AUTOPISTA
Entre primos
Una ola de comentarios matemáticos se ha abatido sobre
nuestra redacción. En las formas más variadas, que no
excluyen orejas de burro enviadas por mensajería ni una
inscripción gratuita a cierta secundaria nocturna, los amigos
de la ciencia nos han reprobado. El motivo es el siguiente: en la
columna de la semana pasada mencionamos un falso número
primo. Resulta que Paul Erdös, el matemático que pensaba
en cifras todo el día, nació y murió en cumplido
homenaje a su especialidad, los números primos. Al respecto,
debimos haber escrito: "con absoluta congruencia, Erdös
nació en 1913 y murió de 83 años, es decir que
empezó y terminó su vida en la familia de los
primos". Con imperdonable descuido, en vez de la edad pusimos el
año de su muerte: 1996 (quienes lo vivimos deberíamos
saber que ése no es primo de nadie).
Le pedimos una disculpa a los numerosos lectores que se tomaron la
molestia de señalarnos nuestro error. šY pensar que nos
metimos de periodistas porque aquí no había
matemáticas!
Como necesitaríamos un suplemento especial para reproducir
todas las reconvenciones arribadas por fax, Internet y correo, nos
limitamos a publicar una que se ocupa de nuestra ignorancia con
justiciera gracia:
Señora Autopista: Todo número par es divisible entre
2, por tanto ningún par es primo, con excepción del
propio 2, cuya principal característica es precisamente la de
ser el único primo y par. El número 1996 es par, por
tanto, dice la lógica de Aristóteles, no es primo. O sea
que Erdös no logró su propósito de morir en
año con número primo. Pero sí logró, en el
año de mi nacimiento (?), demostrar que los superabundantes,
como el 2, son infinitos.
Leonora Wonderbra
Las matemáticas no son nuestro único impedimento
mental: el mundo también ha decidido extraviarnos con los
nombres. ƑQué necesidad hay de que las mujeres se llamen
tan parecido: Leonora, Leonor, Lorena y aun Glenora? Para nosotros,
que misteriosamente confundimos dos nombres que en nada se asemejan
(Pilar e Isabel), es un abuso que por cada Amalia exista una Amelia.
La otra tarde estábamos en la oficina, comiendo nuestro
twinky dálmata, cuando vimos llegar a Leonora, Glenora, Lorena
o Leonor ataviada con un sostén decididamente antipanista. Se
detuvo ante nuestro escritorio y miró a la puerta, como si
aguardara a alguien.
No queremos caer en ningún tipo de sexismo ni en la burda
excitación que ha llevado a tantos colegas a que en los pies de
foto de Gabriela Sabatini nunca mencionen el tenis. Evitaremos
describir a L. Baste decir que por algo llevaba wonderbra.
Entonces recordamos una circular de la Universidad de Yale sobre
"Las formas de reconocimiento y prevención del acoso
sexual". Antes de saber quién acosaba a quién,
desviamos la vista al techo. Luego nos vino a la mente un relato de
Calvino. En "El seno desnudo", un hombre se siente
atraído por una mujer que se asolea sin sostén en la
playa. A continuación, considera que ella no se ha tendido en
la arena para cautivarlo sino para disfrutar del sol: los
propósitos de la mujer son tan naturales como el batir del
océano. El protagonista está por apartar la mirada del
cuerpo que se broncea deliciosamente, cuando advierte que nada puede
ser tan natural como excitarse con ese cuerpo. Sumamente
confundido, sigue su camino.
Mientras tanto, en el planeta Tierra, calle Balderas, nosotros
veíamos el techo. A la incierta Glenora esto le pareció
una falta de respeto: "ƑNunca miran a los ojos?" (en
aquel volante gringo sobre el acoso, ver a los ojos es el primer
pecado: "contacto visual", se llama).
Bajamos la vista. Esa tarde fatal, aún no sabíamos
que el 2 puede ser superabundante, pero lo intuimos.
