* Conversación de Samuel Ruiz con Oscar Oliva
Resurrección de la conciencia /II
Hay que recordar, también, que el 10 de junio de 1998, en el municipio de El Bosque, se llevó a cabo otra masacre, donde intervino directamente la policía estatal y el Ejército Mexicano. En estos hechos está ya planteado que hay agresiones por parte de gente armada de tipo oficial, que hay intervención del Ejército, que hay muertos; así, ya no podemos hablar ni siquiera de una guerra de baja intensidad, sino de una guerra bastante activa aunque sus episodios han sido esporádicos.
Al mismo tiempo hay una acción que aquellos que conocen y han leído los manuales de contrainsurgencia denominan guerra de baja intensidad, es un control constante sobre una zona de influencia de aquellos que, habiéndose levantado en armas, estaban ya junto con otros actores en un diálogo para encontrar caminos de paz en reclamos de justicia que se habían concretado en formulaciones hechas y firmadas de común acuerdo para que pudieran convertirse en leyes de aplicación concreta, no solamente para Chiapas, sino para todo el país, puesto que sabemos que el levantamiento localizado en Chiapas es evidente la concentración de una problemática de todo el país.
La acción desarrollada en el municipio de El Bosque, después de que se habían tenido los acontecimientos de Acteal, parecía que no podría ser más grave. Así, se ennegrece el panorama de la paz, e inclusive hay una táctica anunciada oficialmente, y es que se desmantelarían los municipios autónomos, creados muchos de ellos con anticipación y como consecuencia de un proceso electoral cuestionado en donde, en varios lugares, se dijo que no se iba a hacer la votación ordinaria, sino que se anunció que se haría por usos y costumbres; de esta manera, se llegó a la constitución de varios municipios autónomos mencionados y acordados después de la larga discusión en los acuerdos de San Andrés.
Se anunció, pues, que se iban a desmantelar, y esto cuando tenían ya existencia algunos de ellos y se hicieron algunos recientes que pueden llamarse una provocación a la que reaccionó el gobierno entendiendo los municipios autónomos como una sustracción al territorio nacional. La recuperación de estos espacios tuvo una violencia extraordinaria, que nunca fue anunciada adecuadamente, ni hubo diálogo con los que erigieron estos municipios, para ver de qué forma se podía solucionar, sino que hubo un desalojo violento y con la constante violación a los derechos humanos, en donde es normal el despojo de las casas, la destrucción de sus viviendas, la violación de mujeres, el robo de bienes que jamás se restituyen y todo esto a nombre de lo que se llama el restablecimiento del estado de derecho.
Diálogo insustancial
Todos estos acontecimientos nos hablan de que no había una intencionalidad de llegar a un diálogo sobre cosas sustanciales, ya firmadas y no solamente afirmadas en el proceso de paz en el Diálogo de San Andrés y no reconocidas después ni llevadas a cabo de una manera concordante. Yo pienso que la ejecución de los municipios autónomos tendría que haberse llevado a cabo con el acuerdo de ambas partes. Y tan unilateralmente es la acción de unos y de otros aunque evidentemente que no tiene paridad la acción de desmantelar en la forma que se hizo con violación a la Constitución puesto que el Ejército Mexicano no tiene la función de actuar de esta manera, supliendo lo que tienen otras instancias como encomienda específica.
Antes del levantamiento, antes de que existiera la Comisión Nacional de Intermediación, los ataques a la diócesis de San Cristóbal eran rutinarios.
El proyecto que hay de una Iglesia diocesana relacionada con los indígenas, que coincide con la acción pastoral que se lleva a cabo en las distintas diócesis, no solamente de México, sino también en otros países del continente que tienen situaciones indígenas, van mucho más allá de los acuerdos mismos de San Andrés. Esta acción pastoral es anterior a los acontecimientos bélicos de la insurgencia del EZLN.
Más que contrainsurgencia
Las agresiones existen desde antes: libros ampliamente difundidos, volantes, carteles aparecidos en el Metro de la ciudad de México, pródigamente pagados, inclusive en algunos casos con distribución gratuita por parte de fuerzas del Ejército, como se ha comprobado, manifiestan una acción de agresión a la diócesis anterior a estos acontecimientos. Por eso yo no la restringiría simplemente a una política de contrainsurgencia. Es una acción que va en contra de un proyecto que tiene el acompañamiento a los indígenas en sus caminos de justicia para la construcción del Reino de Dios.
