AUTOPISTA
El
Wonderchón
Hace algunas noches, Alejandro Aura sostuvo, con una gracia que
somos incapaces de reproducir, una teoría que podríamos
bautizar como "Decadencia y definitiva pobreza de la ropa
interior masculina". Nos sumamos al tema con esta modesta
reflexión.
En un planeta que es fan de los inventos, pocas cosas se han
mantenido tan tediosamente iguales a sí mismas como los
calzones para varón, cuyas variantes no pasan de la
dicotomía "trusa o boxer". Buena parte de la
incomodidad y aun de las maneras del género masculino, se deben
al escaso apoyo que le brindan sus prendas íntimas. ƑNo es
contradictorio que la misma civilización que promueve
metáforas elogiosas, como "tenerlos bien puestos",
ofrezca tan pocos medios concretos para cumplir tal cometido?
Aunque el espíritu de la época no se arregla con
lencería, ya es hora de que se atienda un espacio que no por
breve deja de ser sustancial. Desde esta zona de tráfico,
lanzamos la siguiente hipótesis: el carácter de nuestros
congéneres mejoraría mucho con el calzón
adecuado.
Esto no quiere decir que las mujeres estén felices con los
calzones que les tocaron en suerte, pues las vaporosas legiones de
lencerías femeninas han sido creadas para la mirada del sexo
opuesto. Ya en el siglo XVIII, los corsés fueron discutidos
como fortificaciones que estimulaban y complicaban el arte del
asalto. Hace cincuenta y pico años, un ingeniero de la Renault
inventó un objeto ideal para parar el tráfico: el
bikini. Obviamente, esto suponía que los conductores fuesen
hombres con buena vista. En otras palabras: el voyeurismo masculino no
ha perdido oportunidad de ofrecer variantes para que las mujeres se
desvistan poco a poco. La bibliografía sobre el sometimiento
textil de la mujer basta para llenar varias bibliotecas
políticamente correctas.
Si hablamos de las mujeres y sus ropas interiores no es para
justificar los diseños que les ha asignado la calentura
masculina, sino para mostrar que les tenemos envidia. ƑEs posible
comprender el tedio de quien calza a diario algo que se llama
"trusa"? Si ignoráramos esta íntima
connotación y nos dijeran que alguien cazó una trusa,
imaginaríamos un roedor bastante feo.
El año pasado, el PAN armó barullo por el
Wonderbra. Nosotros exigimos igualdad: šque llegue el
Wonderchón!
Más allá de la legítima coquetería y
de los posibles modelos profilácticos para el narcisismo
genital, proponemos una prenda cómoda: ni muy floja ni muy
entallada, que se haga presente sin protagonismo, una tela constante y
aseguradora que sin embargo sólo se advierta al quitarse. Una
segunda piel.
Como las manías y los caprichos son tan copiosos como el
número de los hombres, el Wonderchón
debería satisfacer toda clase de tallas.
Vale la pena hacer la prueba: el Wonderchón
mejorará el temperamento masculino o demostrará de una
vez por todas que se trata de un género que no merece el
calzón de sus anhelos.
Morábito en Harper's
En su número de febrero, la revista Harper's publica
el relato de Fabio Morábito "El tornillo", incluido
en su libro Caja de herramientas. Nacido en Alejandría
en 1955, de padres italianos, Fabio Morábito es uno de los
mejores escritores mexicanos. Su vida y su literatura están
marcadas por el viaje. Sus lectores fervorosos agradecemos que el
azar, nombre profano del destino, lo trajera a esta orilla. Ahora, sus
herramientas han iniciado otra travesía; primero al taller del
notable traductor Geoff Hargreaves, luego a la vitrina de Harper's
y muy pronto a su nueva caja, Toolbox, editada por Xenos
Books.
En el mismo número se incluye un texto de otro singular
viajero: un fragmento de la nueva novela del
guatemalteco-norteamericano Francisco Goldman, amigo y colaborador de
La Jornada Semanal y autor de La larga noche de los pollos
blancos (Anagrama, 1994).
Felicidades a ambos.
Diez poemas para el cine mudo
En una hermosa edición de autor, Ángel Miquel ha
reunido a diez poetas aficionados al cine mudo y a los códigos
y gestos que trajo la nueva costumbre de ir al cine. Hay versos de
Novo, Villaurrutia, Leduc y List Arzubide, entre otros. Reproducimos
un fragmento de "Film", poema de Salvador Gallardo publicado
originalmente en El pentagrama eléctrico, en 1925:
Y en tanto que un gramático
reloj suma prefijos de cuartos a las horas
un pito estilográfico cuadricula la noche
El insomnio ha regado en mi lecho alfileres
El sol irreverente estornuda en mis ojos
y un espejo ironiza en furtivo ademán.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Acerca de los monstruos (II)
En esta vía (la que crea monstruos cruzando entes
próximos, por ejemplo animales de un especie con animales de
otra) es interesante el animal que no se sabe qué
es. Imagínalo.