A los pocos minutos, apareció en la puerta un hombre cuya
corpulencia recordaba que el próximo domingo (hoy) se
celebraría el superbowl.
ųƑQuién es el coach? ųgritó
Supertazón.
Sentimos la misma calma que nos hubiera dado estar frente a la
línea de golpeo de los Empacadores de Green Bay.
Las miradas se dirigieron a nuestro director, que volvía a
morder su twinky dálmata.
ų Mi primo está ofendido ųLeonor Wonderbra
hizo una mueca coqueta, y francamente temible.
šNo era posible que nuestro descuido con los primos llegara
tan lejos! Los lectores ya habrán intuido que esta historia no
tenía nada que ver con nuestros errores
matemáticos; sin embargo, la paranoia y la vergüenza
estimulan mucho la imaginación, y nosotros pensamos que
seríamos víctimas del vengativo y merecido
performance que nos fracturaría el peroné en
añicos primos.
Si logramos escribir esta columna (con mano trémula, eso
sí) es porque Supertazón se había
equivocado de oficina, de periódico y hasta de tema. Sin
embargo, fue un estimulante recordatorio de lo mucho que ignoramos de
la vida, tan diaria como misteriosa.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
El pueblo sí existe
La ley es esta: si hay pulular de gente en la calle, el barrio es
bajo. En los barrios ricos, ni un alma. Porque, claro, si donde
habitas es espacioso y aireado, disfrutas guardándote, pero el
cuchitril atiborrado y oscuro te expulsa hacia la amplitud de la
calle. Y la calle se hace así el espacio indiferenciado donde
se come, se conversa y enamora, se trabaja y juega.
De ahí, por ejemplo, los vagos de esquina en eterna
cháchara, las manos en los bolsillos palpando los billetes de
su contado patrimonio. Simposio matutino: seguimiento a los deportes,
quién ganó, disección y causas; luego,
información omniabarcante: sucesos, accidentes, chismes,
escándalo, deterioro de algo, encumbramiento de no sé
quién, novedad. Don Tomás, erudito de la media calle,
flaco, de nuez prominente en el tragadero, refiere salivoso que el
Blancanieves, un enano que vendía hot dogs, al que quién
sabe por qué le quitaron el carrito, encontró trabajo
desplumando pollos. "Pinche Blancanieves", glosa el Patotas,
barnizador.
Dulce bálsamo de la plática floja entre iguales,
linimento de indefensos, de gente apercollada por el destino, ese
destino que ya está esperando con el hocicote abierto para la
masticación. No tienen ninguna posibilidad de sustraerse a la
fatalidad, pero no sienten tampoco ningún impulso de
hacerlo. Fue esta condición, el arraigo en la esfera de lo
primordial humano, como la llama Romano Guardini, la que generó
en Dostoievski y Tolstoi el culto al pueblo ruso del que brotaron sus
obras maestras.
El pueblo existe. ƑCómo puede alguien decir que le
gustan las novelas de Tolstoi o Dostoievski y negar que el pueblo
existe? Es frecuente que no hagamos nuestro lo que leemos, es decir,
que no apliquemos las ideas expuestas para probar si son o no
verdaderas.
El pueblo aparece con nitidez, pero no queremos verlo. El pueblo
está hecho de seres invisibles, fantasmas casi no humanos:
"Qué bruto, cómo aguantan, Ƒde qué
estarán hechos?" Y si por acaso fijamos en ellos la
atención, es para desviarla inmediatamente a través de
la reducción a mero problema abstracto: el pueblo no es un modo
de ser, sino un estado, y como tal, transitorio, el país
está desarrollándose y cuando lo micro, lo macro, los
préstamos y las estadísticas, los planes, el derrame, la
creación de empleos, el mercado y blablablá traigan el
progreso, desaparecerá.
