La Jornada Semanal, 13 de junio de 1999



Gabriel Gómez López

La Albaniada de Ismail Kadaré

``En Albania se conservan los últimos rescoldos de la epopeya oral'', nos dice Gabriel Gómez López, el especialista nacional en la obra de Kadaré y de otros escritores del mundo balcánico. Con base en sus amplios conocimientos y su buen oído literario, Gómez López nos propone dar a toda la obra del genial novelista el título general de La Albaniada. Sugerimos a nuestros lectores ampliar su conocimiento de esa parte del mundo en la que reina ``la cultura de los decapitados''. alcanzado un nuevo

He visto las imágenes de la tragedia, aquí está Eneas cargando a Anquises y Ascanio en sus espaldas, allá las plañideras Hécuba, Casandra, Andrómaca lloran a Neoptólemo mientras Troya arde. Canta oh musa la cólera de la OTAN. Vengo de recorrer el universo de Kadaré en un largo periplo de más de cinco mil años, desde La pirámide hasta El concierto y nada me sorprende. Albania está situada más allá del Aqueronte y Kosovo debe ser una de las puertas del Averno; sus llanuras fueron regadas con la sangre de 300 mil balcánicos y esa sangre no logrará lavarse. Las ánimas formaban un manto de nieve inabarcable. Los Balcanes, decía Churchill, producen más historia de la que pueden consumir. Y, creo también, más mitología y tragedia. Allí nació la épica. Tal es la propuesta de Kadaré: convertir en mito la historia de Albania, fijarla para la posteridad a la manera de los bardos. Nos remite al pasado de su tierra, a sus leyendas y su relación con el presente, lo que le proporciona andamiaje a sus novelas, cada una de las cuales forma un enorme fresco desde los ilirios hasta nuestros días y a la que llamaremos La Albaniada.

Albania es un país enigmático; su nombre evoca al de la Diosa Blanca y es una tierra tan exigente como la misma Diosa, una de las últimas reservas mágicasÊdel planeta, frontera y puente entre Oriente y Occidente, país del águila, salvaje y montañoso, donde imperan costumbres ancestrales, el clan, la besa, el Kanun, códigos que vienen desde los lejanos griegos, donde fermentan los poemas homéricos. Cuna de la mitología clásica. Una y otra vez ha resistido las dominaciones extranjeras: romanos, bizantinos, otomanos, italianos, rusos, chinos, serbios, bosnios, griegos. En ella se concentran razas, religiones y pasiones, se fusionan los lenguajes, un enredo de sonidos, números en latín, verbos en griego o eslavo, nombres de objetos autóctonos, algunas palabras en alemán. El albanés es uno de los pocos idiomas que pueden ser escritos en cuatro alfabetos. Y también uno de los muy raros lugares donde sus habitantes pueden practicar dos o más religiones al mismo tiempo.

Hay lógica en la temática de Kadaré. En primer lugar los ciegos, que reaparecen de una manera inquietante y sabatiana, vagan por las cumbres nevadas sobre monturas ciegas. En El firmán de la ceguera se nos mencionan al menos cinco formas de cegamiento. En el Café de las Cigüeñas se reunían los ciegos cuyos ojos habían sido arrancados por su mirada maléfica y, de acuerdo con la tradición de la invidencia, se habían provisto de algún instrumento musical para acompañar las coplas que ellos mismos componían; tomaba un nuevo impulso la poesía oral. En Crónica de la ciudad de piedra nos confiesa: ``Ante el misterio de la ceguera sentía verdadero espanto, la mayor parte de las maldiciones que escuchaba tenían como objeto los ojos, el desagüe era un ojo ciego.''

En el Expediente H se nos aclarará el enigma. Un par de irlandeses acuden a Albania para desentrañar el misterio de los rapsodas. Al irse adentrando en el enigma, uno de los investigadores va perdiendo la vista y no hace el menor esfuerzo por curarse, como si fuera el precio a pagar a Homero, el santo patrono de los bardos. Al quedar ciego, al mirar dentro de sí mismo, al romper el equilibrio entre la luz y las tinieblas, entre lo que se ve y lo que no se ve, se incorpora y comienza a emitir la luz de su epopeya. Porque a menor vista mejor es la poesía.

Así pues, junto con los ciegos, los poetas. Los frágiles rapsodas con sus instrumentos musicales de una sola cuerda, con su voces inhumanas que incluían la voz de las montañas, los gemidos de las estrellas, el alma de una nación.

