Hay que dejar tranquilos a quienes están conformes con ser comunes y corrientes. ƑSí? ƑO hay que zarandearlos o despertarlos? Basta con que alguien se preocupe porque cree que no es original para hacerle ver que es original, que debe dejar de preocuparse. Aunque hay quienes se ocupan con tal exageración de ser originales que no logran, además de fastidiar, sino engrosar las filas de otros como ellos: son tantos que, desde un punto de vista estadístico, pasan a ser, hélas, comunes y corrientes.
Por cierto, no sólo los artistas son, o deben ser, per se, originales. Supongo que en todos los caminos por los que anda la gente hay personas originales. En los oficios, en las ciencias, en las humanidades. Bueno, hasta entre los obreros, entre las amas de casa, entre los delincuentes y los burócratas hay personas originales. Niños, estudiantes, vagabundos. Mi maestro ha sostenido que para ser original, uno no tiene que ser más que uno mismo, posición atractiva que, me temo, de fácil de tomar no tiene más que la apariencia. Quiero decir que es sólo engañosamente adoptable así como así. Implica años de trabajo y, lo fundamental, una esencia original.
A veces no se trata más que de estar en el lugar adecuado, o sea que, en un lugar inadecuado, por más trabajo que desarrolles, no florecerás, o no, por lo menos, de forma original. Para resumir, esencia, cultivo, y lugar adecuado. Para ilustrar, recuerdo el lamento del padre de una joven estudiante de bailarina. ƑPor qué sufres?, le preguntaron sus amigos, alrededor de la mesa del café; es bonita, tiene una figura ideal, le gusta bailar. No te quejes ųle advirtieronų; malo sería que no hiciera nada; bailar, está bien. Claro que está bien; pero no para ella. ƑPor qué? Porque no es extraordinaria. šAcabáramos!
Katie Ouriou quería ser original. ƑLo consiguió, o, mejor dicho, lo era? En el verano de 1996, con su familia, a los 16 años de edad, se fue a vivir de Calgary, Canadá, a París, Francia. Todo iba más o menos bien, se organizaba cada uno en lo suyo, y Katie, mientras esperaba a ver si la admitía o no en un colegio, escribía cartas todos los días a sus amigas en Calgary. Sin embargo, prácticamente sin aviso, no bien llegado el otoño Katie se murió, de una enfermedad rara. La mamá leyó una frase alentadora, más que consoladora. No trates de buscar el sentido de la muerte de tu hija; dáselo. Así que recopiló las cartas y armó, con la asesoría de la novelista Julie Johnston y la autorización de las tres amigas de Katie, Amor de hermanas. Ya había reflexionado lo suficiente; pensó que la correspondencia de su hija diría algo también a quienes no la había conocido.
Y es una correspondencia con lo suyo. A lo largo de los tres o cuatro meses que duró, presenta a Katie como una joven especial, preocupada por el temor de no ser original. Pero hasta su hermana, mayor que ella, buscaba su apoyo. Si una pesadilla la despertaba, se pasaba a la cama de Katie, y, para tranquilizarse y poder volver a dormirse, le bastaba que el dedo gordo de su pie rozara el tobillo de su hermana. Sus tres amigas consultaban a Katie cuestiones de todo tipo, de sus novios, de sus tareas, de si debían tomar clases de esquí acuático o volverse locas. Todo mundo quería a Katie, y Katie sufría, a la distancia, ante el temor de que otra compañera tomara su lugar en el trío. "ƑMe extrañan?"
Sus cartas no son de una escritora, ni siquiera en ciernes. Pero tampoco se propuso nunca que lo fueran. Son una especie de diario voraz; no se le escapa una observación, analizada desde no sé qué tantos puntos de vista, de su vida exterior y de la interior. Todo entra, todo tiene cabida. Canciones populares, programas de televisión, películas, libros. Le gustaba leer libros de citas, las memorizaba, las aplicaba a sus días, y las enviaba a sus amigas por carta. Habla de filosofía, de religión, pero habla por supuesto de la vida, del pájaro que evacuó (Ƒse dice así, para no ser procaz?) sobre su pelo y su camiseta una mañana en un parque, de los muchachos que trataron de seducirlas, a ella y a su hermana, en el museo tal. Corría por las calles de París para adelgazar, soñaba con tener hijos, se imaginaba en un café, con una u otra de sus tres amigas, ya viejas de cincuenta años, comiendo un pan integral y tomando un vaso de agua, mientras se ponían al día de su día, pues, pasado el tiempo, como hasta ahora, se verían diariamente, porque así tenía que ser, Ƒno?
Deseosísima y más que capaz de comunicación, Katie era original porque era ella misma, una joven abocada a comunicarse, que se comunicaba sin interrupción. Al leerla, oyes su voz. Indecisa de qué blusa ponerte, te preguntas cuál te sugeriría Katie, si la escotada o la otra. "ƑPara qué quieres adelgazar, si estás bien, hermanita?".
Una noche, tras ver con su familia no sé qué película de ricos y famosos, Katie comentó al salir: "Eso es lo que yo quiero ser". "ƑRica y famosa?", le preguntó su mamá. "No; significativa", contestó Katie; "no quiero pasar inadvertida.''
ƑLograrán estas cartas que su deseo se cumpla?