Bajo esta frialdad elegante y distanciada, se oculta la demagogia
autoengañadora, la más estúpida y repugnante
porque la usamos nosotros contra nosotros mismos. Pero no, sabemos en
el fondo que el pueblo existe, no es un estado sino una realidad
permanente y ahí está y estará aunque no queramos
verla.
Recuerda el Centro viejo de la ciudad de México. Qué
casas de bloques pesados, qué grandeza en el deterioro
catastrófico, la garra de los siglos arañó
aquí: polvo, rata, incuria, abandono, muladar, perros que comen
las vísceras tiradas en el suelo y beben el agua podrida de los
charcos, impotencia visible en el palacio hecho despojo, qué
vejez de ruina habitada. Esto alguna vez fue preclaro y bien
compuesto. Y Ƒqué pasó?, Ƒcómo fue el
desastre?, Ƒqué horrendo mago tocó estas casas con
su varita de lepra?, Ƒde dónde vino la niebla de moco
gonorreico que cubrió estas calles?
En lo limpio puede haber pobreza, pero no miseria. Miseria es
desaliento, me vale madres, rencor de todos contra todos, derrota. La
miseria no es cosa económica, sino, Ƒcómo decirlo?,
moral. Es como si alguna enfermedad infecciosa hubiera ido cobrando
cuerpo haciéndose calle y casa y personas deambulantes.
Porque lo primero que hay que tener presente al tratar estas cosas
es que la miseria no obedece a ninguna fatalidad, sino es
creación humana. Es producto de nuestras deliberaciones. Si
pensáramos y actuáramos de otro modo, no
existiría. En Costa Rica, por ejemplo, vez pobreza, claro, pero
pobreza limpia y digna, no esta incuria espeluznante que se extiende
por las infinitas barriadas de tugurios de nuestra ciudad, atormentada
y culpable.
Pero, hay que volver a decirlo, no es cosa sólo
económica. El acomodado tiene salidas, ve desde arriba, tiene
mapas sociales, relaciones, recursos de muchos tipos. El pueblo no
tiene nunca salidas, no ve desde arriba, no tiene relaciones ni
recursos de ningún tipo, está preso en su destino. Son
realidades diferentes. Por ejemplo, si quieres saber cómo es un
policía mexicano, no le preguntes a un empresario o a un
profesor de universidad, sino a la doña Chole, esa mujer que
vende fritangas allá, a la sombra de aquel zaguán. En su
respuesta te asomas y tienes una probadita de eso que llamamos la
esfera de lo primordial humano. Y ya verás.
(Este desahogo continuará, tal vez, el próximo domingo.)

Naief Yehya
NUEVOS PELIGROS PARA UN NUEVO
MEDIO
Adicción a Internet
Un nuevo medio engendra invariablemente nuevos peligros. Y en la
era de la red, bastan unas cuantas palabras de alguien con un
doctorado apantallador para que nazca una terrible enfermedad, o para
generar una epidemia espantosa. El psiquiatra neoyorquino y profesor
de Columbia, especializado en maniacos depresivos, Ivan K. Goldberg,
puso en el tablero PsyCom.Net una parodia del Manual de
diagnóstico y estadística de desórdenes
mentales de la Asociación Americana de
Psiquiatría, a la que tituló Desorden de
adicción al Internet. Con ese nombre se refería a
una enfermedad imaginaria cuyos síntomas eran, entre otros:
necesidad creciente por pasar el tiempo en la red, agitación
psicomotora cuando no se está en línea, fantasías
o sueños acerca de Internet, movimientos de tecleo
involuntarios. Para su sorpresa, en poco tiempo comenzó a
recibir correo electrónico de muchos usuarios que aseguraban
padecer ese desorden. Decenas de personas que estaban reprobando
exámenes, perdiendo a sus cónyuges o sus empleos por
pasar demasiado tiempo en línea, le solicitaban ayuda. Goldberg
fundó el grupo de Apoyo para Adictos a Internet, por supuesto
en línea (el equivalente a fundar un grupo de
alcohólicos anónimos en un bar). En agosto del
año pasado el hospital psiquiátrico McLean, de Boston,
abrió una clínica para adictos a las computadoras, y
docenas de grupos de terapia han aparecido y desaparecido en la red
tratando de ofrecer solidaridad y ayuda a los internetadictos del
mundo. Esta adicción es un mal idóneo para una era que
se caracteriza por hipocondriaca e hipercomunicada, por lo que ha sido
recibida con los brazos abiertos por muchos, independientemente de
haberse originado como un chiste.