ųƑDónde tiene la cabeza? ųpregunta el
afligido padre que examina a la pequeña bestia, del
tamaño de un balón de futbol, que le trajeron sus hijos
y él ha colocado sobre la mesa del comedor.
Pero, claro, este monstruillo sólo es interesante mientras
no se sabe qué es. Todo misterio es interesante, muy pocas
veces la solución está a su altura. En La amenaza de
Andrómeda, una de mis películas predilectas, cae de
los cielos una especie de piedra que no se sabe qué es, pero
que enferma y mata a la gente en cierto radio alrededor de ella. Luego
descubren los científicos que en realidad es un ser vivo, pero
sumamente extraño y primitivo, que muta como virus de la
gripe. No hay en él ojos, cabeza, antenas ni ninguna de esas
previsibles trivialidades. Pienso que así debería ser
nuestro animalito de la mesa del comedor.
Pero volvamos a nuestro asunto. El monstruo legítimo no es
nunca ni cruza entre animales ni fenómeno de feria. La mujer
barbada no es una nueva criatura, sigue siendo mujer (con un atributo
masculino). Monstruo sería, en este caso, el andrógino
perfecto. Mircea Eliade ha consagrado un libro entero al estudio de
esta hipotética criatura. El andrógino no es mero
hermafrodita, es decir, hombre y mujer a un tiempo, como la famosa
escultura decadente del Louvre del muchacho con senos y caderas
redondeadas. Es decir, no sería un ser que entendiera desde el
lado del macho y del de la hembra, sino alguien que, para entender, no
tiene limitaciones masculinas ni femeninas. La nueva entidad capta las
cosas como ningún humano puede apreciarlas y tiene, por tanto,
grandes poderes. Dado que los contrarios tienen enorme importancia en
el pensamiento mitológico, el andrógino, al cancelarlos,
rebasa lo humano, y se convierte en divinidad.
Comparemos la máquina que come con el
andrógino. Tienen en común el ser incomprensibles. Si
algo tiene explicación, es obvio, ya no es monstruo
legítimo.
Pero la pregunta que quiero formular es esta: Ƒtiene el
monstruo que ser, de un modo u otro, un animal? ƑLa criatura que
acuñas promiscuando reinos del ser, a fin de cuentas tiene que
resultar un ser vivo? ƑO puede haber monstruos intrigantes que no
nos recuerden para nada a una bestia de pelo, pluma, escama o
algún otro sorprendente material? La respuesta, desde luego, es
no, un monstruo no tiene que ser por fuerza un animal. He aquí
una lista de monstruos no animales:
El huracán que grita amenazas en francés,
inglés y turco mientras avanza furioso.
Un pensamiento dotado de existencia separada, que anda de
aquí para allá y vuelve loca a la persona en la que se
aposenta.
La caja de zapatos que desaparece todo lo que se guarda en ella,
sobre todo en noches de luna llena.
Un tocadiscos que, en vez de reproducir discos, te cuenta tu vida
cuando lo accionas.
El sobre cerrado, que periódicamente renueva las cartas que
contiene y que provienen de lugares distantes del globo.
La playa ésa donde las olas cuando revientan escriben letras
sobre la arena...
Con estas gentiles y limpias criaturas estamos muy lejos de los
insectos gigantes y viscosos del cine de ciencia
ficción. (Contra los que nada tengo, siempre y cuando
participen en películas tan logradas como la primera
versión de Alien.) Para fabricar monstruos no pienses
tanto en animales o personas, sino en situaciones o acciones
inexplicables. Porque el monstruo legítimo no es esencialmente
persona, cosa o animal, sino misterio. Y, por lo tanto, en lo tocante
a monstruos sigue siendo cierto el apotegma positivista de que la
función hace al órgano.
Interrogado un rabino muy santo acerca de qué había
pensado cuando vio un monstruo, respondió "alabé a
Dios". ƑY por qué?, volvieron a preguntarle. Y
contestó: "alabé a Dios porque con esa criatura nos
enseña lo diverso". Y lo diverso nos enseña a
contrapelo lo regular. Lo diverso es lo otro, lo que no es nosotros ni
está en nuestro campo, tan limitado, de experiencia.
Hemos hablado de misterio y diversidad en relación a los
monstruos. En ese sentido, el mayor monstruo del mundo sería,
sin duda, lo impensable, lo inimaginable, es decir, Dios.

Naief Yehya
SOCIALIZAR LA RED
Las flamas de la ira
Con la transformación de la red en un medio público
de comunicación aparecieron nuevas reglas de etiqueta,
así como formas de confrontación. A mediados de los
setenta tuvo lugar el primer flameo, que equivale a una feroz
agresión verbal a través de la red de computadoras. La
facilidad de responder instantáneamente a un agresor que
esté en cualquier parte del mundo sin tener que verle la cara,
y en general sin correr el riesgo de recibir una paliza, daba a este
medio un atractivo extra. No sólo se podía discutir,
sino también descargar tensiones. Quien quiera que se haya
involucrado en un flameo sabe que la virulencia de los ataques llega a
ser sorprendente.
