AUTOPISTA
Lectura y hospitalidad
En el número 3 de la revista Fractal, leímos
"El lector como misterio", excelente ensayo de Robert
Darnton que revisa las condiciones en que se produce la lectura. Entre
otras muchas anécdotas relacionadas con los placeres y los
vicios de los lectores, Darnton se ocupa de la costumbre dieciochesca
de abrir las bibliotecas particulares para compartir botanas
culturales con toda clase de desconocidos. Por ejemplo, en la
población de Lunéville, el librero P. J. Bernard
invitaba a su club de lectores en los siguientes términos:
"Una casa amplia, cómoda, bien iluminada y con buena
calefacción, que abrirá todos los días de las
nueve de la mañana al mediodía y de la una de la tarde
hasta las diez de la noche pondrá a disposición de sus
afiliados dos mil volúmenes y sus libros en existencia
aumentarán a razón de 400 títulos al
año... Una habitación de la planta baja y otra en el
segundo piso estarán reservadas para conversar; el resto de las
habitaciones quedarán a disposición de los lectores de
periódicos y de libros."
En tiempos en que la gente se reúne a conversar en Internet,
se echa en falta la hospitalidad de filántropos como Bernard,
convencidos de que la lectura es un gusto individual que puede
compartirse. Hoy en día, formar parte de un círculo de
lectura significa ante todo recibir libros por correo. El invaluable
apetito de conversar, la gregaria pasión de armar
cháchara sobre aficiones y repulsas librescas, quedan relegados
para la tarde en que la Providencia y el Hoy no Circula permitan
llegar a una tertulia.
Sin embargo, también en la ciudad más poblada del
mundo hay espacios para compartir los avatares de la letra. Todos los
sábados, en El Hijo del Cuervo, el poeta Alejandro Aura es
anfitrión de quienes anden en pos de lecturas.
Diez años de ser hijo y cuervo
Como saben los miles de parroquianos que se han cobijado bajo sus
alas, El Hijo del Cuervo no sólo ofrece libros gratis. Aunque
la mayoría de sus clientes actuales pertenece a la
Generación X, el teatro bar fundado por los escritores Carmen
Boullosa y Alejandro Aura tiene una larga historia. Hace trece
años, en la Plaza de la Conchita, una pequeña casa
colonial fue habilitada como el escenario más diminuto y libre
de América Latina. En un probable homenaje a Poe y a cierta
variante del tequila, el nombre del local fue El Cuervo. En la tarima,
Alejandro Aura representaba la farsa XEBubulú, que
incluía un semidesnudo del actor, director y autor:
"šde Premio Nacional de Poesía a mover las nalgas en
un cabaret!", comentaba Aura con ironía. Después de
tres años de humor, maromas, batallas napoléonicas para
conseguir y conservar licencias de alcoholes y uso de suelo, el
matrimonio Boullosa-Aura se fue con su música a otra parte (a
la siguiente plaza, para ser precisos), y dio a luz El Hijo del
Cuervo.
Durante diez años trepidantes, El Hijo del Cuervo ha sido
sede de encuentros y desencuentros pasionales que aún aguardan
al Ovidio posmoderno que los narre. Infinidad de libros, obras de
teatro, grupos musicales, payasos, visionarios y profetas se han
presentado entre sus muros. Pablo Boullosa, actual director de este
imprescindible centro de las noches y las mañanas alternativas,
ha usado sus talentos de computación para garantizar que el
ambiente sea una estimulante y armónica forma del caos.
El 11 de febrero, El Hijo del Cuervo cumple diez años. Esta
Autopista celebra su vuelo con las piruetas de Antonio
Skármeta: "Viene un pájaro más o menos
grande, como un águila pero no tanto, que azota su pico curvo,
la nariz prodigiosa que le ha dado esa madre suya... un bicho
difícilmente descifrable, ponle un halcón bendito, o el
cuervo Harry Haley, que aprendió a cantar baladas isabelinas
durante la quiebra del Bailey and Barney, bueno, ésta era un
ave muy sui géneris, le habían encargado una
misión dificilísima, algo indescriptible, como para una
serie de televisión en el mejor horario, domingo a las ocho de
la tarde después de Mi marciano favorito,
imagínense que a este pajarraco le encargan Misión
imposible." šVan diez años de misiones imposibles!
šFelicidades!
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Cinco estampas
1. Saxofón barítono
Una noche, cuando aún tocaba en ese trío,
Elephant Miller, batería, me llevó a los
sanitarios. Abrió la puerta del inodoro con
brusquedad. Tenía ya en la mano una jeringa. Tomó agua
directamente de la taza del excusado. Cerró la tapa, puso sobre
ella su enorme pierna y preparó una dosis de heroína. La
inyección me causó tal mareo que casi no podía
tocar. Otra vez que la probé sucedió lo mismo. Por esos
mareos me salvé de engancharme, pero mi vida de aquellos
años siguió tan agitada e imprevisible como antes.
