Guillermo Almeyra
Il signor D'Alema, maromero di qualitá
Massimo D'Alema, ex estalinista hijo de estalinista, ex dirigente del Partido Comunista Italiano (PCI), se arrepintió sin necesidad de ir a Lourdes o a Canossa, con sólo escuchar las opiniones de la Casa Blanca y de la City londinense, a las que consultó apenas elegido primer ministro y como primer e indispensable paso. Tras haber participado en la disolución del PCI y en la conversión de éste en el Partido de la Izquierda Democrática (que se autodefinía "socialista europeo") y, posteriormente, en su transformación en Partido de los Demócratas de Izquierda (cuyo referente es el partido de Clinton o el laborismo "renovado" de Anthony Blair), el ex comunista y ex socialista convertido en liberal-socialista Massimo D'Alema sucedió a Romano Prodi, líder de la alianza del Olivo, que estaba a su izquierda y que había mantenido su mayoría con la abstención de Refundación Comunista, hasta que este partido le votó en contra. D'Alema, por lo tanto, formó gobierno recurriendo a una escisión estalinista de Refundación Comunista que, a cambio de un ministerio y de varias otras posiciones gubernamentales, apoyó un gobierno que, de centroizquierda, había pasado a ser de centro y aplicaba alegremente la política neoliberal. D'Alema metió así a Italia hasta el cuello en la agresión contra Yugoslavia y la colonización de Albania y Kosovo, intentó rebajar las jubilaciones de los viejitos, resolvió pagar con fondos de todos las escuelas católicas y enfrentó a los estudiantes que defienden la escuela pública, D'Alema dio nuevo impulso a las privatizaciones. Pero eso no fue suficiente y tuvo que embarcar en la mayoría al grupo derechista de Francesco Cossiga, ministro del Interior cuando Aldo Moro fue asesinado, ex presidente de la República que atacaba continuamente la Constitución y, sobre todo, por decenios y según confesión propia, hombre de la CIA y miembro de un grupo clandestino llamado Gladio que pretendía impedir por la violencia un eventual triunfo electoral del PCI. D'Alema formó así, sin problema alguno, un gobierno de centro-derecha. Pero su amor no fue correspondido y Cossutta, aliado con la sombra de la sombra de lo que había sido el diminuto Partido Republicano y con los restos de los socialistas de Bettino Craxi (refugiado en Túnez pues la justicia lo busca por ladrón), derribó hace una semana al signor D'Alema. Este ahora busca formar un nuevo gobierno y trata de recurrir para ello a la gente de Romano Prodi y resiste el pedido de mantener la representación proporcional aunque, al mismo tiempo, quiere acelerar los tiempos para evitar el retorno de la derecha y la ultraderecha fascista al gobierno italiano.
Estas evoluciones del maromero D'Ale-ma y esta tragicomedia a la italiana, al igual que las elecciones rusas (en las que todos los partidos, por muy derechistas o empresariales que sean, están dirigidos por ex estalinistas), muestran dos cosas: la primera, obviamente, es la falta de principios, desde hace decenios, de quienes fueron educados en la idea de que el fin justifica los medios y de que lo esencial es poder y pasan de ser comunistas estalinistas a neoliberales militantes. La segunda es que, al igual que los estalinistas soviéticos, estos "realistas" son incapaces de respetar y comprender a los trabajadores y, por lo tanto, de construirse una base social y, con sus maniobras de aparato, sólo despolitizan y desmovilizan a sus supuestas "bases" (que creen tener para siempre) y así abren el camino a la derecha, cuyas ideas adoptan y cuya política aplican creyendo de este modo calmarla. Los D'Alema de todo tipo creen conservar el gobierno con sus volteretas, pero en realidad no obtienen ni estabilidad ni credibilidad ni respeto y pierden todo, hasta su estructura partidaria.
A mediano plazo, en Italia, para evitar el desastre de un retorno al poder del magnate Silvio Berlusconi, condenado por la justicia, y de su adláter Gianfranco Fini, el fascista disfrazado de gentleman, sólo quedaría, a pesar de D'Alema, discutir qué hacer y formar una alianza entre lo que queda de la militancia del PDS, Rifondazione Comunista y los sectores políticos y sociales que rechazan la política neoliberalista de D'Alema. La solución no está en las recomposiciones ministeriales sino en la reconstitución de un bloque social alternativo.
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