Miguel Barbachano Ponce
Cinematografía cubana

Juan Pablo II hizo votos para que ``Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba''. Transvasando esta idea pontificia a las imágenes en movimiento, si el mundo se abre a Cuba, sus inumerables cineclubes deberán programar en un inicial acercamiento a la cinematografía cubana sus primeros vestigios que bien podrían ser Extinción de un incendio (1897) y Luchando con nuestros muchachos en Cuba (1901), cintas realizadas por camarógrafos estadunidenses durante la guerra de independencia de ese país hermano. Enseguida programarían para información de los estudiosos algunos logros aislados de aquella etapa muda como El parque de Palatino (1906) y El rescate del brigadier Sanguily (1917), ambas de Enrique Díaz Quezada, y para poner punto final a ese ciclo exhibirían La Virgen de la Caridad (1930), de Ramón Peón, drama de planteamientos religiosos.

Ahora bien, el segundo jalón histórico a presentar se armaría mediante largometrajes realizados durante tres décadas, aquellas que corren entre 1930 y 1959, fecha de implantación del régimen castrista. Así, la cinefilia universal tendría oportunidad de contemplar dramas sensibleros como El romance del palmar (1938) o La única (1952), folclor poblado de rumberas y palmeras con Rita Montaner, o dramas de vocación social como Casta de roble (1953), de Manuel Alonso.

A continuación las pantallas de la Tierra se engalanarían con los trabajos cinemáticos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) que acorde con la ley número 169, emitida en 23 de marzo de 1959, deberán encuadrar la problemática interna de una sociedad en proceso de cambio y la exaltación de las virtudes heroicas de los pueblos en lucha contra la opresión. Evidentemente, las cintas realizadas por los cinco padres fundadores del instituto serían las elegidas en una inicial instancia.

Por ejemplo, de Julio García Espinosa, Cuba baila y El joven rebelde; de Manuel Octavio Gómez, La primera carga del machete; del documentalista universal, Santiago Alvarez, Hanoi, martes 13 y El tigre saltó y mató, pero morirá... morirá..., de Humberto Salas, representante de la corriente desbordada, Lucía, retrato de tres mujeres en tres épocas diferentes de la historia de Cuba; y del recientemente desaparecido Tomás Gutiérrez Alea, a quien la crítica alguna vez denominó ``conciencia vigilante de la isla'', Historias de la revolución. Y ya que citamos a Titón (seudónimo del fallecido director) es indispensable sugerir un breve ciclo de sus películas, que incluiría Las doce sillas, odisea de humor cáustico, a la búsqueda de un mueble en cuyo interior están guardadas joyas de familia. Trajín que viene a perturbar la incipiente moral revolucionaria; La muerte de un burócrata cuyo asunto le hubiera costado el Gulag, de haber sido un cineasta soviético; Memorias del subdesarrollo, lúcido análisis del estancamiento latinoamericano.

Sin embargo el cine cubano de nuestro tiempo posee otro perfil que sería necesario enseñar. Me refiero --más allá de la producción académica y formal de la octava década-- a aquel que se concentró en el exilio acendradamente contrarrevolucionario. El super, de Orlando Jiménez Leal y León Ichaso, podría iniciar la accidentada ``corrida''. Pero, ¿cuál es el argumento del filme? Basado en la obra teatral de Iván Acosta, El super recoge la vida, obra y depresión anímica del exiliado cubano Roberto, super intendente de un edificio de departamentos sito en Manhattan's Upper West Side.

Después de terminar El super, Orlando Jiménez dirigió para la televisión italiana L'altra Cuba, telefilme de dos horas de duración que nos cuenta el tortuoso proceso histórico de la revolución, y Conducta impropia --35mm, color, 115 minutos de duración-- con Néstor Almendros, a propósito de la increíble línea dura del régimen contra artistas inconformes, homosexuales y lesbianas.

But there are other cuban filme made in exile comentaría en inglés el crítico y novelista disidente Guillermo Cabrera Infante, que sería interesante incluir en la recopilación anticastrista. Por ejemplo: ``Guaguasi'', ``gusanos'', ``¡Bla, bla, bla!'', ``Aprofile of Fidel''. Hasta aquí mi incompleta propuesta para que los ojos del mundo se abran a Cuba y a sus imágenes revolucionarias --¿y por qué no?-- contrarrevolucionarias.