2. Desayuno de domingo en el hogar del profesor
El marido pela una naranja mientras su mujer prepara el
café. Periódicos fescos y bien doblados se explayan
sobre la mesa como cartas de baraja. El marido habló:
ųTodas las naranjas sin semilla, que propiamente se llaman
umbilicadas, proceden de un sólo árbol, un mutante que
apareció en Brasil por 1800 y tantos. Si no fuera por ese
ejemplar, ese Adán de la especie, está maravilla no
existiría.
ųNo sé por qué me repugna hoy tanto tu manera de
hablar ųcomentó secamente la esposaų, Ƒcrees que
soy una de esas adolescentes idiotas que te oyen con la bocota
abierta?
El profesor pensó: "esta mujer me castra, se ve claro
que nadie es profeta en su tierra", pero no dijo nada. La mujer
miró las pantuflas del marido y pensó: "Ƒesta
va a ser mi vida ya para siempre?", pero tampoco dijo nada. Y
cada uno tomó un periódico y se sentó a desayunar
sin decir una palabra.
3. Zósima
Su vida era de tal simplicidad, según Dostoievski, que
lloraba de alegría al ver por la mañana salir el sol.
ųPero, madrecita ųse lo oyó decirų, Ƒpor
qué te afliges?, Ƒno te das cuenta de que estamos en el
paraíso?
4. Alborada del misógino
Solo entre la gente, en un rincón del salón repleto,
reclinado en el marco de la ventana, el joven Schopenhauer puntea en
la guitarra unos acordes, flojamente, sin pensar. A lo lejos ve a su
madre, viuda joven, escritora, y como él, arrogante. Mira
cómo se ríe, no oye lo que están diciendo, una
voz, una pausa, otra voz y luego una resonante carcajada. No, no oye
ni quiere oír, le disgusta en extremo el espectáculo del
salón. Ya ha dicho:
ųLa vida es cosa miserable y he decidido pasarla reflexionando
sobre ella.
Hay tensión. La madre teme un estallido antisocial de su
hijo insoportable, vociferante profeta metafísico, un San Juan
Bautista del Velo de Maya y del vacío. Gritos, palabras
cortadas e hirientes y exit violento del filósofo
furioso. No sería la primera ni la última
vez. Qué lata. Pero el estallido esta vez no se produce.
El muchacho no tardará en publicar su primer libro: La
triple raíz del Principio de la Razón Suficiente,
sólo para que su madre, que no lo entiende, pique entre risas:
ųSuena a bótica de herbolario, Ƒno es cierto?
El rompimiento entre los dos no está distante. Durante
más de 20 años no se verán. Porque para que
Arturo pudiera alcanzar la ardua gloria de las enciclopedias y los
tratados tuvo antes que liquidar a la gorgona en su cueva, y siempre
se pierde algo de pellejo en esas empresas. Su condena será
quedar parcialmente ciego, es decir, incapaz de apreciar las
manifiestas y ocultas virtudes de las mujeres.
5. Leibniz sobre cortesía china
"Labriegos y sirvientes chinos, como ha observado con asombro
nuestra gente, cuando dicen adiós a los amigos o cuando gozan
de su mutua presencia tras larga separación, cambian entre
sí con el mayor amor y respeto tantas cortesías como
pudieran hacerlo los mayores dignatarios de Europa. ƑQue
harán, según esto, los mandarines? ƑQué no
hará un mandatario chino? Así ocurre que rara vez una
persona molesta a otra con reticencias en la conversación o se
excitan o dan señales de ira y adiós. Entre nosotros,
esta conversación respetuosa y comedida apenas dura los
primeros días de un nuevo conocimiento. Con frecuencia no llega
siquiera a tanto, pues con la familiaridad una especie de alegre
libertad destierra la circunspección, a la que pronto sigue el
menosprecio, la frase mordaz y la ira, concluyendo en enemistad. Entre
los chinos, por el contrario, los vecinos, e incluso los miembros de
la familia, están tan condicionados por la fuerza de la
costumbre, que pueden llegar a mantener una especie de perpetua
cortesía."

Naief Yehya
LOS ORÍGENES DE
INTERNET
Los brujos desvelados
Hubo un tiempo en que las computadoras eran entidades solitarias,
egocéntricas y tiránicas, que ignoraban la existencia de
otras computadoras y que sólo sabían tratar a otras
máquinas en relaciones de amo-esclavo. Hoy, que la
utopía de Bill Gates de poner una computadora personal en cada
escritorio está más cerca que nunca de cumplirse y que
la propaganda de Internet acecha en cada revista, película y
conversaciónespontánea, resulta difícil acordarse
de ese tiempo en que las computadoras desconocían el
diálogo. Katie Hafner y Matthew Lyon han documentado la
historia de la red en su libro Where Wizards Stay Up Late. The
Origins of the Internet (Simon & Schuster, 1996), donde hacen
un recuento del nacimiento de la red y de las personalidades (esos
brujos desvelados) que tuvieron que ver en ese arduo y complejo
proceso.
