AUTOPISTA
Valéry y la
ciencia
Para este número dedicado a la relación entre ciencia
y literatura,Carlos López Beltrán nos envió unos
sustanciosos aforismos de Paul Valéry, precedidos de la
siguiente nota introductoria: "Valéry visitaba asiduamente
los laboratorios y los seminarios de sus amigos científicos. Se
atrevía a importunarlos continuamente con preguntas. Para
ningún escritor francés del siglo XX ha importado tanto
la ciencia como para él. A propósito de este
interés, la hija y editora del poeta, Judith
Robinson-Valéry, organizó un coloquio en Montpellier
sobre `La actualidad del pensamiento científico de Paul
Valéry', en la que participaron científicos de las
más diversas áreas, como Jean Dieudonné,
René Thom, Ilya Prigogine, Bernard d'Espargnat. Ahí
donde otros levantan laberintos de especialización,
Valéry abre ventanas y explora. Presentamos una
selección de sus apuntes sobre las ciencias que forman parte de
sus célebres Cáhiers."
La ciencia... es de alguna manera el perfeccionamiento del estado
de vigilia la reconstitución, la multiplicación de
la eficacia de los actos. Debe intentar a la vez el rigor y la
simplificación
Un átomo de certeza objetiva destruye un mundo de certeza
subjetiva.
La ciencia no es sino actos. No hay ciencia sino en los actos. Todo
lo demás es literatura.
La ciencia debe y quiere seguir por los meandros, las
transformaciones, las revolturas las cosas que el
espíritu pierde naturalmente de vista, roza, abandona y retoma
sin reconocer.
Los pequeños hechos inexplicados contienen la
destrucción de las explicaciones de los grandes hechos.
Carnot. La raíz de su descubrimiento es una simple
metáfora la comparación completamente gratuita del
frío y lo bajo, del calor y lo alto, la palabra: caída.
Había que ser Newton para darse cuenta de que la Luna cae,
cuando todo mundo ve muy bien que no lo hace.
Una especie que viviera en el fondo del mar, qué clase
de física haría? Qué instrumentos?
Carecerían de fuego...
Hacer de una cierta ignorancia, o mejor dicho una cierta
imposibilidad de conocer del "espíritu" ya no el
resultado de una deficiencia en el "espíritu" sino
una propiedad positiva de las "cosas mismas", esa era en el
fondo la Idea de Heisenberg.
El vicio de toda metafísica consiste en estar en la
más ceñida dependencia del lenguaje. Pues sólo la
física se puede liberar un poco de esta servidumbre e
introducir un hecho o un acto bajo cada término de su
vocabulario.
Entropía: edad de las cosas. Incremento de aquello que no
puede ya transformarse. Ceniza.
La ciencia tiene como objeto implícito la disminución
de la creencia, que se ve reducida al mínimo. Es por ello que
es anti-social, pues la sociedad es un sistema fiduciario. Supone un
credo, o crédito.
La ruptura entre la intuición (es decir, el uso universal,
ultra vires, de las imágenes de la experiencia
inmediata, local, de los objetos, de los movimientos, de las
sensaciones y las acciones) y la notación cuantitativa y
lógica de los fenómenos, o la concordancia que se
persigue entre las leyes y las relaciones, es el gran acontecimiento
de la época... La escolástica y la teología
conocieron antes una ruptura análoga, pero en dominios sin
verificaciones experimentales, creados por definiciones completamente
arbitrarias o puramente verbales.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Lo exótico
1) El asceta
Cómo va el mundo? preguntó el
ermitaño, todavía edifican los hombres casas
y ciudades?
Mira el éxtasis del asceta reconcentrado bajo los
árboles monstruosos de la selva inmensa. Nada turba su lucidez
de rana, ahí está, en actitud jeroglífica,
erguido sobre un pie que se hunde en un hormiguero, inmóvil:
una serpiente se desliza cual cordón brahamánico a su
cintura, lianas tenaces lo estrangulan y pájaros crían
huevos pecosos en la dura maraña de sus cabellos. Ni el rodar
del carro de guerra del rey Duchmanta que retumba de repente en el
bosque sagrado logra sacarlo del letargo de su iluminación.
