AUTOPISTA

Operación terrazas
En días pasados dio inicio la campaña del gobierno
para renovar la imagen de la ciudad y así "coadyuvar"
al triunfo del nuevo PRI en el DF. Su primer acto ocurrió en la
colonia Condesa y llevó la fe de bautizo de
"Operación Terrazas". Según el encargado del
"operativo", se escogió este barrio porque en
él se concentra la mayor densidad de terrazas con toldos verdes
y macetones en flor. El crimen de "lesa ciudadanía"
de estos aditamentos es que impiden caminar por la acera en
compañía de un gran danés. Y acaso también
que despiertan en los parroquianos una creciente adicción a
los merengues.
La ley es tan ancha como una bola de manteca y en ella nunca se
pone el sol: en una ciudad desangelada, muerta de inacción y
viva de agravio, los barrocos estrategas que nos rigen, herederos del
Concilio de Trento y su política de armonía y decoro,
han decidido que lo adecuado, lo necesario y lo lógico es
mandar a una veintena de resentidos a sueldo a destruir todo lo que
huela a capuchino. Respaldados por un fantasma que se llama
"Consejero Ciudadano", por el que no votó ni su
familia más cercana, converso político para más
señas, y que aquí llamaremos Cardenal Cisneros, y con el
aplauso de una sexteta de urracas con crucifijos y joyas de
fantasía que sólo beben Nescafé y comulgan en el
altar de la decencia, la delegación Cuauhtémoc, siempre
abierta al diálogo, instaló su Comité de Salud
Pública para guillotinar toldos y amedrentar meseras. Ciertos
rumores anuncian que habrá actos análogos en toda la
ciudad: en Chapultepec, la "Operación Oyamel"; en el
Zócalo, la "Operación Asta bandera", y en
Xochimilco, la "Operación Chinampa".
La acción en la Condesa será recordada como
"Banqueta arrasada" por los tiempos venideros. La
saña con que se actuó es de una irrealidad malsana. Si
de luchar contra la apropiación ilegal se trataba, por
qué no actuar en los locales de la colonia Buenos Aires, donde
todas las autopartes que se venden son robadas? Son preferibles
los burdeles y los claustros del table dance a los negocios que
prosperan al aire libre?
En un tono más reflexivo, debemos admitir que los vecinos de
la Colonia se quejaban con razón de la prepotencia de algunos
establecimientos que prácticamente cerraban el paso a los
transeúntes y no tenían empacho en recibir coches en
segunda y tercera fila con quiméricos valet
parkings. También es cierto que el crecimiento
anárquico, amparado en licencias más chuecas que un
billete de 75 pesos, podía poner en peligro la armonía
del entorno. No se trata de defender a ultranza a cualquiera que desee
enriquecerse con un mantel de cuadritos y un arroz de difícil
digestión. Sin embargo, nada se antoja más sencillo que
reglamentar los servicios gastronómicos.
Las escasas calles rebautizadas como la "Fondesa" eran
una de las pocas zonas donde la ciudad se organizaba en forma
comunitaria y donde el comercio contribuía a revitalizar un
barrio. El nefasto operativo destruyó un pequeño
ecosistema formado por proveedores de fetuccini, meseras-estudiantes
que viven de su trabajo, dueños de departamentos que
veían recuperar el mercado inmobiliario después de
años de estancamiento, y un largo e insospechado
etcétera. Un microcosmos con todo y parásitos, pero vivo
y dinámico, que empezaba a generar una cultura alternativa
y a la intemperie! en nuestra ciudad. Una cultura
sujeta a la mirada de cualquiera.
México, siempre diferente, es el único país en
el mundo en donde el gobierno (esa extraña nebulosa conformada
por gángsters, arribistas, dinosaurios y demagogos) se dedica
a destruir con encono lo que la sociedad construye con esfuerzo.
El padrino del beat
El 8 de agosto murió Hebert Huncke, escritor de logros
inciertos, que introdujo a William Burroughs a la heroína y
pasó los mejores años de su juventud vendiendo favores
sexuales en Times Square. Huncke será recordado por
acuñar una palabra indeleble, beatnik, en la que Jack
Kerouac se basó para hablar de la "generación
beat". El padrino del beat tenía 81
años.
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CONFIGURACIONES
Hugo Hiriart
La condesa calva
Hago un alto en mis lucubraciones habituales para sumarme a la
cólera general por la "desillación" de las
banquetas de la Condesa. Quiero aportar mi testimonio como
cafeist de la zona.
Primera escena. Hace tiempo mi mujer y un servidor llevamos a
pasear por la ciudad a un famoso documentalista inglés. Y
fuimos a comer en uno de los restaurantes de la calle de
Michoacán. A él, que conoce bien México, le
encantó la vivacidad y el colorido que iba cobrando el
Greenwich Village local.
