AUTOPISTA
Aforismos de Marcel
Duchamp
El calor de un asiento (que se acaba/ de dejar) es infraleve
Infraleve (adjetivo)/ no nombre -no/ hacer nunca de ello/ un
sustantivo
Pantalones de pana-/ su ligero silbido (al andar) por/ roce de las dos
piernas es una/ separación infraleve indicada/ por el
sonido. (¿no es un sonido infraleve?)
Cuando el humo de tabaco huele también a/ la boca que lo exhala, los
dos olores/ se casan por infraleve (infraleve/ olfativo)
Pintura sobre vidrio/ vista del lado no pintado/ da un infra/ leve
Alegoría del olvido
Telaraña como ejemplo del aislamiento/ ``natural'' de un
caparazón/ (seudogeométrico)/ de infradelgado
Gruyère empastado para dentaduras defectuosas
Los infraleves son diáfanos y algunas veces transparentes
Habitantes de/ lo infraleve/ holgazanes
El conflicto/ de la sombra/ proyectada en su/ relación con lo/
infraleve
Reflejos -sobre ciertas maderas/ luz que se refleja sobre/
superficies. infraleve ocasionado/ por la perspectiva
Lo pulido/ fenómeno/ de infra/ leve
Además, una inversión técnica:/ al llevar el pantalón/ la pierna
trabaja como la mano del/ escultor y produce un molde (en/ lugar de un
moldeado) y un molde de tela/ que/ se expresa en pliegues-/ adaptar a
esto lo infra leve/ tornasolado
A flor. Al intentar poner una superficie plana/ a flor de otra
superficie plana/ se pasa por momentos infraleves-
Dar siempre o casi, el porqué de la/ elección entre dos o varias
soluciones (por/ casualidad irónica)
Principio de gravedad. Cada/ materia/ es de densidad, de forma/ tal
que el objeto que la limita es solicitado por/ la gravedad para
extender sus dimensiones en una/ superficie hasta el punto que la
atrae/ (embudo)./ (Sólo la avispa utiliza el ascensor/ de la
gravedad a voluntad.)
Buscar un Readymade/ que pese un peso/ elegido de antemano
determinar en primer lugar un/ peso para cada año/ y hacer que todos
los Readymade/ de un mismo año/ sean del mismo peso
La diferencia entre un bebé que mama y un primer premio de
horticultura es que el primero es un soplador de carne caliente y el
segundo una coliflor de estufa.
Cuando tenemos un cuerpo extraño entre las piernas, no hay que poner
un codo junto a las suyas.
¿Hay que reaccionar contra la pereza de las vías férreas entre dos
pasos de trenes?
Del mismo modo que los tubos de pintura empleados por el artista son
productos manufacturados y ya hechos, debemos concluir que todas las
telas del mundo son ready-mades ayudados y trabajos de
acoplamiento.
Emancipado desde hace más de un siglo, el Artista de hoy se presenta
como un hombre libre, dotado de las mismas prerrogativas que el
ciudadano común, y habla de igual a igual con el comprador de sus
obras.
Naturalmente, esta liberación del Artista tiene como contrapartida
algunas de las responsabilidades que podría ignorar cuando no era más
que un paria o un ser intelectualmente inferior.
Más aún, el Artista desempeña en la sociedad moderna un papel mucho
más importante que el de un artesano o un bufón.
Mi biblioteca ideal hubiera contenido todos los escritos de
Rousse-Brisset, tal vez Lautréamont y Mallarmé. Mallarmé era un gran
personaje. Esa es la dirección que ha de tomar el arte: la expresión
intelectual, antes que la expresión animal. Ya estoy harto de la
expresión ``pintorzuelo''.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Subordinación (II)
Si en toda relación de pareja siempre hay uno, o una, que quiere más
al otro, u otra, (no es cosa necesariamente gruesa, sino de matiz y
grado), entonces podría pensarse que el que más ama se subordina al
que menos ama. Pero no es así.
El amor apasionado que sienten por ti tiende a hacerte pasivo. Es
fácil creer que si cambias y actúas de otro modo él o ella van a
dejarte de querer (¿quién puede sentirse merecedor de un amor
apasionado?) Es decir, el amor que sienten por ti es paralizante y
tiende a subordinarte. Pero el amor que tú sientes te lleva a
actuar. La capacidad de acción, sobre todo de inventiva, te da las
riendas del carro. Así, el amor que tú sientes tiende a subordinar.