Esto se inicia más claramente desde el sexenio del gobernador Patrocinio González Garrido, pues en su segundo informe hizo formalmente una declaración de guerra a la diócesis. Se habla allí directamente en contra de la autoridad jerárquica, contra los diáconos, los catequistas y todos los agentes de pastoral, indicando que hay un proyecto de oposición al gobierno. Pero el pr
oyecto no es de oposición a éste, sino de una institución del reino de Dios en la justicia, lo cual quiere decir que si hay un proyecto opuesto al oficial, entonces ese proyecto es de injusticia y por tanto tiene que considerar la acción diocesana como algo que estaba impuesto al pueblo y opuesto también, evidentemente, a la satisfacción de las necesidades y a la concentración de la dominación política y económica. Entonces, nunca visualizó en el proyecto de pastoral, que se basa en el concilio, ninguna oposición directa a un Estado o a unas autoridades; sino a una situación de injusticia que se vive y que ha sido propiciada desde ámbitos de la dominación de terratenientes o de ganaderos, con injusticias registradas a lo largo de varios años y que no empiezan en los acontecimientos de 1994.
De manera que no podemos decir que inclusive terminando la Conai termina nuestra acción por la paz, pues sigue un proyecto de emergencia de una iglesia autóctona, donde los indígenas con su unidad de cristianos, de hijos de Dios, son considerados ciudadanos del reino, participantes y miembros de la Iglesia a la par que todos los demás, en cuanto a derechos y más aún con una especial preferencia porque son pobres y de los pobres es el Reino de Dios. De suerte que se busca la constitución de una iglesia diocesana, donde el indígena tenga participación en el poder de decisión al interior de la Iglesia; lo que es evidentemente un apoyo y un sostén que tiene repercusiones sociales, pero que también va mucho más allá de los acuerdos mismos de San Andrés.
La agresión no era tan grave
Hace 38 años llegué al estado de Chiapas como obispo de la diócesis. En aquel momento no era tan grave la agresión existente hacia las comunidades indígenas. Esta fue subiendo con la presencia de movimientos políticos determinados, y con la toma de conciencia del indígena en el ámbito social. No teníamos todavía, de recién llegados, una idea de la incidencia de la acción evangelizadora en las situaciones concretas. Identificábamos unas verdades que tenían que ser anunciadas, pero fue hasta que se llevó a cabo el Congreso Indígena, en 1974, cuando confrontamos nuestra pastoral práctica con las demandas que los indígenas tenían y encontramos una distancia muy grande entre lo que era nuestra acción pastoral y la respuesta a las necesidades. Después de esto sí empezó una mayor adecuación entre pastoral e historia de manera que se dio un proceso evolutivo.
Pero la violencia en aquellos momentos era más bien de tipo individual que de tipo estructural. Había gente, patrones, autoridades, que abusaban de los indígenas y eso constituía materia para una denuncia que se iba haciendo de forma pública o en relación con las autoridades o en forma inclusive internacional si las situaciones eran mayores. Pero no había una estructuración orgánica de las demandas de justicia ni una respuesta estructural hacia esas demandas como vino posteriormente desarrollándose.
De todas maneras sí fuimos percibiendo el desajuste entre la conducta cristiana y el comportamiento de algunas personas que tenían a su servicio a gente asalariada; sobresale ante todo el caso de los llamados "acasillados", donde una posesión de tierra era considerada también integrando a los propios habitantes indígenas que se vendían, quepa la comparación, junto con el inmueble como parte de la finca, como se vende el ganado. Pasaban simplemente de un patrón a otro. Es memorable una peregrinación o una marcha que hicieron desde Chiapas varios "acasillados" para poder hacer reclamos.
Era deplorable la posición que tenían los acasillados: no podían tener derecho a la tierra porque eran como parte de la familia; no tenían derecho a salario porque eran considerados como hijos de familia; no podían reclamar tierra porque no eran básicos; entonces necesitaban estar junto con otros que no tenían tierra, pero que no vivían en la localidad para demandar tierra y generalmente no podían entrar allá porque no habían acompañado el proceso.