Temo que todo esto desaparezca súbitamente
profeticé.
Pero, por qué?, qué puede pasar?
imagina el personaje: inglés sonríe intrigado por
el barroco social mexicano.
Porque siempre que algo va bien en la ciudad, me entra latido
de que algún funcionario hiperactivo decida prohibirlo.
A mí me gusta la Condesa porque, además de
lugar-apacible-con-librerías-donde-se-puede-caminar-y-conversar,
no es espacio de grandes cadenas anónimas, de Sanborns ni Vips
ni Wings, sino de esforzadas microempresas. Y porque se inaugura
ahí la práctica de primer mundo de los meseros
estudiantes. Y por los árboles y demás.
Pero el destino preparaba su golpe de mazo.
Segunda escena. Estaba de pie en la esquina de la Casa de la Paz,
donde ensayo una obra, cuando vi un espectáculo
insólito: varios camiones como de basura llenos de
bárbaros dando gritos de guerra, avanzaban. La gente se
detenía con azoro. Paran los camiones, bajan los ostrogodos y,
con gran diligencia, empiezan a serruchar el toldo del café al
que vamos todos los días los que trabajamos en la obra.
Qué hacen, qué hacen?, llamen a la
policía gritó alguien.
No se puede: ellos son la policía.
Estos tipos trabajan en la delegación?
Sí señor, sí señor
proclamaba Odoacro, y quítese, no estorbe ni haga
resistencia. Es la ley.
La ley? Y yo que me estaba acordando de esa línea que
dice: "los bárbaros entraron gritando en la biblioteca
monástica".
Un café es un lugar, en cierta medida, sagrado, porque es un
lugar para hablar, para soltar ideas y debatirlas. La
Ilustración francesa se fraguó en los cafés. Y
qué decir de los cafés en el apogeo de la cultura
española de este siglo, el Pombo de Gómez de la Serna,
inmortalizado en el cuadro de Gutiérrez Solana, o el de Ortega
y Gasset que tenía dos tertulias diarias y varias veces
expresó su deseo, no cumplido, de morir tomando café con
sus amigos, o del Café de las Arcadas, en Viena, donde
atendía mañana y tarde Rudolf Carnap y donde Kurt Godel
le demostró que las matemáticas son inexhaustibles, o de
los cafés de Sartre y Simone, Modigliani, Satie y Breton. O del
Café París de los Contemporáneos, Octavio Paz y
otros grandes poetas.
Flaco favor le hace a sus jefes el perseguidor de la Condesa:
está echándoles al seno el alacrán de esas
lenguas francamente viperinas que conversan, murmuran y chismean en
los cafés. El funcionario menor pronto será olvidado, y
también el regente, por lo tanto, cuando se pregunte
quién destruyó?, no los mencionarán, sino
dirán "fue Zedillo". Y para qué pasar a
la historia como Atila del capuchino?
Cuando supe que los camiones de basura andaban vomitando a sus
angelitos por toda la Condesa, volví a sentir vagamente
algo. Qué era? Claro, el autoritarismo imperioso del '68
que, amortiguado, volvía a sacar su horrenda y descerebrada
cabeza. Si un político se justifica alegando "es lo que
manda la ley", primero dudo de su habilidad, y después me
acuerdo de eso de "la ley es para los enemigos". No
dijo Heine: donde se encierran los cafés, luego se
encerrará a los humanos que ahí se sientan?
Por supuesto que hay problemas con los vecinos, siempre hay
problemas, en todo hay problemas, pero ya que están en la
Condesa, no podrían las distintas partes ocupar una de
las mesas que quedaron después de la rasurada, pedir un
café y conversar hasta ponerse de acuerdo? O ya no es
ésta la costumbre y práctica generalizada en
México?
Fito Sánchez Rebolledo observó un día que los
escritores, músicos, científicos y demás del
tipo, son como los carniceros: sólo protestan de veras cuando
se atacan sus intereses. Y sí, es cierto. Por lo tanto, hay que
luchar donde quiera que se ataque cualquier forma de ociosidad,
especialmente la de ir a tomar café o discurrir por una calle
agradable conversando de esto y aquello sin sentirnos perseguidos por
nadie.

Naief Yehya
Y LA PALABRA SE HIZO
BITS
El fin de la cultura del libro?