Además, el enamorado muchas veces intuye que el amor está en cierta
tensión entre tener y no tener, y que si se rinde sin condiciones y se
subordina, esa tensión se pierde y con ella la posibilidad de alcanzar
sus aspiraciones de ser correspondido.
Estas consideraciones, y otras que podrían hacerse, nos llevan a
pensar que en el juego del amor no hay un criterio firme para
determinar quién de los dos está subordinado. El dominante y el
dominado pueden estar tan enamorados como quieras y esto no determina
nada en la relación de subordinación.
Hay que situar el asunto en otro terreno.
Recordemos que, como observó un moralista clásico francés, para
conocer una relación de pareja, o una persona, hay que captarla no en
los grandes momentos, sino en los pequeños detalles triviales de la
vida diaria. La razón es que en los momentos conspicuos nos
comportamos como nos conviene y en los pequeños detalles irreflexivos
como somos de verdad. Por eso necesitamos apartarnos de lo ruidoso y
manifiesto y descender al microscópico universo del rasgo de
carácter.
Por otra parte, no es cierto, es sólo prejuicio, que todos queremos en
el fondo mandar o imperar ni que el subordinante gana y el subordinado
pierde. Observa este diálogo de domingo:
-¿Qué quieres que hagamos hoy, amor?
-Lo que tú quieras, mi vida.
Esta amable respuesta es casi criminal. ¿Quién quiere recibir el
nombramiento de director del tiempo libre? ¿Quién quiere mandar en
estas cosas? El precio de subordinar se paga en términos de compromiso
y responsabilidad. Y muchas veces es un precio alto que preferimos
eludir. Escurrir el bulto al mando no se vive como derrota, sino como
liberación, y la subordinación se vuelve atractiva.
Pero este lenguaje es limitado: subordinar o no a nuestra pareja no
es, muchas veces, cosa voluntaria, sino algo que sucede, una especie
de mecanismo que se pone en marcha con nuestros irreflexivos rasgos de
carácter. Y sólo largos años de autobservación dolorosa nos otorgan
vislumbrar este recóndito modus operandi íntimo.
Intentemos, pues, aislar los rasgos del dominador.
Un miembro de la pareja es propenso a formas de descontento e
impaciencia. El otro, en cambio, tiende a contentarse con cualquier
cosa. Ambas actitudes son íntimas e irreflexivas.
La ley dice, y es fácil intuir su plausibilidad, que la persona
descontenta e impaciente tiende a imperar sobre la persona contentona
y no exigente.
Los hermanos mayores, por ejemplo, tienden a ser exigentes. No aceptan
las cosas como se dan, sino precisamente como ellos quieren que se
den. No basta la sopa, sino que tiene que estar a cierta temperatura,
con cierta dosis de sal y zanahorias. Y estas exigencias tienen en él
un tono natural. En los hermanos mayores, como sabemos, hay
disposición a imperar.
Impaciencia y prurito de exigir. Vamos a examinar estos rasgos porque
están en la raíz de la actitud subordinante.
Digamos en primer lugar que se manifiestan como enojo, como
cólera. ``¿Qué pasa que no viene?'', es imposible decir esto
sonriendo.
El Impaciente, qué personaje. No se por qué Moliere no escribió una
comedia castigándolo. Hay que intentar entender qué le pasa. Pero
tenemos que esperar hasta la próxima ocasión.
Pero ya oigo al Impaciente: ``Hasta dentro de siete días, no, no,
hazlo ahora o mejor ya no hagas nada''.

Naief Yehya
¿QUE SOMOS, DE DóNDE VENIMOS Y HACIA
DONDE NAVEGAREMOS?
Hubo un tiempo en que las computadoras servían precisamente para lo
que su nombre indica: hacer cómputos y realizar cálculos fabulosos. La
única forma de interactuar con ellas era programándolas y
alimentándoles datos. Resultaba una relación bastante simple, lógica y
lineal. Si nuestros algoritmos eran adecuados y nuestras instrucciones
estaban correctamente estructuradas, la operación tenía que ser un
éxito. No había mucho glamour en este campo. No obstante, desde que la
cultura cibernética pasó a ser patrimonio de las masas de usuarios
(categoría novedosa con la que nos referimos a millones de personas no
especializadas que utilizan de una u otra manera computadoras), hemos
dejado de concebir a la computadora como una calculadora sofisticada;
nuestra relación con ella ya no es tanto un asunto de lenguajes
crípticos, líneas de código y operaciones complicadas, sino una
cuestión determinada por simulaciones (simulamos estar ante una página
en blanco, ante una hoja de cálculo, en la cabina de un avión, frente
a un monstruo sangriento, en un foro de discusión o en una habitación
privada teniendo relaciones sexuales), navegación de la red,
interacción con otras personas y diversos medios.
