Bárbara Jacobs
Borges autobiógrafico

No sé, y no me importa, qué delataré de mí misma al recordar aquí que de la obra de Borges lo que más me gusta es An Autobiographical Essay, escrito hasta donde yo sé originalmente en inglés, a los 71 años de edad, en 1970. Hace unos días sentí el impulso de releer estas páginas y me di nuevamente a la tarea. Mientras leía, acumulé notas con las que de pronto no supe qué hacer. ¿Tengo algo que decir? ¿De qué trataría? Borges se ha ganado tal fama de ser un autor para intelectuales y, entre éstos, los más sofisticados, que yo, la verdad, nunca me he inclinado ni siquiera a admitir que lo aprecio; mucho menos, en qué sentido. El peligro de dudar ante otros es que estos otros se crecen sobre ti. Diles que te falta capacidad, o sea, inteligencia, cultura, lucidez, para comentar tus propias lecturas de Borges, para que se supongan más que autorizados a darte una palmada en la cabeza y asentar que están de acuerdo contigo. Si les señalaras que no entendieron tu ironía o tu delicadeza, dejarías de ser irónico y delicado. Así se pasan los años y los cocteles, sin que tú hables del encanto que encuentras en An Autobiographical Essay, y sin que uno solo de tus colegas calle su fascinación por el cuento más intrincado de Borges.

Mi búsqueda de los libros de Borges empezó en 1966. En algún lugar oí o leí que Borges existía y que había que leerlo. No encontré ningún libro suyo en las librerías, pero era tal mi deseo de conocerlo que en una de ellas, Dalis, en la Zona Rosa, encargué el que fuera. Semanas más tarde llegó Ficciones, sólo que en inglés. Escribí mi nombre y puse la fecha en la página del título y, si lo leí, no me dejó ninguna impresión. Sin embargo, nada más ver el lomo del ejemplar hace en mí las veces de Magdalena de aquella época. Tardías como fueron entonces mis lecturas de Borges, me sobraban argumentos, aunque ajenos, para haber podido hablar de mi fascinación por él sin necesidad de arriesgar mis apreciaciones personales, por más humildes que hubieran podido ser. Pero la cosa es que no lo hice, hasta hoy, cuando, no sin temeridad, me animo a establecer que el texto que más me gusta de Borges es An Autobiographical Essay.

Será que me atrae conocer a los grandes escritores en mangas de camisa, en especial a aquellos que no tienen poco de filósofos y en quienes, por lo tanto, busco su clave particular para aprender a vivir. Sea como sea, en este ensayo Borges abre su corazón y cuenta cosas que a mí me complace leer.

Le costó mucho trabajo escribir; encontrar su voz; no digamos, hacerlo en español. Se arrepintió tanto, de tanto de lo que escribió, que destruyó inéditos y prohibió libros ya publicados, y leer cómo habla de todo esto, aunque lo haga de manera clara y narrada, es un placer. Se divierte admitiendo que, de principiante y debido a su formación, se esmeró en escribir latín en español, pero no niega que, por más que se sienta indigno del inglés, resiente que éste no hubiera sido su idioma de nacimiento. Considera el español su ``destino inevitable'', y atribuye a Alfonso Reyes haber aprendido a expresarse de forma sencilla y directa. De hecho, no se refiere sino a uno de sus últimos libros de cuentos como a ``un modesto experimento en la escritura de cuentos en forma directa'', porque también se tardó en aprender a ver, aun ciego, las cosas con sus propios ojos.

Es bien sabido que su primera lectura de El Quijote la hizo en inglés y que, años después, cuando lo leyó en español, declaró que en este idioma, es decir, en el original, le parecía una mala traducción. Nació de anteojos y con un libro en la mano, y de niño casi no salió de la casa paterna, ni, en ésta, de la biblioteca. La primera novela que leyó entera fue Huckleberry Finn, y Mark Twain fue de sus autores de cabecera -sí, al lado de Shopenhauer y quien quieras- hasta el final.

Como en una familia de soldados él salió libresco, durante muchos años se sintió un fracaso, al grado de que suponía que no merecía ser amado, que sería una injusticia que lo fuera. Pero simultáneamente sus padres y abuelas daban por sentado que él sería escritor, que él tenía que llevar a cabo la misión que le había sido negada a su padre. (Entre paréntesis, el padre escribió un drama, que destruyó, sobre la decepción de un padre respecto a su hijo, y, al morir, encargó a Borges que rescribiera una novela en la que trabajó toda su vida y no logró terminar ni publicar.)

Sí, pero, ¿y su clave para aprender a vivir? ¿Está en sus temas, en ``Swedenborg, Blake, los místicos chinos y persas, el budismo, la poesía gauchesca, Buber, la Cábala, Las mil y una noches, T.E. Lawrence, la poesía germana medieval, las sagas de Islandia, Heine, Dante, el expresionismo, Cervantes''? Ciertamente, no en la persecución ni del éxito ni del fracaso. Pero tal vez sí, según confiesa en las últimas líneas de su autobiografía, en anhelar la serenidad, el placer de pensar, la amistad, amar, ser amado. Y, porque lo recoge en las últimas palabras de su abuela, en aprender a morir, lo cual, en un anciano, y más si lo hace lentamente, no es interesante, significativo ni, mucho menos, motivo de congoja, ¿o sí?