde entonces conocidos como "Niños de Morelia" cuyas aventuras y desventuras forman parte de la leyenda.

En la primera etapa, la formación en México de escuelas españolas: el Instituto Luis Vives, la Academia Hispano Mexicana y el Ruiz de Alarcón: la integración de centros políticos y regionales del exilio mismo y la intensa actividad política con vistas al regreso a España, además de una lucha personal por la vida, difícil y sin demasiadas esperanzas, caracterizaron la actividad de los refugiados.

En 1945, la decisión de las Naciones Unidas de levantar el embargo decretado contra Franco (y muy lamentablemente instaurado contra España que sufrió las consecuencias), fue la segunda derrota del Exilio (volvimos a perder la guerra) que había soñado y para ello se habían batido los españoles republicanos en múltiples campos de batalla, que la derrota de nazis y fascistas traería como consecuencia la liberación de España.

Después vino un largo proceso en el que se empezaron a diluir las actividades políticas en beneficio del progreso personal, pero sin abandono de la idea fundamental de rescatar España. Al calor del triunfo de Castro en Cuba se formó en México el "Movimiento español del 59" encabezado por Xavier de Oteyza y Federico Alvarez (narrado con gracia particular por Elena Aub) que elevó las esperanzas, sin duda las últimas, de un regreso a España en medio de las furias más encontradas de los diversos grupos políticos: anarquistas, socialistas, comunistas, republicanos, etc. El Ateneo Español se convertía en campo de batalla.

La posibilidad de volver a España se alejaba en lo colectivo, en tanto que muchos exiliados suspendían su sentencia: no voy mientras viva Franco, pero volvían no para reconocer sino conocer España, en aquellos años aún subdesarrollada y en cierto modo primitiva. La muerte de Franco, špor fin! el 20 de noviembre de 1975; la coronación de Juan Carlos de Borbón como rey de España y la Constitución de 1978, redactada por una ponencia multipartidista y aprobada por consenso consagraron la democracia en España que mucho le debe al Rey y a Adolfo Suárez.

En 1982, el PSOE triunfó en las elecciones y en el ya mermado Exilio se renovaron las esperanzas de un nuevo protagonismo en la historia de España. Títulos no faltaban aunque la desaparición física de los viejos dirigentes de la República entregara la estafeta a la tercera generación, los que "hicieron la guerra" en los campos de batalla.

Pero la España democrática tuvo poca memoria. Los que se fueron, que no habrían sufrido las angustias de la hambruna de los años cuarenta (eso decían muchos de los que se quedaron), no merecían formar parte de la política de España. La directiva joven del PSOE había arrancado el poder en Suresnes, cerca de París, a la que se formó en México. El Exilio era, en cierto modo, la oposición.

Yo digo que en ese 1982 sufrió el Exilio la tercera y última derrota. Y también digo que afortunadamente fue así. Porque pudimos abrir los ojos a nuestro entorno inmediato, dejar archivadas las viejas historias y empezar a participar activamente en lo que sin que muchos se dieran cuenta, era nuestra verdadera vida, política y de la otra: México.

Como narra Santiago Genovés en el precioso cuadernillo Soy de aquí y soy de allá (noviembre 1999), exiliados quedamos muy pocos. Y yo diría, para ser preciso: ex exiliados quedamos muy pocos. La cuarta y última generación, de la que Santiago y algunos más son notables representantes ya andamos entre los setenta y los ochenta y de los un poco más viejos sólo hay unos cuantos, entrañables. Y también acabo de decir: el Exilio murió en 1982. Hoy, en España, es sólo tema de exposición y recuerdos arrepentidos. Y entre nosotros, de bellas añoranzas.