El vendedor de jabón y la amenaza roja
Hafner y Lyon comienzan su relato con la crisis que desató
el sputnik en octubre de 1957. En plena guerra fría,
Estados Unidos sufrió una tremenda humillación cuando
los soviéticos se adelantaron en la carrera al espacio y
pusieron en órbita su primer satélite. Aparte de
demostrar su superioridad tecnológica, la URSS puso en jaque a
los estadunidenses al hacerlos sentirse vulnerables y frustrados. El
aparato industrial militar entró en estado de efervescencia. No
obstante, el presidente Dwight Eisenhower desconfiaba de los
militares, a quienes no quería ceder demasiado poder ni delegar
demasiadas responsabilidades. Eisenhower sabía que los
soviéticos no estaban adelantados en materia de misiles y que
los contratistas, así como los altos mandos del
ejército, estaban manipulando la situación en su
beneficio al exagerar el peligro de la amenaza roja. Por eso
nombró como secretario de Defensa al empresario Neil McElroy,
"un vendedor de jabón" de Procter & Gamble, que
entre otras cosas inventó el concepto de la soap opera
(es decir, la telenovela), la cual usaba para promocionar sus
productos. El presidente compartía con McElroy la
admiración por los científicos, en quienes ambos
confiaban para sacar al país del bache tecnológico. Poco
antes de que se fundara la NASA y de que fuera aprobada una ley de
reorganización de las fuerzas armadas, Eisenhower
decidió tomar la iniciativa, en enero de 1958, y crear la
Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA), cuyo
objetivo era centralizar el control de la investigación
científica, terminar con la duplicación de esfuerzos,
evitar el derroche y limitar rivalidades.
La máquina de guerra
El primer director de ARPA fue Roy Johnson, quien en un arranque
patriótico abandonó su puesto de vicepresidente de
General Electric por un trabajo que pagaba diez veces menos. Johnson
tomó su trabajo como una misión bélica y
definió por sus pistolas los objetivos de ARPA en
términos casi exclusivamente militares. Quería crear
satélites de vigilancia planetaria y de comunicaciones,
sistemas de interceptación de misiles, armas orbitales
estratégicas, estaciones espaciales habitadas y una base en la
Luna. Pero los sueños bélicos de Johnson se esfumaron
cuando, en el verano de 1958, se creó la NASA y ARPA fue
despojada de gran parte de su presupuesto y de todos los proyectos que
se despegaban del piso. Johnson renunció.
La nueva ARPA
Esta aparente tragedia fue lo mejor que le pudo pasar a ARPA, ya
que entonces la agencia redefinió sus funciones, se
acercó a la investigación civil que se hacía en
las universidades y comenzó a construir una comunidad
científica y técnica a nivel nacional. En 1961 un
científico, Jack P. Ruina, fue nombrado director de ARPA, y
aunque las primeras ocupaciones de la agencia tenían un tinte
claramente militar (desarrollar sistemas de detección de
pruebas nucleares, estudiar misiles de defensa y realizar misteriosos
experimentos del comportamiento humano), la atmósfera de
trabajo era muy relajada. En 1962, Ruina reclutó al experto en
psicoacústica y computación J.C.R. Licklider, para
dirigir un nuevo programa de ciencias del comportamiento y evaluar el
potencial de las computadoras. Para Licklider, las computadoras eran
mucho más que herramientas de cálculo científico;
creía que podían ampliar la creatividad e inteligencia
del hombre, funcionar como extensiones del ser, y estimaba que el
cerebro y la máquina trabajarían muy pronto en
colaboración. ARPA dejó de ser un laboratorio de juegos
de guerra para abrirse al estudio de gráficas y lenguajes de
computadora, así como de métodos para compartir el
tiempo de procesador de los sistemas de cómputo.
Nace la idea de la red
En 1965, Robert Taylor, un joven programador de ARPA, propuso crear
una red mediante la que se lograran comunicar diferentes computadoras
para optimar recursos de investigación y que los
científicos pudieran compartir los resultados de su
trabajo. Taylor pensó que la red podría tener
inicialmente cuatro nodos y después crecer a una docena. Por si
las complicaciones técnicas no fueran suficientes, los
técnicos de ARPA se encontraron con una respuesta muy poco
entusiasta por parte de la comunidad científica, que en general
no veía el interés de crear una red
computacional. (Continuará.)
¤ Naief Yehya ¤
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