AUTOPISTA
Terror fiscal
En los días que corren, quien tenga un negocio mayor que una
miscelánea es candidato a una tremenda auditoría. Las
arcas de la nación están vacías y Hacienda busca
migajas en todos los rincones. Aplaudimos el pago de impuestos y
esperamos que los grandes evasores, que han amasado sus fortunas con
el decidido apoyo del gobierno, se pongan al corriente en lo que le
deben al país. Sin embargo, protestamos contra el terror
generalizado que ha convertido a la recaudación en un asunto
judicial.
Más allá de los rumores sobre el uso selectivo de las
auditorías para castigar a personajes
"incómodos", nos interesa un asunto que afecta a
todos por igual. La publicidad que Hacienda transmite en
televisión es un insulto a la ciudadanía. En vez de
encomiar los beneficios de pagar impuestos y de informar como es
obligación qué uso se le da a nuestro dinero, se
nos trata como seres sumamente sospechosos. Una flor margarita,
para más señas es deshojada por la indecisa mano
de un contribuyente; entre pétalo y pétalo, aparecen
amenazas: cárcel, embargo, horrores sin fin. Otro anuncio
muestra un cerillo a punto de abrasar los dedos de un causante moroso;
el mensaje es claro: si no pagas a tiempo, te jodes.
En 1996, Hacienda se rige por este principio: pagar impuestos no
sirve para hacer presas o asfaltar carreteras sino para vivir bajo
fianza en tu país.
Entendemos que la nación ande urgida, pero conviene recordar
que el desastre económico no es responsabilidad de los
contribuyentes. Por desgracia, quienes no han tenido que ver con las
negociaciones del TLC, el "error de diciembre", la
devaluación o la venta de la petroquímica, ahora son
tratados como reos de la justicia. El presidente Zedillo se ha opuesto
a la violencia verbal que impera en la prensa y ha llamado a un pacto
de concordia. Nada más alejado de este propósito que la
cacería de Hacienda, cuyo lema persecutorio debería ser:
"el país anda suelto".
Orwell, delator
El alegórico y no siempre sutil George Orwell fue un enemigo
decidido de los sistemas totalitarios; sin embargo, su
oposición no se redujo a la novela 1984 ni a los
copiosos artículos que escribió sobre el tema. En una
curiosa imitación de sus propias tramas, Orwell decidió
delatar escritores comunistas. Su contacto en el Servicio de
Inteligencia de su Majestad era Celia Kirwan, quien llevó un
archivo de los colegas señalados por Orwell. En julio de 1996,
las carpetas de Kerwin pasaron al dominio público. Allí
apareció la siguiente carta:
Querida Celia:
No se me ocurren otros nombres que agregar a la lista de
escritores, salvo el de Franz Borkenau (el Observer te puede
dar su dirección) y Gleb Struve, traductor del ruso y
crítico, quien por el momento está en Pasadena,
California. Por supuesto, hay hordas de norteamericanos cuyos nombres
aparecen en New Leader (Nueva York), el periódico
mensual judío Commentary y la Partisan Review. Si
te sirve, también puedo prepar una lista de periodistas y
escritores que en mi opinión son criptocomunistas,
"compañeros de ruta", o simplemente personas de esa
tendencia en las que no hay que confiar. Sin embargo, para ello
tendría que enviarte una libreta que guardo en casa. En caso de
que te diera la lista, sería algo estrictamente confidencial,
pues me imagino que describrir a alguien como "compañero
de ruta" puede provocar una demanda.
Cariños:
George
Ida Vitale
Nos llega Donde vuela el camaleón, el nuevo,
estimulante libro de prosas de la poeta uruguaya Ida Vitale. De La
luz de esta memoria (1949) a Léxico de afinidades
(1994), Vitale ha sido una voz misteriosa, original, indispensable. En
un tiempo de persecuciones sin justicia, conviene reproducir una
nítida parábola de Vitale:
Los juegos de la ira
Primero todos intercambiaban con
él el pan y la sal. Después
manifestaron, torvos, que él había
dejado de merecer el pan. Que
quizá nunca lo había merecido.
Y se lo suprimieron. Él esperaba,
sometido a la lógica, que le fuera
retirada la sal, ahora inútil. Pero
un día vinieron, uno tras otro,
minuciosos y acordados, lo
estaquearon y desgarraron parte
de su piel. Luego extendieron
sobre las heridas toda la sal a la
que tenía derecho, retirándose
con la perversa seguridad de que
no le sería posible acusarlos de
ese pecado tan denostado, la
avaricia.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
Identificaciones de Ordorica
Consideremos esta situación: Tengo en mis manos diez fotos de
pasaporte de diferentes personas y empiezo a pasártelas una a
una. En al guna de ellas me dices "detente, ése
es". Has identificado sin ninguna dificultad la foto de nuestro
común amigo Ordorica.
