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En efecto, una disidencia suscitada entre las monjas del convento de Regina Coelli por la elección de una madre abadesa, dio origen a la fundación del convento de San Bernardo. Las rebeldes consiguieron el apoyo del acaudalado comerciante don Juan Márquez de Orozco, quien les donó 60 mil pesos y unas casas ubicadas en la calle de Zuleta (hoy Venustiano Carranza), que por cierto antes se llamó De la Celada, por la que allí tendieron los indios a los españoles. Como era la costumbre, al establecerse la institución religiosa ese tramo de la vía tomo su nombre.
Casualmente las fundadoras fueron tres hermanas del patrono y dos religiosas de Regina Coelli. La primera piedra se puso el 24 de junio de 1624. A la muerte del benefactor, consiguieron la ayuda del noble cantábro don José de Retes Largache Salazar, quien rehizo toda la construcción, con la tremenda cantidad de 80 mil pesos, que era un quinto de su caudal. El generoso varón seguramente afirmó ¡que no se vea miseria! pues además decidió ampliar la iglesia, para lo que adquirió y demolió la casa contigua.
Para mala fortuna de las monjas bernardas, el cantábro murió antes de que se concluyera la obra; los hijos se conmovieron y dieron otros 60 mil pesos, terminándose por completo el nuevo convento y el templo el 18 de junio de 1690, para ser dedicado unos días después con grandes fiestas. Por cierto que la dedicación se repitió en 1777, debido a reparaciones que padeció.
Con la destrucción de instituciones religiosas que se derivaron de las leyes de exclaustración, en 1861 el convento fue derribado en la parte que cubría el coro y se abrió una calle llamada De la Perla, misma que en los años 30 de este siglo se convirtió en la avenida 20 de Noviembre. Nos da una idea de la dimensión que tenía, el conocer que llegaba hasta lo que hoy es República de Uruguay.
Las fachadas del templo que por suerte aún subsiste, son en estilo barroco y fueron construidas por el arquitecto Juan Zepeda, con finos ornatos que en las portadas son exquisita filigrana. También sobresalen los sillares de tezontle colocados a manera de petatillo, cosa muy poco vista y de gran elegancia. El interior perdió prácticamente todos sus adornos barrocos que fueron de fama. Sólo conserva un bello púlpito del siglo XIX. Es interesante conocer que a raíz de la ampliación que dio lugar a la mencionada avenida, se requería demoler la portada de Guadalupe para salvarla, fue desmontada piedra por piedra y reconstruida en la otra fachada, siendo actualmente la que se aprecia sobre la amplia vía.
En las cercanías del hermoso templo, se encuentran las mercerías y tiendas de decoración más importantes de la ciudad, para mencionar sólo dos, ambas en Venustiano Carranza: La Mercería del Refugio y el Mundo de la Fantasía, que además vende artículos para fiestas infantiles, a la mitad de precio de los de su colonia; y precisamente sobre la avenida existe una antigua tienda de gran tamaño, en donde se pueden adquirir todas las bellezas bordadas de diferentes partes de la República: manteles, sábanas, vestidos típicos y cuanto se desee de la materia.
En lo que se refiere a gastronomía, la antigua calle de Zaleta no las canta mal, pues allí se encuentran en el número 9, el restaurante El Malecón, ubicado en el edificio más angosto de la ciudad; en sus cerca de cuatro metros de frente se levanta un encantador edificio de cuatro pisos, en el más puro estilo francés, ¡hasta con manzarda! Con más de 50 años de antigüedad, conserva su menú español y la especialidad en pescados y mariscos. Hay una original sopa de bacalao de buena factura.