En Albania se conservan los últimos rescoldos de la epopeya oral; Kadaré insiste en que Homero era balcánico. No existe ninguna otra región del mundo donde aún pueda crearse una epopeya semejante, sólo en Albania del Norte, una parte de Montenegro, Serbia y Bosnia. Es la única que produce todavía hoy una materia similar a la homérica. El rapsoda es a la vez libro, editor, bibliotecario y coautor del título póstumo; en calidad de tal posee el derecho de modificar el texto.

La mayoría de los personajes principales y cronistas de La Albaniada pertenecen a la familia de la víctima inmolada en el Puente de los Tres Arcos, en los confines del antiguo reino Arber. En la base del puente se ha consumado un sacrificio humano para darle solidez a la construcción. Kadaré parece decirnos que los poetas son los sacrificados; sobre ellos transitan los milenios, un Ulises solidificado escuchando el cantar de las generaciones, sus miserias, sus grandezas. Una historia narrada en las once lenguas balcánicas y que fue el eje de la concesión del Nobel al bosnio Ivo Andric y algún día lo será para Kadaré.

En los obreros, en las calles, en las ancianas, en todas partes puede brotar el germen de los cantos, de la alta poesía. ``La vieja comenzó a hablar del nieto y cómo había muerto; a medida que narraba el orden de sus palabras fue sufriendo una extraña modificación, se alteraba la cadencia, como si por los intersticios entre ellas penetrara un aire doliente y embriagador; lo mismo que el fruto antes de madurar, su habla había alcanzado un nuevo estado, una especie de imprecación o anteplegaria.''

En El año negro leemos: ``entonces se multiplicó el número de rapsodas ambulantes y todos esperaban hallar en ellos alguna huella de los desaparecidos, como las personas que vagan en la morgue intentando reconocer a los suyos por ciertas marcas particulares...'' La epopeya aludía a la incursión inicial de los eslavos en los Balcanes, describía el embate de sus oleadas interminables, bajo su empuje iban retrocediendo los pueblos. La marea eslava parecía no detenerse, una invasión sin ejércitos, sin tratados ni banderas, a diferencia de la ocupación romana. Era un enjambre sin fin de mujeres y niños, un griterío informe, más semejante a una catástrofe que a una ocupación. Era el mayor trauma que conmoviera a los pueblos balcánicos; frente a ellos se desplegaba el océano eslavo, ilimitado y gris, eurasiático y anónimo. La avalancha quedó detenida en las proximidades de Kosovo... ``Del rencor mutuo hemos nacido'', escribió un poeta albanés. Para entender la historia hay que leer a los poetas.

Kadaré, adicto a la memoria colectiva, hace constantes referencias a acontecimientos históricos; el paso de los cruzados que durmieron en la Posada de los Dos Robertos, el rechazo de los aldeanos ante la maldición que acarreará el puente de los Tres Arcos -al abandonar los caminos se abandona la memoria y la historia se pierde. Las batallas intestinas de los señores feudales, mientras el verdadero enemigo ganaba posiciones. ``Durante siglos fuimos vecinos de los griegos y de pronto, furtivamente, como en una pesadilla nos despertamos una mañana vecinos de los otomanos.'' La lucha contra los otomanos dirigida por el héroe nacional Skanderberg, la trágica derrota en la planicie conocida como Plana de Kosovo. Y luego la larga noche, cinco siglos de dominación otomana y los intentos de rebelión, como la de Alí de Tepelena, la cultura de los decapitados. Tras haberse convencido por fin de su derrota, ofrecieron sus servicios al triunfante estado otomano, reproduciendo la actitud adoptada por sus antepasados ilirios en relación con Roma; precisaron 150 años para persuadirse de que habían sido vencidos por los romanos. Aquí están todos los acontecimientos significativos, el paso cojeante de un poeta rumbo a Grecia. La independencia de Albania en este siglo, el naciente estado que ofreció el trono a un joven alemán cuya única cualidad parecía ser la de pertenecer a una religión que no se practicaba en Albania y que, como San Pablo, estaba dispuesto a circuncidarse para obtener el trono, todo el desorden de El año negro de 1913.

El kanun o código de conducta, la besa o palabra jurada que nada puede romper, magistralmente utilizados en Abril quebrado. El amigo, la besa y la sangre son como los nudos de la tragedia antigua.

El kanun es no sólo una constitución sino un mito colosal en forma de constitución; está más allá del bien y del mal, es un todo completo, no hay un solo aspecto de la vida económica o moral que le sea ajeno. Aquí la sangre es tratada como una operación bancaria, toda sangre debe ser pagada al Estado. Se conserva el Libro de las sangres, los débitos de muerte, los saldos, recordando generación tras generación la sangre que tenían pendiente. ƒsta constituía la memoria del clan... El mecanismo de la muerte erigido desde tiempos inmemoriales como un molino antiquísimo que molía día y noche. ``En mi país la palabra dada tiene un valor absoluto y su violación representa para un hombre la mayor de las ignominias, incluso al roble se le secan las ramas si traiciona su palabra.''