Ahora bien, si te hubiera pedido que describieras o dibujaras a
Ordorica, no habrías podido hacerlo. Tu retrato verbal
habría sido muy general: Alto, pelo negro, cabezón,
etcétera. Miles de personas son así. Y dibujarlo de
memoria, ni hablar, no sólo por impericia, sino,
reconócelo, porque no puedes reconstruir en tu memoria
cómo son sus facciones. Sin embargo, lo identificaste con
entera facilidad. Ergo, puedes identificar una cosa aunque no puedas
describirla. Sucede todos los días: "No te puedo decir
cómo es, pero si la veo, la reconozco."
No hay algo raro en esta posibilidad? Cómo
identificamos una cara si la imagen que tenemos de ella es
vaguísima y evasiva? Muy sencillo: Identificar una foto de
Ordorica no consiste en producir una imagen mental de Ordorica y
compararla con la foto que nos enseñan. (Wittgenstein:
cómo sé que la imagen mental que produzco es de
Ordorica? La dificultad es idéntica en la foto y en la imagen
mental.) La imagen no explica, pero sin imagen mental nos sentimos
desvalidos. Cómo sé entonces que la foto es de
Ordorica?
El asunto tiene cierto interés porque trasmina hasta nuestra
intimidad más emotiva y sentimental: Cómo tenemos
guardadas en nuestra mente a las personas que hemos querido u odiado?
Piensa en la novia, debidamente adorada, de tu juventud, e indaga
cómo es el recuerdo visual que conservas de ella. Piensas en
ella: apenas recuperas algo de su dulce imagen, muy vago y diluido, y
desaparece sin darte tiempo de nada. No puedes fijar tu recuerdo
visual, no lo puedes observar. "Cómo eran,
cómo eran?", se pregunta Machado ansiosamente cuando
descubre que no puede acordarse ni del color de los ojos de la
muchacha que perturbó su adolescencia.
Pienso en Ordorica. Fíjate que es más fácil
recordar una fotografía o un retrato pintado que un rostro
vivo, mudadizo, delicadamente expresivo. Porque, claro, hacen por
nosotros un trabajo que no podemos hacer, a saber: seleccionar, fijar,
dejar quieto. Ahora, no dispongo de "un" retrato mental de
Ordorica que en mi imaginación o en mi memoria ahora hace esto,
ahora lo otro. Mientras mayor es mi familiaridad con Ordorica,
más incierto es el retrato que puedo hacer de él, pero
más atinada y rica es mi identificación de sus
diferentes expresiones.
Ni tú ni yo "contemplamos" a Ordorica, si no nos
relacionamos con esa cara de las más diversas
maneras. Contemplar una cara, practicar el arte fisonómico, es
una actividad rara, que no hacemos con frecuencia. No la hacemos
porque no la necesitamos. En el comercio diario con nuestros
semejantes nos basta con organizar los rasgos salientes de un rostro
para identificar y comprender. Un cierto modo de entrecerrar los ojos
nos dice "se enojó". Para esa identificación
de su disgusto no necesitamos saber, y de hecho no sabemos,
cómo están dibujadas esas cejas. Por extraño que
parezca tratar a alguien, aun íntimamente y por muchos
años, no incluye necesariamente observar sus facciones.
El decepcionante retrato mental de Ordorica forma sólo una
pequeñísima parte de la red imaginativa que lo
envuelve. Me acuerdo de él e imagino que estoy en la sala de su
casa, él ni siquiera está ahí, sino en la cocina
preparando un café. O puedo imaginarlo leyendo, y sé
qué libro puede ser y qué opinión le
merece. Puedo imaginarlo disgustado porque algo salió mal, o
muy contento porque acaba de cobrar. O recuerdo una discusión
con él y sé cuál es el tono de su voz cuando
argumenta, o me acuerdo de su manera de reír o de toser o de
caminar o de hablarle a un mesero.
Un retrato mental de Ordorica en qué podría
ayudar a estas actividades? En cierta medida se opone a ellas: en ese
inoportuno retrato, qué estaría haciendo
Ordorica?, a qué edad?, cómo estaría
vestido? Lo fijo y específico del retrato (o imagen) mental se
opone al dinamismo y plasticidad de mis variadas y útiles
imaginerías con respecto a él.
Cuando veo su foto, cómo lo reconozco? Cambiemos un
poco la pregunta: cuando lo veo en persona, cómo lo
reconozco? Es la misma dificultad y la misma pregunta. Y podemos
ampliarla: Cómo reconozco que ese artefacto es una
televisión o que esa figura es un triángulo o que ese
animal es una lagartija?
Cambio de terreno y fin del artículo.