2) El elefante
La vegetación, más deletérea aquí que
en el laboratorio de Circe, destila ponzoñas mortales: la flor,
mata; la espina, apuñala; la sombra de un árbol,
fulmina. Los bosques y pantanos, caldeados por un sol abrasador, en
sus profundidades elaboran epidemias apocalípticas. Pero mira
al gran elefante, ah, como alarga con primor su trompa flexible y coge
las anchas hojas que crecen en las riberas y da sombra con ellas a su
compañera, que no se ha visto amante más gentil que el
gran paquidermo en todo el proliferante imperio de Rudyard Kipling.
3) Otros animales
Sabú y los monos se pintan las mejillas con el polvillo
purpúreo de las flores y se deslizan con paso lánguido a
beber en las tibias ondas del río donde nada la serpiente,
sobre cuyo dorso dormido de dragón, el grillo azul hace su
show de rutina.
Mira las bestias. Como guerrero insultado, fiero el búfalo
resuella. Hartos de leche cuajada, los roncos cuervos desdeñan
los restos del sacrificio. Cerca de Cary Grant, con atuendo de soldado
imperial, gimen las tiernas palomas, y el papagayo, engordado con
arroz, grita en su percha con voz de brahamán. Regañan
las codornices, el pavón luce su pompa de seda abanicando el
palacio que centellea bajo el sol del trompeta Gunga Din.
En los estanques dormidos tiemblan las flores de loto cuando las
rozan los cisnes, blancos como la luna serena, mientras doña
Zenobia Camprubí Aymar de Jiménez traduce a Rabindranath
Tagore, y como viejos eunucos, las grullas, de largas zancas,
lentamente, muy lentamente, los corrales con moscas atraviesan.
4) El nómada
El monarca, tranquilo como un ídolo, saborea la humareda de
incienso y se deja abanicar suavemente con plumas de pavorreal, cuando
llega hasta su palacio una caravana y el más viejo de los
nómadas, que ha visto por primera vez la ciudad inmensa con sus
templos, sus torres, sus pórticos y sus cúpulas, le
dice:
En la agitación de este pueblo, mi alma, que no ha
conocido nunca más que la soledad, cree ver el tumulto de una
casa cuyo recinto estuviera devorado por las llamas. He mirado a esta
gente como el despierto mira a los dormidos.
5) Las mujeres
Pero, en el seno de esta naturaleza magnífica, nimbada de
aves, inundada de flores, esplende la mujer, reina y corona de este
escenario. Cuán graciosa y encantadora aparece en él,
pronta a entregarse, fácil a la seducción, pero
irrevocablemente enlazada a su esposo o su amante, cifrando su gloria
en obedecerlo y en adorarlo, y anonadándose en su
presencia. Sea cual fuere su edad, continúa siendo siempre una
niña, una niña tímida y dócil, que se
turba en una palabra, que se embriaga con una mirada, y que mezcla, en
sus dulces caricias, la puerilidad a la voluptuosidad. Nunca se ha
empleado tanto refinamiento en describir y acariciar su belleza. Es
una adoración insaciable que la transfigura por entero. Sus
menores movimientos son admirados cual las figuras de una danza
fascinadora. He aquí descrita una simple mirada de la
amadísima:
Su pupila lánguida riela lentamente hacia el
ángulo de la órbita, seminivelada por el párpado
entornado por el placer, y yérguese la ceja en arco elegante:
tierno estremecimiento aleja y aproxima alternadamente sus
pestañas suaves, y el arete tañe en la mejilla como las
cuerdas de laúd resuenan bajo los dedos ágiles de un
maestro.
Así, la mujer atraviesa una letanía de metempsicosis
que, desde la estrella hasta la flor, la hacen pasar por todos los
esplendores y por todas las gracias de la creación.
(He glosado en este torpe escrito unas páginas admirables de
mi maestro, hoy olvidado, pero no por mí, Paul de
Saint-Victor.)

Naief Yehya
LOS ASESINOS SERIALES Y EL GLAMUR DE LO
ABOMINABLE
El show infernal
En muchas ilustraciones, pinturas y grabados cristianos que tratan
de representar la condición de las almas en ultratumba, es
común que aparezcan filas ordenadas de almas salvadas que
observan piadosa y complacientemente a las almas en pena que sufren
los tormentos más atroces en el caos de los
infiernos. Contemplar los horrores de la carne no parece aquí
una penitencia sino que, por el contrario, se podría pensar que
uno de los principales premios al ingresar al Reino de los Cielos
consiste en presenciar por la eternidad el espectáculo
ininterrumpido de las almas de los pecadores que arden, se ahogan, son
mutilados, empalados y demás. Es difícil creer que el
gran show puesto en escena por Satanás tenga por
objetivo entretener a los justos; no obstante, el paraíso
cristiano fue inspirado por placeres terrenales, y al no poder ofrecer
sexo ni otros pasatiempos pecaminosos, quedaba tan sólo la
oportunidad de prometer la fascinación voyeurista de ver sufrir
a otros. Los primeros recuentos de los horrores infernales
están registrados en tablillas de barro sumerias, datan de hace
más de cuatro mil años y son el antecedente directo de
la literatura gótica, el cine de horror y las historias de
crímenes verdaderos. Cuando nos entretenemos con este tipo de
narrativas, en cierta forma nos identificamos con esas almas salvadas
que miran desde su cómodo palco celestial a las profundidades
de los infiernos.