Además de las tradiciones, las leyendas veteadas de sangre y tragedia, como la de Kostadin y Doruntina, el héroe que salió de la tumba para llevar a su única hermana ante su madre, cumpliendo su promesa, la palabra dada. El lóbrego viaje de la viva y el muerto en el mismo caballo; en cada hombre hay algo muerto y en cada muerto hay algo vivo. Esos héroes que reaparecen una y otra vez, como en ese terrible adiós a su amada rusa en El ocaso de los dioses de la estepa. La leyenda del emparedamiento, las variantes de las leyendas de Helena, del Diarmund celta y tantas otras enriquecen sus novelas.

Y la guerra, que engendra epopeya, es para los orientales algo tan común y corriente como ir de pesca: ``El ejército era una bestia en movimiento que incluía ancianas para curar las heridas, poetas, astrólogos, tamborileros, juglares, las mujeres del harem...'' La guerra es el alimento preferido de los rapsodas y no podía faltar en La Albaniada. Que la guerra y la epopeya son hermanas lo sabemos desde el Mahabharata y la Ilíada pero, además, Kadaré nos recuerda que en la ciencia tiene otra pariente cercana: cuando los otomanos intentan conseguir el cuerpo de un sitiado, vivo o muerto, para analizar el contenido del agua de sus vísceras, o la forma en que consiguen dar con el canal secreto que lleva el agua a Kruja soltando un caballo sediento y agonizante para marcar los puntos en que se detiene. Ese sembrar los pozos con ratas contaminadas, como antes se solía lanzar carroña dentro de las fortalezas asediadas, porque el contagio hace más estragos que los cañones.

Y esa balada de terrible hermosura que es El General del ejército muerto, la novela que le proyectó internacionalmente y en la que se nos narra el intento de reintegrar los muertos del ejército fascista a su tierra, sin importar ni el barro ni la lluvia ni el ridículo; un largo viaje hacia la autodegradación, a la vergüenza total, la guerra en toda su absurda crueldad. ``Muchos compatriotas suyos vendieron sus armas, las entregaban a cambio de un saco de maíz o de judías; los revólveres los cambiaban por un pedazo de pan y un trago de vino o, cuando mucho, medio kilo de requesón... Los desertores deambulaban como pordioseros harapientos por los caminos de Albania, convertidos en criados, braceros, peones de granja.''

Y también la palabra, el material de los poetas. ``La guerra entre idiomas no es menos trágica que la guerra entre hombres. ¿Alguna vez has pensado en el terrible poder de un canto? La batalla librada hace un mes se tradujo en un canto trágico, la guerra termina, pero sigue el canto transmitiéndose de generación en generación, y a su vez engendrará la guerra, pues el principio de este mundo es que todo, incluyendo el mal de la guerra, no deja de reproducirse.''

Con minuciosidad de laboratorista se nos presenta en El nicho de la vergüenza el proceso de desculturización, en el que la muerte, la atrofia de la lengua, tienen la parte principal. ``Estaba comprobado que la lengua vivía más largamente en las mujeres, sobre todo en las que habían tenido hijos. Cuando la lengua había sido borrada de la faz de la tierra, llegaba un tiempo en que disminuía el número de ancianas, las cuales, como las antiguas urnas, mantenían las cenizas de los últimos despojos de la lengua.''

``Que los escritores se pudran en las cárceles, en los arrozales; humillarlos obligándolos a limpiar las letrinas. Cread centenares de novelistas al año, millares de poetas, calificad de novela toda relación que vaya acompañada de diálogos, de poema cualquier declaración rimada y veréis cómo al cabo de unos cuantos años no queda ni el más leve rastro de vuestra literatura'', proclama Mao en El concierto.

Kadaré es, como el Borges de los laberintos, un constructor de infiernos; éstos pueden ser del tamaño de un edificio, como en El palacio de los sueños o El ocaso de los dioses de la estepa, o inmensos como el imperio otomano o la China de Mao.

