Emilio Pradilla Cobos
Transformar al PRD-DF
Las elecciones de presidente y direcciones delegacionales del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal, efectuadas el 14 de marzo, mostraron en carne viva los problemas estructurales que aquejan a ese partido político y que inevitablemente tendrá que resolver en el corto plazo para estar a la altura de las exigencias de la ciudadanía que le dio la mayoría en 1997, de las tareas legislativas y de gobierno en la capital, de las aspiraciones de muchos de sus militantes y, sobre todo, de las necesidades insoslayables de la lucha para cambiar el anacrónico régimen político de partido de Estado, abrir plenamente la transición democrática y rescatar a México de la crisis global causada por el PRI-gobierno y su fundamentalismo neoliberal.
El PRD local surgió como suma de grupos políticos y organizaciones sociales portadoras de diversos proyectos político-ideológicos; la ausencia de un debate político sistemático y serio ha mantenido esta heterogeneidad, que da lugar a permanentes conflictos internos, debilidad en el debate con las posiciones conservadoras (PRI-PAN) y dificultades para armar una propuesta de ciudad alternativa a la hegemónica, adecuada a la defensa de los intereses de las mayorías, a las condiciones históricas presentes y la anticipación del futuro. La construcción, mediante el debate político (ausente en la campaña interna) de este proyecto es una tarea urgente del PRD en el Distrito Federal.
La fragmentación organizativa originaria se ha mantenido, haciendo que el partido funcione como federación de grupos permanentes de interés, opuestos y enfrascados continuamente en la lucha por su control y la conquista de puestos de elección o en los aparatos de gobiernos ganados. Los instrumentos de esta lucha interna son herencia de la cultura priísta, usados por el PRI contra el gobierno de Cárdenas: el control corporativo de organizaciones sociales, el manejo clientelar de los recursos disponibles, las demandas y logros, y el uso patrimonial de las estructuras y medios partidarios. La construcción de la unidad democrática del PRD pasa por la disolución de las corrientes organizativas, la erradicación de las prácticas corporativas, clientelares y patrimonialistas y la diferenciación entre organizaciones sociales y partido, preservando la relación solidaria de cooperación en el desarrollo de la lucha social y política.
Diversos dirigentes locales del PRD mantienen posiciones chovinistas y populistas, que sólo validan la participación de los ''sectores populares'' identificados con el movimiento urbano pero, contradictoriamente, excluyen a los trabajadores asalariados y a sus organizaciones laborales, que se han convertido en barreras agresivas para la integración de sectores amplios de intelectuales, universitarios, profesionistas, pequeños y medianos productores, asalariados y otras capas medias, también víctimas del neoliberalismo y que comparten con el PRD los anhelos de democracia, desarrollo equitativo y justicia social. Superar estos vicios sectarios y excluyentes es el camino para construir un partido moderno, de amplia inserción en la población, plural pero con principios, capaz de derrotar al aparato de control priísta y los cantos de sirena de la derecha panista.
Estos problemas, la ausencia de una dirección arraigada en el partido por su coherencia, claridad política y capacidad organizativa (no por el número de votos corporativos sumados), y la cultura de la improvisación y la ineficiencia han permitido que actos como las elecciones abiertas de dirigentes y candidatos, ejemplares de la democracia interna y opuestos al dedazo priísta (actuante otra vez) o la elección cupular panista, se desvirtúen y reviertan. Por ello, es urgente que la transformación del PRD en el Distrito Federal incluya la construcción de direcciones sólidas (no por sumatoria de cuates y cuotas), estructuras partidarias abiertas, eficientes, innovadoras y capaces de utilizar correctamente las tecnologías actuales, y procesos internos plurales, transparentes y creíbles.
Es hora de que todos acepten los resultados de procesos de cuyas fallas son corresponsables y se sumen a la tarea urgente de construcción partidaria; de no hacerlo, estarán cometiendo suicidio y agrediendo, con graves consecuencias políticas, a los militantes y ciudadanos que depositamos críticamente en el PRD la esperanza de transformación política, económica y social de la ciudad y el país.