El crimen sistematizado
Entre los muchos relatos de horror que nos entretienen y fascinan,
están las historias de asesinos seriales, criminales que
personifican mejor que nadie las amenazas de una sociedad
posindustrial deshumanizada. En su recientelibro Asesinos
seriales. Grandes crímenes: de la nota roja a la pantalla
grande (Editorial Nueva Imagen, 1996), el crítico de cine
Rafael Aviña define a estos asesinos: "personas cuya
conducta criminal es repetitiva, como si se tratase de un serial
televisivo: los hechos, personajes y situaciones son variantes del
mismo tema". Los crímenes de los asesinos seriales, por un
lado reflejan la sistematización, mecanización e
impersonalidad de la vida contemporánea, ya que en su
mayoría estos asesinatos no se realizan por motivos personales
sino como resultado del azar y de un proceso repetitivo. Por otro
lado, estos actos están marcados por matices rituales, por una
fascinación con las tecnologías que sirven para destruir
así como para preservar el cuerpo y, finalmente,
por la mediatización del crimen, que convierte al
perpetrador en estrella y sus actos en espectáculo masivo, en
materia prima para bestsellers o para estremecer televidentes
(a través de noticieros o del telefilm semanal en
turno). Independientemente de que en la actualidad los medios del
infoentretenimiento están obsesionados con el asesino
serial a quien han convertido en la bestia favorita del fin de
siglo, se han realizado unas cuantas películas grandiosas
inspiradas en los actos de algunos asesinos seriales, como M,
Masacre en cadena, Henry-Retrato de un asesino serial, El sabueso
y Honeymoon Killers, entre otras.
Universos en el espejo
En su libro, Rafael Aviña hace una visita guiada no
sólo a los horrores de ciertas mentes criminales sino
también a la necrófila celebración de las
atrocidades por una sociedad sedienta de escándalo y noticias
de sangre. En este primer volumen de una serie de libros sobre el
tema, Aviña explora siete casos de asesinos seriales famosos y
pone igual énfasis en las historias reales que en sus versiones
cinematográficas. El libro de Aviña no es un ensayo
científico, ni pretende estudiar las causas del crimen serial
ni descifrar lo que sucede en la mente del asesino. En cambio,
Aviña establece los paralelos entre la realidad, o más
propiamente, lo que la historia ha registrado como la realidad (con lo
que se establece un primer punto de vista, sujeto por supuesto a
distorsiones, errores y falsificaciones); y por otro lado, la
adaptación cinematográfica, que parte de los hechos
reales, y a su vez realiza una interpretación que, por
fiel que se quiera, será siempre una obra de
ficción. Así, la realidad ficcionalizada y la
ficción sobre la realidad quedan frente a frente, creando un
universo dual cuyas partes son semejantes y diferentes.
La risa sangrienta
Para contar las fechorías cometidas por sus protagonistas,
Aviña ha elegido una especie de narración
cinematográfica, por lo que se vale de una serie de recursos
que pueden parecer injustificados como lo serían las
descripciones detalladas de lo que el asesino ve y siente cuando
está matando; sin embargo, éstas tienen como
objetivo establecer ciertos paralelos "visuales" entre la
versión policiaca y la
artística. Además, el autor evita el tono serio,
cargado de patetismo melodramático y amarillista que suele
dominar este tipo de obras, para utilizar uno irreverente (muy
"políticamente incorrecto") y chacotero. Su humor
negro no está muy lejos del lado cómico y antisolemne
que ha estado presente en casi todas las visiones de ultratumba de la
antigüedad, e incluso de los periodos supuestamente más
piadosos y mojigatos de la historia cristiana.
Por último, el Archivo del Internet de los asesinos
seriales; http://www.mayhem.net/crime/serial1.html
¤ Naief Yehya ¤
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