Muchos imperios se han construido sobre montañas de
pólvora; otros, no menos poderosos y agresivos, se han erigido
sobre pilas de papel. Quizá la revolución más
impactante que vivió Europa fue la introducción de la
imprenta, que desmanteló una milenaria cultura de
tradición oral. Como escribe James Bailey en su reciente libro,
After Thought, la eficiencia de las formas escritas condujo a
las formas tradicionales a su extinción. La cultura del libro
dio lugar a un foro para compartir, discutir y generar sus nuevas
ideas. El libro no sólo creó nuevos canales de
comunicación al introducir el concepto de que las palabras
podían ser distribuidas como objetos de producción
masiva, sino que modificó las ciudades (debido a nuevas
construcciones inventadas para almacenar, estudiar, hacer y rendir
culto a los libros) y el mismo espacio doméstico (con la
introducción de nuevos muebles). Hoy la cultura de los
bits (en la cual las palabras se han vuelto impulsos
inmateriales) amenaza con sustituir a la cultura del
libro. También ofrece transformar las urbes, los hogares y la
manera en que concebimos la información y el
entretenimiento. Paradójicamente, una de las industrias
más beneficiadas con el auge de la cibercultura es un
puñado de editoriales que ha participado en la apabullante
epidemia de publicaciones en torno a los usos, bondades y beneficios
de la cibernética.
El medio natural del hipertexto
El libro es el medio natural para una manifestación creativa
única y singular, la literatura, la cual no existiría
sin la palabra escrita. La cultura cibernética tiene en el
hipertexto su propio medio natural, uno que, a pesar de poderse imitar
en papel, no tiene sentido en un formato material. En una entrega
anterior de "La Jornada Virtual" ("Multimedia:
reinventarse o pasar al catálogo de medias
muertas") hablamos de la interactividad del hipertexto (o, para
ser más exacto, la hipermedia) pero, como expresaron
muchos lectores, no entramos en detalle acerca de su esencia. El
hipertexto es una tecnología para leer y escribir; al igual que
el texto tradicional, está constituida por lo que Roland
Barthes denominó lexias (elementos verbales que pueden
ser palabras, frases o párrafos). Pero mientras las lexias
ocupan un lugar, un orden fijo y están clavadas en las
páginas de un texto, en el hipertexto están vinculadas
por medio de conexiones electrónicas (links), que son
palabras o frases clave subrayadas, las cuales mediante un clic nos
llevan de manera prácticamente instantánea a otras
lexias, que pueden ser textos, imágenes, gráficas,
tablas de datos, películas, pistas de audio o directamente al
buzón electrónico de alguien (como en el caso de la
versión en Internet de esta columna, que conduce al
buzón de un servidor).
Del memex al HTML
El término hipertexto fue creado en la década de los
sesenta por Theodor H. Nelson, pero el concepto ya había sido
imaginado antes como un libro de arena, por Borges, o, como proponen
Pippa Leary y Benjamín Long en su artículo The Hype
on Hypertext (aparecido en la revista 21-C, 3/1996), por
Vannevar Bush, quien en 1945 describió una máquina de
búsqueda de información que utilizara conexiones
lógico-mecánicas, para ayudar a ejecutivos y
académicos a encontrar datos en el mar de
información. Bush inventó el memex, un
dispositivo que haría más eficiente, humana e
imaginativa la manipulación de datos. El elemento fundamental
de este sistema radicaba en crear índices asociativos. La idea
del memex influenció a los autores de uno de los
primeros programas de hipertexto: Intermedia. La red World Wide
Web (WWW) es una consecuencia del hipertexto, y el lenguaje
HTML (Hipertext Markup Language), en términos ideales,
es de hecho un hipertexto de dimensiones sin precedentes.
Libertad de expresión o libertad de confusión
La idea tradicional del autor cambiará en la era del
hipertexto, ya que las fronteras entre la obra de una persona y la de
otra, o entre la de un hombre y una máquina, se
disolverán en las pantallas. Consultar un tema será en
cierta forma semejante a recorrer una serie de citas y párrafos
relacionados pero de orígenes diversos. No hay duda que esto
transformará la investigación científica. Pero
mientras esto sucede, es innegable que en el WWW los saltos de
texto a texto pueden desorientar y confundir. El desplazamiento a
través de los eslabones resulta a veces un proceso largo (con
angustiosos lapsos de espera), frustrante (cuando varios eslabones no
conducen a ningún lado) e inútil (cuando la diversidad
de significados se traduce en contradicciones e incoherencias que no
aportan nada a la búsqueda). Cuando se está investigando
algo, no sirve de mucho pasar horas vagando entre comentarios inanes,
apuntes superficiales y reflexiones estúpidas. No hay duda que
la red ya está bastante contaminada con información
prescindible. Pero quién va a erigirse en juez del valor
de lo que se encuentra en línea, para juzgar cuáles
opiniones son importantes y cuáles deben ser borradas? Es mucho
más valiosa la libertad de expresión, que una vaga idea
de control de calidad de los bits.
¤ Naief Yehya ¤
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