AUTOPISTA
El capitán
Alatriste
Las mesas de novedades han sido asaltadas por la última
aventura del escritor español Arturo Pérez-Reverte, que
lleva por título El capitán Alatriste. Se trata
de la primera entrega de una saga poblada de trepidantes
espadachines. Como el águila del corrido, antes de afilar sus
floretes, Pérez-Reverte "pidió permiso
primero", en este caso para usar el apellido de su editor en
México, Sealtiel Alatriste. Como corresponde a su generosidad,
y a la cabellera de mosquetero que usa desde hace algún tiempo,
Sealtiel aceptó con gusto ser tocayo del nuevo héroe de
Pérez-Reverte. Eso sí, desde que se desdobló en
personaje de ficción, nuestro amigo Alatriste ha tenido que
asumir responsabilidades de desfacedor de entuertos. La más
reciente de ellas tuvo que ver con nuestro número pasado. Al
recibir el texto de Sergio Fernández sobre Jessica Lange
pensamos que sería facilísimo conseguir toda clase de
fotos de la diva. Nada de eso. En el cielo de Hollywood las estrellas
suelen ser fugaces y por cada foto que pedimos de Jessica recibimos
una negativa y el ofrecimiento de un poster de Winona. Un momento de
lucidez nos hizo recordar que Sealtiel Alatriste tiene en su casa una
especie de gruta sentimental, un rincón con las fotos de las
actrices más cercanas a su corazón. Por suerte, Jessica
figura entre sus gustos. El capitán entró en
acción y nos envió un retrato perfectamente enmarcado
que procedimos a estropear para los rudos usos del periodismo. Dejamos
constancia de este gesto y ratificamos que Pérez-Reverte
escogió bien el hombre de su personaje.
El minutero racial
El otro día escuchamos en la radio una noticia que nos
dejó pasmados: "a causa de los rayos ultravioletas la
gente de piel blanca sólo puede estar a la intemperie 28
minutos y la gente de piel morena 61 minutos". A los muchos
desastres del DF ahora hay que agregar el peligro de tomar el
sol. Dentro de poco tendremos que usar máscaras, bloqueadores
contra rayos ultravioletas o racionar nuestros minutos de
intemperie. Como la gente de piel morena resiste más, no
sería extraño que, dado el racismo funcional que impera
en nuestra urbe, los blancos empezaran a rentar morenos para faenas al
aire libre.
Nuestras pausas
Uno de los misterios del trabajo abrumador es que tiene muchas
pausas. Después de una jornada en la que apenas usamos un par
de minutos de nuestra cuota legal de rayos ultravioleta, solemos
encontrarnos ante la siguiente sorpresa: la neta, la neta, no hicimos
tantas cosas. Lo primero que pensamos al reparar en nuestra
épica fodonguería fue lo siguiente: Ƒqué
sería del trabajo fecundo y creador sin los momentos muertos
que ayudan a recuperar el ánimo? Para hacer cosas hay que
perder el tiempo, al menos un poquito. Si alguien toma este
pensamiento consolador por una barata defensa del conformismo, tiene
razón. Después de un balance honesto, llegamos a la
conclusión vergonzosa: no sólo perdemos el tiempo sino
que lo perdemos en cosas de pésimo gusto. Con el sincero
propósito de enmendarnos y escarmentar de una vez por todas,
hacemos una relación de nuestros cuestionables pasatiempos . La
semana pasada dedicamos:
52 minutos a hablar de los labios de Liv Tyler.
48 minutos a discutir cuántas puertas abre el Superagente 86
antes de llegar a la guarida de Control..
40 minutos a leer la sección de venta de helicópteros
usados en la revista Rotor.
33 minutos a navegar en Internet rumbo al escudo del Club de Futbol
Barcelona, que tarda media hora en formarse en la pantalla (los
siguientes tres minutos se destinaron a decir "esto es más
aburrido que ver cómo se seca la pintura" y a contemplar
un llavero del Barça con un escudo que volvía
innecesario el de la pantalla).
27 minutos a decidir qué es peor: que tu pareja no sepa
quién es André Breton o que discuta contigo el
último manifiesto surrealista.
25 minutos a hacer quebraditas mentales tratando de imaginar
cómo serán los seres que vibran y cantan con la
música de los supergrupos Límite y Caballo Dorado.
17 minutos a entender qué es el Afore.
3 minutos a hablar de los labios de Steven Tyler.
Todo esto nos parece francamente inútil y sin embargo lo
hacemos. ƑQué sucede? ƑAcaso el cerebro requiere de
"zonas de succión" para luego aportar algo, o no
somos más que un puro desastre?