Si pedían entonces quedarse en aquellas tierras en donde no habían recibido salarios adecuados y donde con eso se suponía que habían comprado tres o cuatro veces el terreno que estaban reclamando, eran considerados como invasores. Era una situación realmente lamentable y es dramático el diálogo que establece un reportero, me parece que fue de La Jornada, con un niño que venía con los pies sangrando: pero hijo, le dice Ƒpor qué te vienes caminando desde allá hasta acá? Mira cómo vienes Ƒqué es lo que estás pidiendo? Responde el niño: yo estoy caminando porque quiero aprender a leer y escribir. Mi patrón no quiere que haya escuela en mi lugar para que no sepamos las cosas como están, pero yo quiero entrar a la escuela. Entonces el hambre de la educación lo hacía tener el impulso para caminar hacia una conquista. Yo creo que esto tuvo un impacto. No ha habido solución todavía a este problema, pero por lo menos los "acasillados" pudieron moverse y ser acogidos por grupos que demandaban tierras y tener así una recuperación.
Esto se da con la presencia particularmente, aunque no es el único actor, de los distintos grupos políticos existentes en un momento, en que se les iba a permitir constituirse como partidos y tener posibilidad de jugar en los procesos electorales. Tenían por tanto que tener un porcentaje suficiente para el registro y así poder jugar electoralmente. Esto tuvo un papel determinante en el crecimiento de la toma de conciencia de los indígenas.
Politización en Oaxaca y Chiapas
En la región Pacífico sur, los obispos de las diócesis que forman esta zona, mayoritariamente el estado vecino de Oaxaca y nosotros los de Chiapas, emitimos una carta pastoral sobre los derechos políticos y la participación de las comunidades. Pensábamos que eso era muy importante porque veíamos venir una politización, una presencia de los partidos muy fuerte en Oaxaca y en Chiapas. Lo extraordinario es que en un lapso muy corto, los movimientos políticos se hacen presentes en todas las regiones y salvaron las dificultades de aislamiento de la zona y las de comunicación lingüística. Particularmente el Partido Popular Socialista (PPS) era el que estaba con mucha vigencia y penetraba en varias comunidades.
Los reclamos de las tierras a las cuales tenían derecho los indígenas o que podían tenerlo, pronto causaron una configuración territorial diferente. Tengo que decir que tuvieron un acierto muy grande estos movimientos y partidos al no incurrir en ningún tipo de violación de los derechos humanos.
Se les decía a las comunidades que, por la experiencia, podían ver que las demandas jurídicas no tenían un encaminamiento jurídico, sino que las causas jurídicas en México se movían con presiones políticas y que por tanto no había que esperar la solución legal de las demandas, sino que había que agregar una presión política para que tuviera solución. La constante fue que en ningún caso hubo una invasión de tierras que no tuviera viabilidad.
El movimiento consideró aquellas tierras donde había una solicitud ante la agraria, y que la agraria no había desconocido el derecho de los peticionarios porque existiera un decreto presidencial sobre las tierras. Cuando la agraria respondía que el asunto estaba en estudio, entonces ese estudio se prolongaba enormemente y había comunidades que tenían carpetas enormes con documentación de varios años.
Así fue como los movimientos políticos recomendaron la toma de posesión solamente de aquellas tierras que estaban en trámite y por lo cual la agraria no había dado una solución. Así se configuró por ejemplo la zona de Yajalón y de Chilón de una manera totalmente diferente. Al cabo de un par de años lo que eran fincas se convirtieron en ejidos o en alguna ocasión en propiedades privadas o particulares compradas por el gobierno a un precio que sólo él negoció y que después las comunidades tenían que pagar.
Así se va entrando en un proceso de preparación de la toma de conciencia del indígena, con consecuencias posteriores más duras, debido a esa toma de conciencia. Donde había ya una capacidad organizativa, las gentes recibieron de una manera sistemática una represión muy fuerte; inclusive el decapitamiento de varios movimientos precipita el šya basta! que dijeron después las comunidades.