En El nicho de la vergüenza, el funcionario medio que lucra con la cabeza cortada en su viaje a través de la desolación hasta la capital del Imperio (y quién podrá evitar el embate de los funcionarios medios, la mediocridad como uno de los jinetes del Apocalipsis), cruza por el infierno de un pueblo sometido a la desculturización, sin idioma, sin identidad, perdido todo punto de referencia de acuerdo con la doctrina del ``cra-cra''... La desnacionalización se consumaba a través de la mutilación de la cultura, el arte y las costumbres, aniquilación de la lengua y debilitamiento de la memoria nacional. Había que borrarlo todo: el arte, las tradiciones, la música, la pintura mural, los vestidos, las bodas, la arquitectura, etcétera. Esto era previo al concepto del cero absoluto, la eliminación de la nación de la faz de la tierra, o ``territorialización''; la antigua patria sería considerada como un sueño lejano, cuervos sobre una provincia desnacionalizada: cra-cra, ¿qué nación ha vivido aquí?; cra-cra, ¿dónde está? ``En las regiones del cra-cra las gentes hablaban una lengua desarticulada, como si hubieran padecido un ataque de apoplejía. Su memoria había sido limada, como una planicie que, azotada durante mil siglos por el viento, se ha transformado finalmente en un páramo desértico donde no queda nada, dejando en su lugar una sustancia anónima, pastosa, blanda, sin ángulos ni aristas.''

O ese curioso infierno, helado para no poner en peligro de incendio a los archivos, el Tabir, el Palacio de los Sueños creado por deseo expreso del Sultán Soberano, cuya misión era ordenar y examinar el sueño de todos los súbditos sin excepción, con sus salas de selección donde se clasificaban los sueños, llegados desde los más lejanos confines, sus salas de interpretación y los archivos.

En las mañanas de lluvia y barro, los pobladores se encaminaban antes del alba hacia aquellas tristes construcciones con el fin de dar cuenta de sus sueños. La mayoría no sabía escribir, acudían temprano para que no se les olvidara el sueño.

En El ocaso de los dioses de la estepa, en un ambiente de descomposición previo al fin del imperio soviético, cuando han aparecido los hooligans y los mediocres han tomado el mando, cuando el affair del Nobel al Dr. Zhivago, encontramos a los intelectuales, transculturizados, testigos de los últimos días del paraíso soviético viviendo en un infierno, la Casa del Escritor, donde se han reunido escritores letones, armenios, georgianos, chechenos, chinos, etcétera, con una tristeza de tundras color ceniza en las pupilas... La mayoría de ellos de renombre en sus países, algunos presidentes de las Uniones de Escritores de las repúblicas, otros diputados del Soviet Supremo. Los escritores concentrados en un edificio que bien pudo haber concebido Dante. Primer Piso: los estudiantes que no han cometido más que unos cuantos pecados literarios. Segunda planta: los críticos literarios, los dramaturgos conformistas. Círculo tercero: los desencantados del socialismo. Círculo quinto: los calumniadores, los delatores. Círculo sexto: los desnacionalizados, los que han abandonado sus lenguas y escriben en ruso. Y en el centro del infierno: la apertura de los corazones, el vómito de los argumentos, donde se cuentan unos a otros los temas de las obras que no se escribieron jamás; algunos vomitan en el curso del relato, de ahí el nombre. Jamás escribirán nada de lo que cuentan hoy, escribirán otras cosas, con frecuencia completamente opuestas.

En la cuarta planta: los desengañados caminaban murmurando a lo largo del pasillo retazos de argumentos. Aparecían entre ellos secretarios que robaban lechones del Koljoz, ministros impostores, generales palurdos y deformes, miembros del Presidium, del Buró Político que creían en Dios, las francachelas... Hablaban en sus lenguas medio muertas y las palabras silbaban como una tormenta de arena, abrasadas por el sol implacable del desierto. Quise marcharme, salvarme de aquella polvareda, era un delirio aterrador. Desfigurados por el alcohol, sudorosos, enlodados, se culpaban de haber dejado en la montaña o el desierto a sus madres, a cambio de aquella madrastra, el ruso.

En El Concierto, quienes leímos a Malraux con emoción, vemos ahora caer a los héroes de La Condición Humana y las Antimemorias. Seniles, cansados, al borde de la muerte, enfrascados en intrigas palaciegas, los creadores de la China contemporánea, despojados de su máscara revolucionaria, se nos presentan con toda su crueldad, soñando con exportar su infierno. Triste intervención de Mao en su papel de big brother orwelliano, intentando liquidar la propiedad privada (¡que desaparezcan las cortinas de las casas!), y crear el fundamento de la muerte de las relaciones humanas, la antivida.

Hay otro infierno, el de todos los días, el del trabajo embrutecedor. En La pirámide leemos:

Que los personajes de Kadaré a veces carecen de relieves, de acuerdo, pero, en cambio, alcanzan una insondable profundidad.

Ismail Kadaré nació en 1936 y desde hace años vive en el exilio en París.