Conversando con artefactos
Estamos a tiempo de preguntarnos, con la psicóloga y profesora de MIT,
Sherry Turkle: ``Quiero saber en qué nos estamos convirtiendo, si los
primeros objetos que miramos cada día son simulaciones en las que
desplegamos nuestros yos virtuales.'' La cuestión no es trivial, ya
que un gran porcentaje de los usuarios de computadoras y de Internet
son niños que crecerán programando, navegando, experimentando,
comunicándose y descubriendo el mundo a través de simulaciones. Hace
menos de una década casi cualquier persona consideraba un disparate o
una aberración establecer una charla con una máquina; hoy en día
cientos de personas platican y discuten en línea con bots
(robots de software que habitan la red); otros tantos aceptan
psicoanalizarse por sistemas expertos, o bien acuden a
confesarse con un sacerdote electrónico en el WWW.
De sumadoras glorificadas a máquinas filosóficas
En sus inicios, las computadoras prometían tan sólo resolver nuestras
ansiedades tecnológicas. Cada nueva generación de procesadores
realizaría cálculos más rápida y eficientemente. Se esperaba que las
gigantescas Univacs, IBMs y Altos nos permitirían vivir en un mundo de
certezas matemáticas. Tal utopía nunca se concretó. En cambio, la
promesa se transformó con la aparición de las PCs y su inserción en
nuestra vida cotidiana. De ser sumadoras glorificadas, las
computadoras se volvieron máquinas filosóficas que comenzaron a
cuestionar conceptos como realidad, vida e inteligencia. Súbitamente,
la computadora ofreció la ilusión de compañía sin pedir a cambio
fidelidad ni amistad. La computadora es casi una mente sin serlo; es
externa a nosotros pero a la vez es parte nuestra; es un objeto pero
mantenemos con ella una relación íntima e interactiva. Es una máquina
que ha dejado de ser una simple herramienta en el sentido mecánico
para volverse el equivalente a un instrumento musical, ya que así como
un piano o una guitarra sirven de extensiones emocionales que nos
ayudan a manifestarnos a través de sonidos, la computadora es una
extensión de nuestro pensamiento y nuestra presencia. En una
misma sesión de trabajo se puede escribir un artículo en el procesador
de palabras, revisar el correo electrónico, insertar un comentario en
un foro donde se debate el inminente fraude en las elecciones del DF,
encargar un libro a la impresionante librería en línea www.Amazon.com
(más de 2.5 millones de títulos) y tratar de avanzar un nivel en un
juego de Doom. Esto, que cualquiera llamaría simple incapacidad
de concentrarme en una sola cosa, en ciberlingua se denomina
Presencia distribuida.
Computadoras humanizadas y hombres programables
La ironía es que, al tiempo en que la computadora se humaniza y se
aleja de su pasado de calculadora, el hombre comienza a asumirse como
una máquina biológica, capaz de conocer su propia
programación. La psicofarmacología se desarrolla al identificar
las funciones químicas del cerebro y su relación con nuestros estados
de ánimo. La genética ha avanzado para desentrañar el genoma humano,
es decir, para descifrar el código que nos determina como especie y
sujetos. Supuestamente, pronto podremos saber qué genes determinan
nuestro color de ojos, tipo de cabello, proclividad a ciertas
enfermedades, orientación sexual, personalidad y temperamento. Este
conocimiento abrirá las puertas a la manipulación de nuestra
naturaleza, a la reparación de defectos y a la reprogramación genética
del ser humano. Así, como en las novelas ciberpunks, mientras el
hombre pierde su humanidad (preocupación esencial de casi toda la
ciencia ficción) y marcha hacia un ideal de perfección digno de Aldous
Huxley, las computadoras del futuro posiblemente evolucionarán para
volverse más sensibles, como resultado de una ciberbiología emergente
e impredecible. Esto podemos verlo como un hecho en el crecimiento y
expansión de la red, la cual es, de acuerdo con un ingeniero de
Caltech entrevistado por Turkle: ``Como un cerebro que se organiza a
sí mismo sin ser controlado por nadie, tan sólo creciendo a partir de
las conexiones que haceÉ No es un problema de ingeniería. Es un nuevo
tipo de organismo. O un mundo paralelo. No tiene caso analizarlo. No
hay forma de que hubiera sido construido a partir de un plano.''
Naief Yehya
76253.154@compuserve.com
¤ Naief Yehya ¤
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