Naief Yehya
JAPÓN Y LA CULTURA DEL
MANGA
Arte tradicional e influencia pop
Manga en japonés quiere decir comic o historieta, y
anime se refiere a caricaturas o historietas animadas. La
industria de la historieta en Japón es enorme y representa el
39.3% de todas las publicaciones que se venden en ese país, lo
que equivale a 2,300 millones de libros (11.3%) y revistas (28.0%) de
manga producidos (y 1,900 millones vendidos) en 1995; es decir,
15 por cada hombre, mujer y niño. No es el objetivo hacer
aquí un recuento histórico del medio, pero no cabe duda
que el manga tiene una poderosa influencia en la sociedad y es,
como afirma Frederik L. Schodt en su reciente Dreamland Japan,
Writings on Modern Manga (Stone Bridge Press, 1996), una
síntesis de arte tradicional y un medio importado de Occidente:
"aunque parecen historietas estadunidenses, han heredado una
tradición del arte narrativo japonés que data de hace
varios siglos, que es entretenida, humorística y malcriada, y
que tiene una estética singular de la violencia
visual". Fuera de Japón, el manga no solamente
sorprende por la tendencia obsesiva a dibujar a los personajes con
enormes ojos redondos, sino también por la abundancia de
escenas de sexo y violencia, en muchas ocasiones dibujadas de manera
superexplícita, aparte de las incontables referencias
fálicas sublimadas.
Comics como lenguaje
El manga es en cierta forma un lenguaje relacionado
estrechamente con la gramática nipona, cuyos ideogramas son a
veces una representación visual caricaturizada y simplificada
de la realidad. Schodt escribe que un libro de manga de 320
páginas se lee en 29 minutos, en promedio. Los comics en
Japón abordan una variedad de temas y son leídos por
todos los grupos sociales, y no exclusivamente por niños. Por
el contrario, hasta hace poco no se había definido el
territorio de las historietas para adultos, por lo que incluso
aquellos comics con fuertes cargas de violencia y erotismo se
vendían junto con los comics infantiles y juveniles. Esto, que
puede escandalizar a los moralistas de siempre quienes invocan
el bienestar de la niñez cada vez que quieren censurar o
suprimir algo que les ofende, en Japón no había
sido considerado un problema sino hasta principios de los noventa,
cuando comenzó una campaña censora. Pero en 1992, los
principales artistas de manga del país se unieron en la
Asociación para Proteger la Libertad de Expresión en los
Comics. La libertad de prensa es un derecho relativamente nuevo en
Japón, ya que fue introducida en la constitución
impuesta por Estados Unidos en 1946. Los japoneses entienden el valor
de esa libertad y su importancia, así que la controversia entre
censores y editores pareció resolverse de manera
democrática. Hoy la mayoría de los autores aseguran que
se puede dibujar acerca de prácticamente cualquier cosa, e
incluso en 1993, fue retirada una vieja prohibición en contra
de mostrar vello púbico y/u órganos genitales.
El culto a las Lolitas
Quizás el elemento más perturbador para los lectores
no japoneses de manga es la presencia de numerosas jovencitas
en situaciones altamente sexuales. Estas historias, denominadas
rorikon (o complejo de Lolita) son comunes en publicaciones
para adultos, adolescentes y niños. En buena medida, los
artistas crearon estas imágenes para sortear la censura en
contra del vello púbico y los órganos genitales. Este
argumento no explica por qué el estereotipo de las niñas
con el sexo lampiño y senos descomunales se volvió tan
popular, pero el hecho es que pronto la estética rorikon
se extendió como plaga por todo el espectro del manga
sustituyendo a muchas de las protagonistas femeninas por estas
ninfetas prepúberes. Dado que el fantasma de la
pornografía infantil se ha vuelto una de las historias de
horror preferidas de los media, esta tendencia hace ver al
manga como un medio infinitamente perverso y peligroso. Pero
debe apuntarse que la sociedad japonesa, a pesar de su afición
por el manga, es extremadamente segura y sus tasas de
asesinatos, crímenes violentos y violaciones están muy
por abajo de las de Estados Unidos y la mayoría de los
países occidentales. Además, el viejo argumento
feminista de que la pornografía en los manga es
humillante para la mujer, resulta contradictorio con que buena parte
del material erótico más atrevido fue publicada, durante
1995, en revistas dirigidas al público femenino, y dibujada por
mujeres.
Fetichismos y comics
Schodt apunta que durante las últimas décadas los
niños en Japón han crecido con abundancia, libertad y
opciones sin precedentes, al tiempo en que viven bajo un bombardeo
intenso y apabullante por parte de los media. No obstante, el
sistema educativo japonés, uno de los más estrictos y
rigurosos del mundo, está diseñado para preparar
individuos supereficientes y dóciles. A pesar de sus muchos
privilegios, la figura paterna está a menudo ausente en la
familia japonesa, por lo que los niños crecen en el medio
feminizado del universo materno. Este ámbito se torna en
refugio de la agresión escolar y en espacio de tolerancia donde
el niño no tiene que jugar los roles impuestos por la
sociedad. No es raro que los niños busquen en su
fantasía universos alternativos que a menudo están
inspirados por el manga y el anime, y que con frecuencia
se traducen en fetichismo. Quizás esto se refleja en la
increíble abundancia de pornografía (en manga y
en video) sadomasoquista, travestista, infantil, paidofílica y
coprofílica, entre otras.
¤ Naief Yehya ¤
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