Lolitas apócrifas
Una de las paranoias más promocionadas es que en Internet se
reúnen los pedófilos para conspirar contra la humanidad,
planear sus conquistas y seducir niños. Casi no pasa una semana
sin que aparezcan en los diarios noticias de capturas de
pederastas. El día de Navidad, el New York Times
publicóque un hombre de 55 años, de Connecticut, se
llevó una tremenda decepción cuando acudió a la
cita que tenía con una muchacha de 13 años que
conoció en Internet y se encontró con una emboscada de
la policía. Resulta inquietante que un hombre escriba mensajes
obscenos y envíe fotos pornográficas a una niña
para tratar de seducirla, pero resulta igualmente mórbida la
idea de que un agente mantenga correspondencia durante meses con otro
hombre haciendo el papel de niñita provocadora y tratando de
excitar al desconocido. La diferencia entre ambas perversiones es que
el policía puede argumentar que está cumpliendo con su
deber.
El perfecto ciberviolador
Un nuevo escándalo ha dado oportunidad a todos los
internetófobos de expandir la campaña de la histeria
contra el cibersexo más allá de la pederastia en
línea. En los alrededores de la Universidad de Barnard han
comenzado a proliferar anuncios que ofrecen a las mujeres 10 consejos
para evitar ser violadas en una cibercita. El villano en esta historia
es un introvertido estudiante del doctorado de microbiología de
Columbia, Oliver Jovanovic, quien dedica su tiempo libre a
relacionarse con gente en foros en línea. Jovanovic es el
prototipo del neonerd, así como un entusiasta del arte
de vanguardia, el cine independiente y la ropa negra. Por Internet
conoció a una estudiante de Barnard a quien invitó a
salir. Dos semanas más tarde ella declaró que esa noche
lo acompañó a su departamento, vieron el video Meet
the Feebles (del delirante realizador neozelandés Peter
Jackson) y más tarde Jovanovic la ató, la torturó
con varios artefactos (desde cera caliente de vela hasta un palo de
kendo) y la violó durante las siguientes 20 horas mientras le
contaba historias de asesinos seriales y mutilaciones
macabras. Jovanovic se declaró inocente y aseguró que
tuvo relaciones consensuales con la joven. Mientras tanto, él
ha pasado a representar el prototipo del "psicópata
aficionado a lo mítico y lo macabro" que amenaza a la
humanidad desde los inframundos de Internet.
El ciberespacio sin libertad condicional
Las fuerzas del orden han asimilado tan bien la idea de que
Internet es un peligro, que recientemente la Comisión de
libertad condicional estadunidense, sin el menor debate, aprobó
que algunas de las personas que se encuentren en libertad condicional
federal deberán añadir a la lista de restricciones
(alcohol, drogas, armas de fuego y asociarse con criminales) el acceso
a Internet. La prohibición responde al temor generalizado de
que los criminales (especialmente los violadores) estén usando
la red para recabar información sobre sus próximos
ataques y para comunicarse con otros villanos. "No conviene
ignorar la posibilidad de que los criminales lleguen a sentirse
tentados a usar los servicios de computación para repetir sus
fechorías. Internet permite a las mentes criminales
encontrarse", declaró el presidente de dicha
comisión, Edward F. Reilly Jr.
¤ Naief Yehya ¤
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