Iván Restrepo
Residuos de plaguicidas en leche

Es lugar común afirmar que en México las cosas están cambiando gracias a la creciente participación de la sociedad; que el autoritarismo vive sus últimos días mientras los ciudadanos exigen cada vez más capacidad y honradez de los servidores públicos y congruencia en las políticas y programas del gobierno. Sin embargo, parece que en ciertas dependencias las cosas siguen como antes. Un ejemplo de ello lo acaba de ofrecer el doctor José Meljem, director general de Calidad Sanitaria de la Secretaría de Salud, la cual calificó de ``poco grave'' el hecho de que existan residuos de plaguicidas en cuatro marcas de leche pasteurizada. Sostuvo, además, no haber recibido reportes de problemas de salud derivados de consumir un producto enriquecido con agroquímicos.

Su declaración fue la respuesta a un hecho inquietante: investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, encabezados por la maestra María Guadalupe Prado, encontraron en esa leche residuos de lindano, aldrín, dieldrín, HCH, heptacloro, endrín y DDT y sus metabolitos, todos ellos con mala fama por los efectos negativos que causan a la salud y al medio, y que generalmente se manifiestan en el largo plazo. Los investigadores muestrearon quincenalmente las cuatro marcas utilizando materiales y métodos reconocidos científicamente. En algunos casos, los niveles superan el límite permitido por las normas internacionales, mientras ciertas fórmulas (aldrín, endrín y dieldrín) están prohibidas en México.

El que un producto de consumo generalizado contenga residuos de tan peligrosas fórmulas químicas se debe a su utilización indiscriminada en el combate y control de plagas, hormigas, termitas o gorgojos, en el tratamiento de semillas y en insumos destinados a la alimentación animal, violando de paso la legislación vigente sobre la materia.

No se trata de algo nuevo: hace más de 20 años, un grupo de especialistas documentó la presencia de residuos de plaguicidas en diversos alimentos, leche materna y tejidos humanos. Dirigidos por la doctora Lilia Albert, hallaron en las muestras analizadas concentraciones por arriba de los estándares internacionales. En algunos casos la diferencia era alarmante. Entre los productos examinados figuraban huevo, mantequilla, leche, quesos y diversos vegetales. Hasta entonces se creía que la presencia del DDT y otros compuestos afines en la leche materna era un problema exclusivo de naciones atrasadas. Mas los estudios de la doctora Albert, y después los de la maestra Mercedes Meza y el doctor Stefan Waliszewski revelaron que también era nuestro. Y lo es hoy, por lo que ocurre en el Valle del Yaqui con las madres indígenas y sus hijos. Estos, al nacer, ya traen su carga de diferentes residuos de plaguicidas, mientras algunos más los adquieren a través de la leche materna.

Hace dos décadas, la respuesta que los especialistas recibieron por parte de las autoridades responsables de velar por la salud de los mexicanos consistió en descalificarlos por ``inexpertos'' e ``inmaduros'' y negar la validez de sus trabajos. Con sus variantes, hoy se repite la historia. Con tal de aparentar que no pasa nada y todo está bajo control, se pretende ignorar la realidad y los acuerdos internacionales firmados por México.

Por ejemplo, en la reunión celebrada en 1995 en Vancouver, donde se recalcó la urgencia de controlar ciertos agroquímicos por el gran daño que causan a la población y al medio. Algunos de ellos son precisamente los que localizaron en la leche pasteurizada los investigadores de la UAM. En el caso específico del DDT, contrario a lo que afirma el doctor Meljem, se sigue usando en el país, y no aparece la estrategia para eliminarlo completamente en el 2006, como se comprometió México ante la comunidad internacional. ¿Y el cumplimiento de la legislación vigente sobre la materia? ¿Y el derecho a la salud? Bien, gracias.