Sabedores de la función terapéutica de la
confensión, iniciamos nuestro camino de rectitud compartiendo
nuestras agraviantes debilidades.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Mañana habrá una batalla
naval
Mañana habrá una batalla naval.
Será rápida como un combate de gatos en la noche:
tres segundos, tal vez menos, de juego insoportable de
artillería y grandes pérdidas por ambas partes.
Por la tarde del 28 de abril de 2142 habrá una batalla naval
y será así: tres segundos, tal vez menos, de brillante
zumbido de proyectiles y luego nubes enormes de humo negro
elevándose, y naves haciendo erupción como en
Krakatoa, al este de Java, o Ave del paraíso con
Debrah Paget y Louis Jourdan, amantes, y Jeff Chandler, jefe
indígena. O como nuestro modesto y olvidado Paricutín
con el Doctor Atl, pintor, y José Revueltas, cronista.
Hace tres segundos, tal vez menos, hubo una batalla naval. El
estrépito cesa bruscamente. Metal retorcido como cairel de
niña española y el acorazado que se hunde en
cámara lenta. Muchas bajas por ambos bandos.
Mañana habrá una batalla naval. Será
silenciosa, de pequeños submarinos, unos amarillos, otros
rojos. La nave que logre estar callada por más tiempo, gana el
combate. Habrá otras atracciones. Tres pulpos combatirán
en lucha grecorromana y un pez espada nadará en reversa.
Se está librando una batalla naval. En el Golfo de Yodo se
encontraron las dos flotas. El combate es encarnizado. De lejos se
aplaude el espectáculo: parece fiesta real de fuegos de
artificio con música de un Haendel expresionista. Pero el mar,
hastiado, tomará partido en la batalla sacudiendo sus
lomos. Eso se murmurará en el palacio real y el almirante Tong,
vencedor de la batalla, quedará resentido y colérico por
el ninguneo.
Mañana no habrá una batalla naval.
Hace más de dos mil años hubo una batalla naval cerca
de la isla de Salamina. Persas y griegos la
libraron. Temístocles, al mando de la flota griega, fue muy
astuto: con informes falsos hizo que la masa de barcos enemigos se
adelgazara para pasar por un estrecho, luego cerró el paso y
aniquiló con toda su flota los barcos que ya habían
cruzado. El resto de la flota persa se embotelló en el estrecho
y no pudo socorrer a los masacrados. Así es siempre en las
batallas navales: se trata de adelgazar o engrosar con oportunidad tu
flota. A veces el que la adelzaga y envuelve al enemigo, gana. A veces
gana el que engorda su formación y logra partir la flota
enemiga. Esto último fue lo que hizo Nelson en Trafalgar. La
estragegia se parece, pues, a amasar la harina para hacer diferentes
tipos de pan.
Mañana habrá una batalla naval. Será incruenta
porque se representará en el teatro. Una gustada naumaquia. Los
maestros italianos han trabajado toda la noche. El rey mismo
estará presente en el estreno. Marineros y capitanes
hablarán en verso octosílabo, aunque no se descarta
algún soneto de esos perfectos a los que nos tiene
acostumbrados don Pedro Calderón de la Barca. Algún
funcionario se queja de que esta naumaquia de tablado esté
saliendo más cara que una con barcos verdaderos y librada en el
mar. Sí, sí, pero es más sana y
prudente. Además, ya lo dijo el gran director de cine
D.W. Griffith de visita en los campos de batalla europeos de 1917:
"La guerra como espectáculo deja mucho que desear."
Qué nombres: Salamina, Trafalgar, Midway, Lepanto. Pero el
mar inmenso no guarda ningún recuerdo de esta sangrienta
gritería, y los lugares donde un día atronó el
salvaje latido humano son ahora puntos perdidos entre el oleaje. Los
imperios suben y caen y allá abajo, en la calma verdiazul, los
peces siguen suavemente nadando.
Imagínate decir "ya nunca habrá otra batalla
naval". ƑQuién puede creer eso? No, habrá otra
batalla naval, habrá muchas, pero Ƒquién contra
quién? ƑCuándo? Y, sobre todo, Ƒpor
qué?. Esta pregunta tan general no carece de sentido.
"Mañana habrá una batalla naval" es un
ejemplo famoso en filosofía. Lo formuló
Aristóteles (De Interpretatione 9, 19a 23-40) al
exponer, y luego intentar refutar, un argumento en favor del
determinismo. Se trata de aclarar el valor de verdad de los futuros
contingentes: si hago una profesía y se cumple, Ƒpuedo
interpretar la verdad de mi profesía como verdad necesaria? La
señora Anscombe discute el asunto (Mind, 1956), tanto
siguiendo punto por punto a Aristóteles, como de manera
más moderna y general.

Naief Yehya
1969, año cero
¤ Naief Yehya ¤
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