La Jornada Semanal, 13 de junio de 1999
La vaca mastica su alimento entre el heno del establo.
Recuesto mi
cara en su gran costado,
sintiendo la calidez de sus
entrañas,
la tibieza del heno reunido en los valles.
Sobre sus
negros cuernos brilla una luz eléctrica
que se precipita en el cubo
de la leche.
No puedo apartarme de la vaca.
Con mi cara en su
costado, percibo el olor de la espumosa leche.
La lechera recoge el
cubo
y espera un momento.
De sus manos escurre el líquido.
Me
dice:
``¿Es usted veterinario?''
Alzo mi rostro y
contesto:
``no, soy un poeta''.
Sonríe y me estudia con sus ojos
azules,
lindos, sabios y apacibles.
Reflexiona un momento y se
da cuenta
de que no puedo escribir un verso sin una vaca.
Montañas, montañas, montañas,
llenas de hierro, heroísmo y
grano.
Ninguna medida puede contenerlas,
sólo mi corazón que
tiene lugar para todo.