Como bien lo advirtió Bartlett, la guerra dio inicio. Nunca mejor aplicada la alegoría. La sucesión presidencial está siendo procesada con una lógica de guerra: con las reglas que emergen cuando la política fracasa. La ausencia de normas hace posible justamente el surgimiento de fenómenos políticos como el que el mismo gobernador de Puebla encarna o fugas tan espectaculares como la del diputado Monreal. Estamos ante el proceso sucesorio más anticipado y descontrolado. Los vacíos se llenan con bravuconadas y audacias. Ir por la libre, pecado mortal hasta hace poco, hoy resulta la operación más rentable.
El presidente Zedillo está dejando sin resolver uno de las operaciones políticas centrales: su propio proceso de sucesión. Las tensiones que en su partido ha desatado la sucesión presidencial se han incrementado cada seis años; y a cada nueva vuelta, los efectos que se irradian a la sociedad son más devastadores. En buena lógica, ésa debió haber sido, insisto, la operación política central del nuevo régimen: consolidar la estabilidad partiendo de garantizarla en el momento terminal de la administración. No sólo no se hizo así, sino que la ausencia de toda conducción anticipa un deterioro aún mayor.
En ese sentido la embestida de Bartlett debe ser leída más como la expresión de una necesidad que como una necedad personal. Finalmente el gobernador de Puebla sintetiza el imaginario político de una casta alérgica a los cambios, o lastimada por los mismos, y que hoy encuentra tribuna justamente por la ausencia de un discurso nacional que articule al priísmo. Sin mecanismos disciplinarios, la revancha, el espíritu restaurador, es lo que mejor expresa esta particular crisis de identidad que se vive en el PRI. Bartlett está mucho mejor equipado para asumir el liderazgo de facto de ese PRI, que los líderes formales de su partido o incluso las autoridades federales. A ello sin duda contribuye el abandono presidencial de su propia sucesión, la imposibilidad priísta para entender y emprender su propia reforma, pero también el enrarecimiento político general.
Dicho enrarecimiento permitió, por ejemplo, que Monreal pueda contender bajo las siglas del PRD por el gobierno de Zacatecas. Su salida del PRI es sintomática de la crisis que vive su ex partido que cada vez es más ineficiente para procesar diferencias internas, pero su ingreso al PRD es francamente preocupante. Si sorprenden las súbitas revelaciones que tuvo Monreal acerca de su propio partido, no dejan de hacer lo propio las transformaciones súbitas que sufrió el mismo PRD respecto de la imagen que tenía de Monreal. Mágico encuentro. La lección es que el pragmatismo todo lo puede. Los principios cotizan a la baja.
Quien prodigó las más encendidas críticas al PRD, quien promovió el boicot a la instalación de la nueva Cámara de Diputados, de la noche a la mañana se transforma en un político limpio, accesible, crítico histórico de su partido, etcétera. En esa lógica es justamente quien más fustigó la idea del bloque opositor en la cámara, el mismo que propuso, apenas pisó territorio de pureza política, un bloque opositor electoral para hacerle frente al PRI. He aquí la nitidez de la nueva oferta política del PRD en Zacatecas. Cuando el pragmatismo llega tan lejos, acaso no debiera sorprender que en el año 2000, Bartlett como renovado adalid de las mejores causas, como el nuevo cruzado antineoliberal sea quien como candidato externo defienda los colores del PRD en la contienda presidencial.
Sin duda la sucesión se enrareció de manera anticipada, y ése no es el mejor dato para la estabilidad. Ojalá pronto se arribe a reglas claras, no sólo dentro del PRI, para procesar de la manera más civilizada la contienda presidencial, de otra suerte acaso el pragmatismo vaya conquistando terreno pero sospecho que todos saldremos perdiendo.