La Jornada domingo 19 de diciembre de 1999

Rolando Cordera Campos
Las tandas del presupuesto

De nuevo, al calor del fin del año y al cuarto para las doce, la cuestión presupuestal se presenta ante la población como un regreso a la selva. De ella, nos advierte el gobierno, pero también la oposición que se alarma de la alarma gubernamental, pueden surgir tormentas y ciclones y reaparecer el fantasma de la crisis de fin de sexenio, en la que se dan cita las veleidades financieras internacionales y el alma pusilánime de nuestros inversionistas domésticos, siempre listos para la fuga, de sus personas y de sus capitales.

La batalla invernal en torno al gasto se da ahora descarnadamente y sin embozo, con propósitos de lucro político. No hay consideración alguna real sobre la sociedad y sus grupos vulnerados y vulnerables, salvo la decisión de poner al gobierno de rodillas o, por contra, la de reducir a la oposición ignorante de los arcanos financieros a la pasividad en materia de finanzas públicas.

No hay diálogo ni democracia aquí; sólo el berrinche, la mistificación conceptual, la pataleta. Por un lado, las bravatas de diputados soberbios que por decreto deciden subir los precios del crudo, reducir parte del gasto corriente o redistribuir asignaciones en función del interés político local y no en el del desarrollo regional que tanto lo requiere. Por otro lado, la nueva consigna de los que saben: en vez de la prepotente "no hay más ruta que la nuestra", la terrorista "mi cifra o la muerte".

Hace años, el presidente Nixon declaró: "todos somos keynesianos". Hoy, en medio del vuelco mundial que no perdona, todos somos expertos en salud fiscal, mercado petrolero internacional y contención de la pobreza. Lo que nos une es el espectro del desequilibrio macro, que todos a una proclaman combatir y someter. Y en nombre de tal batalla, impuesta por el más vulgar de los sentidos comunes importados de una globalización que nadie entiende, se hacen a un lado las consideraciones clásicas que deberían orientar y acotar los pleitos fiscales. Por ejemplo, Ƒqué y a quién se quiere favorecer a lo largo del año? ƑQué se pretende impulsar hacia el futuro? ƑCómo se hará una redistribución racional entre clases, regiones, grupos de edad, si es que en efecto se quiere que el gasto sirva para ese fin histórico?

La riña entre los partidos y el gobierno no presta atención alguna a lo que se mantiene como el talón de Aquiles del presupuesto mexicano. Partidas van y se van, ramos presupuestales se estrenan o se desvanecen, una aritmética infantil se esgrime como novísima teoría fiscal, pero el asunto de los impuestos y en general del financiamiento coherente del gasto público brilla por su ausencia. Todos son así fieles adoradores de la economía vudú que proclamaba Reagan y llevó a Estados Unidos al borde del colapso financiero... y con él al mundo.

La disputa presupuestal está hoy sin centro ni horizonte. No es un debate lo que se nos ofrece, mucho menos un juego de opciones políticas dignas de ser consideradas por el ciudadano común. El peso de la noche del modo presidencial de dictar en economía y finanzas sigue entre nosotros después de haber contagiado de su arrogancia a los nuevos actores de la democracia sin ciudadanía que hoy se estrena.

Sin alfabeto todo es confusión y demagogia. La muerte decretada del lenguaje del desarrollo, el único capaz de asimilar racionalmente la cuestión fiscal, nos lleva a un triste teatro de loros donde todos repiten sin más, desde luego sin coherencia, lo que oyen en la radio o les mal soplan sus respectivos asesores. Es la comedia de la irresponsabilidad fiscal que siempre es el prólogo para despropósitos políticos mayores.

De un lado a otro del abanico político bizarro que nos trajo la democracia de fin de siglo, la de los votos sin los acuerdos, se viven batallas en el pantano y ahora, sin necesidad de traer a cuento la metáfora, bajo las patas de los caballos.

Como dirían los neobarzonianos: sigue la yunta andando.