Con seguridad, la primera comunidad virtual fue el foro
electrónico MSG (Message Services Group), en el cual tuvo lugar
la mayoría de los debates más importantes del
ciberespacio entre 1975 y 1980. En 1977 se desató la primera
polémica en torno a la libertad de expresión en el
ciberespacio, cuando apareció en el mercado un androide
doméstico fabricado por la empresa Quasar. Muchos
científicos que trabajan en el terreno de la Inteligencia
Artificial expusieron al robot como un fraude. Otros se preocupaban de
que una red financiada por el gobierno se utilizara en discutir temas
aparentemente frívolos como ése. El debate duró
hasta 1979. Otra polémica que repercutió en la entonces
pequeña comunidad del ciberespacio se originó por la
aparición del programa Finger, de Les Earnest, el cual
permitía a un usuario conocer la fecha y hora en que una
persona había estado en línea por última
vez. Preocupado por la privacía de los usuarios, el ingeniero
Ivor Durham decidió introducir una opción en el programa
para poder ocultar esa información. De inmediato fue flameado
con violencia, acusado de demagogo, fascista y cobarde. El 12 de abril
de 1979, Kevin McKenzie se lamentó en el foro
electrónico de MSG respecto de la pérdida de significado
que estaban sufriendo las comunicaciones, debido a que las
computadoras no podían trasmitir los gestos, expresiones y la
espontaneidad de una conversación en persona, o incluso la
vitalidad de la voz humana en una plática
telefónica. Propuso expandir el alfabeto utilizando iconos
emotivos o emotíconos, como la carita sonriente. Horas
más tarde, recibió una avalancha de flameos. La idea fue
considerada una estupidez.
Asambleas y fiestas privadas en la red
Nadie niega que el aspecto democrático de la red es lo que
la hace verdaderamente fascinante. No obstante, nadie quiere vivir en
un mundo sin restricciones, donde cualquiera pueda obligarnos a
discutir eternamente acerca de su colección de timbres o de su
fetichismo por los zapatos rojos de tacón de aguja. Una forma
de elegir con quién juntarse en la red, es a través de
las listas de correo (o grupos de discusión que se comunican
mediante correo electrónico), las cuales generalmente se
reúnen para debatir un tema de interés
común. Existen dos tipos de listas: abiertas, que son los foros
más abundantes en la red, y a los que cualquiera puede
ingresar, y cerradas, en los que la membresía requiere la
aprobación del director o la recomendación de un
miembro. A diferencia de algunas inmensas listas abiertas donde muchas
contribuciones son irrelevantes o absurdas, hay listas cerradas muy
selectas, en las que cada miembro juega un papel dentro de la
microsociedad.
Sendero flameador
Tras el famoso caso de ciberviolación reportado en un
extenso artículo de Julian Dribell, "A Rape in
Cyberspace", en The Village Voice y reproducido en el
libro Flame Wars, editado por Mark Dery, ha habido decenas de
denuncias y quejas de muchas otras violaciones que han desatado un
continuo debate en torno a qué tan violada puede ser una
persona en el ciberespacio. La mayoría de las violaciones en
Internet se reducen a obsesivas cataratas de insultos, a menudo de
carácter sexual, que casi nunca van más allá de
la pantalla. No obstante, los flameos violentos pueden tener
consecuencias graves, como en el caso de la reciente disputa
flamígera entre el periodista del Eye Weekly de Toronto,
K.K. Campbell, y Luis y Marcelina Quispe, seudónimos de los
editores de la revista The New Flag, dos maoístas
peruanos cercanos a Sendero Luminoso
(http://www.blythe.org/peru-pcp/), que viven en Long Island. Tras una
serie de furiosos flameos de parte de los maoístas, que eran
respondidos con ironía y cinismo por Campbell en la lista de
correo marxista del Spoon Collective
(http://jefferson.village.Virginia.edu/~Ùspoons/), los Quispe
lanzaron un mensaje críptico que tuvo consecuencias serias, ya
que señalaba a Julián Calero, un solicitante de asilo
político que vivía en Connecticut, como miembro de la
guerrilla. La lista de correo ųque obviamente es monitoreada por
el FBIų condujo al arresto de Calero, a quien inmediatamente el
gobierno peruano (siempre listo para encerrar subversivos en cajones
inmundos) identificó como terrorista y lo acusó de haber
participado en varios asesinatos en 1991 (un año después
de que se había instalado en Estados Unidos). Calero fue
encerrado y, dada la afanosa e irracional complacencia del FBI con las
autoridades peruanas, se espera que sea deportado pronto.
¤ Naief Yehya ¤
76253.154@compuserve.com
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